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El cartero siempre llama dos veces (1981)

El cartero siempre llama dos veces
123 min.
6,8
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Trailer (INGLÉS)
Premios
1981: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes (fuera de concurso)
8
El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
Hay dos películas en las que Jessica Lange sale especialmente guapa, una es “King Kong”, y otra es esta. Ya podría acabar mi crítica con este argumento, pero como decían los dibujos no se vayan todavía que aún hay más.

Ya he dicho que yo soy de los que considerando buena la versión antigua, me quedo con esta. Creo que hay más gente de la que parece que considera lo mismo. José Luis Garci es uno de ellos.

Es meritorio como es fiel al libro cuando hay que serlo –por ejemplo no altera la nacionalidad griega del dueño del establecimiento- y como es capaz de añadir un plus a la historia desde la inventiva ese gran guionista –aunque sólo mediano director- que es David Mamet, un lector voraz de toda la novela negra.

Fascinantes son también las imágenes del mejor fotógrafo sueco de la historia, Sven Nykvist, mano derecha de Ingmar Bergman en sus películas, que nos trae los mejores amarillentos rurales que recuerdo desde “Bonnie and Clyde”.

Incluso el director Bob Rafelson, del que recomiendo “Las montañas de la luna”, se muestra atrapado por el ritmo de la historia y no la fuerza en ningún momento, es un espectador más, y esa modestia, tan escasa en nuestros días es de agradecer.

Y es que los verdaderos protagonistas de esta película son Nicholson y Lange, que son y serán una de las parejas con más química que recuerdo.

Ese final, desgarrador, brutal y poético, todo al mismo tiempo es de chapó. Un ejemplo de que el cine de los ochenta no fue tan malo.
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50 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Dos veces
Interesante análisis, hecho con afanes de objetividad, por un Bob Rafelson (NY, 1933) en plenitud de facultades. Compone una descripción brillante, intensa y compleja, de la relación entre dos personas desarraigadas, un vagabundo que huye sin rumbo de trapicheos varios y una mujer insatisfecha y frustrada que ha aceptado la propuesta de matrimonio de un infeliz para huir de la prostitución. Se conocen casualmente e inesperadamente, sin referencias previas y sin puntos en común, salvo la condición de desarraigo de ambos. Desde el primer momento se sienten atraídos a costa del deseo físico. La carnalidad de la relación, la explica el film con la ayuda de una expresión corporal que se apodera del centro de la primera parte del relato sin necesidad de mostrar imágenes situadas fuera de lo que se suele considerar apropiado. La fuerza que mueve a los amantes se dibuja con precisión y se describe con naturalidad y credibilidad.

El film no constituye ni una apología del amor físico, ni un homenaje a la relación carnal de dos personas. Es importante tener en cuenta este extremo para no caer luego en el error de ver moralinas donde no las hay. El discurso es sincero, transparente y está lleno de emociones valiosas que se desarrollan sin trampas y sin segundas intenciones. A Rafelson le interesa solo explicar unos hechos conmovedores, objetivamente interesantes, que por ellos mismos conducen el relato a niveles altos de intriga y dramatismo.

La intensidad de la relación se da asociada a una experiencia tumultuosa, llena de fricciones, obstáculos, inconvenientes y sorpresas, que incomodan a los protagonistas y dificultan que hallen en su relación el nivel de plenitud que anhelan. No es la mala conciencia de ambos ni la fatalidad lo que les impide la felicidad plena, sino la actitud de ambos de falta de entrega mutua, confianza y enamoramiento. La afinidad física no se ve complementada por una entrega sin reservas y sin límites, capaz de trasladar el amor físico a una dimensión que equilibre lo físico y lo espiritual.

La atmósfera que envuelve el relato suma dos componentes básicos: la inquietud que provoca el desarrollo de la acción y la ordinariez de los personajes, de los ambientes y de los escenarios en los que se mueven. Fijémonos por un momento en los personajes. Están dominados por la vulgaridad de su egoísmo, indolencia, infidelidad, escasa inteligencia, pasividad, traiciones y descuidos. La casa, el restaurante y la cocina se presentan desordenados, desaseados, sucios y descuidados. Abundan los escenarios húmeros, lluviosos, nocturnos, opresivos, marginales. La justicia se ve obstaculizada por la lucha de intereses económicos particulares. El marco temporal de la Gran Depresión, tomado de la novela original, aporta elementos relevantes de miseria, paro y desesperación.

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39 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
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