El amor (1948)

Los dos mediometrajes en los que se divide esta película son toda una declaración de amor, de un director hacia una actriz. Rosselllini le regala dos auténticos bombones de personajes a Magnani, para que se luzca. Y ella le devuelve el regalo con dos desgarradoras interpretaciones. En "Una voce umana" no hay otro personaje en escena que ella. Una conversación por teléfono la única acción. Tragicómica (tremendo patetismo) fracción de la vida de una mujer que vive un momento de desamor en el límite de la cordura. Tremenda Magnani. Y tremendo guión (basado en una obra de Cocteau).

Como tremenda está en "Il Miracolo", segundo fragmento algo menos interesante, pero que tiene momentos realmente espeluznantes. Aunque alanarración le falta algo de fluidez, otra vez Magnani inunda la pantalla con su presencia.

205/19(26/09/18) Sugestivo tour de forcé este que el romano Roberto Rossellini regaló a su entonces pareja la gran (y también romana9 Anna Magnani, una obra antológica compuesta de dos historias sobre el amor, “Una voz humana”, adaptada por Rossellini de una obra de 1930 “La Voix humaine” del poeta Jean Cocteau, aborda el amor carnal desde un arriesgado ejercicio de un solo escenario claustrofóbico de una habitación, y un solo personaje hablando por teléfono en un desgarrador monólogo (nunca escuchamos a su interlocutor), tratando de salvar una relación, donde la carismática actriz va pasando por diferentes estados emocionales de amor desamor, rabia frustración, patetismo, cinismo, delirios, y más; en el segundo es “El Milagro” co-escrita por Fellini y Rossellini es el amor místico donde una pastora, Nanni (Magnani), mujer obsesivamente religiosa cuida a las cabras en la ladera de una montaña cerca de Amalfi, cuando ve a un errante barbudo (Federico Fellini en su única intervención de actor, en la que no dice palabra), de la que ella se auto-convence es San José, esto lo pregona en su pueblo y la toman por loca. La actriz es la luz que ilumina esta bi-historia, es como esos toreros que se encierran en una plaza con seis astados (utilizo el símil, pero soy anti-taurino), pues ella torea de escándalo, y sale a hombros por la puerta grande.

"Una voce umana": Un melodrama de poco más de media hora cargado de intensidad con una Anna Magnani está sublime, apasionada, estremecedora, con un dominio de la expresividad apoteósica, la vemos dolida, angustiada, rota, al borde de la locura, desesperada, la actriz nos arrolla con sus punzantes sentimientos encontrados nuclearizados por el amor desmedido. Comienza con la actriz nerviosa en su habitación de un lado al otro con su perrito faldero, hasta que le llama alguien, entonces su expresividad se desborda en palabras, en un derrumbe de su corazón al que vemos agrietarse en cámara lenta.Treinta y cinco minutos que pueden parecer pesados pero que la actriz llena con su fuerte carácter para hacer atractivo y profundo su caudal de sensaciones. A ello contribuye sutilmente la hábil puesta en escena minimalista, donde destaca una cámara enamorada del rostro histriónico (necesario) de la actriz, así como los sonidos exteriores, con esos perros que ladran fuera haciendo más asfixiante la situación; Rodado con gran agilidad gracias a la fotografía de Robert Juillard (“El salario del miedo”), y Otello Martelli (“La dolce vita”), sabiendo sacar lo mejor de la sublime expresividad de la actriz, ayudado por una edición de Eraldo Da Roma (“Ladrón de bicicletas”), que da sensación de meternos en la habitación, sin caer en lo estático de estar en un solo lugar; La actriz da una lección asceta de cómo ofrecer magnetismo emocional con una desbordante credibilidad que mana de su modulada faz.

“Il Miracolo”: Es cine con ínfulas místico-religiosas, pasamos de una opresiva habitación a espacios abiertos en el campo donde se juega de modo controvertido con la fe, con las ansias de salvación, con las alegorías marianas, con los símiles bíblicos, donde se dan claras situaciones del Antiguo y Nuevo Testamento pero actualizadas en la costa amalfitana, como al Paraíso del Génesis con la Manzana y su consiguiente Pecado Original, el desmayo de Nanni (guiño de Rossellini a la propia Magnani, el nombre por el que se le conocía cariñosamente era Nannarella) como símbolo de la Anunciación, la huida por el pueblo mientras es vejada como remedo de la Pasión y el Vía Crucis, la odisea de Nanni por el Monte quizás como ejemplo de los 40 días en el desierto de Jesús, y por supuesto el Nacimiento de modo Milagroso a modo de Inmaculada Concepción, o es fruto de los delirios de la protagonista? Y es que este medio-metraje juega con la realidad y la ignorancia de las gentes rurales, se arremete contra el fanatismo religioso, contra la intolerancia ante lo diferente, contra la marginación de los débiles, contra la crueldad de las mentalidades cerriles. En el encuentro entre Nanni y el supuesto San José se funde una oratoria de ella con bastante sentido sexual cuando ella habla de su fuego interior, entonces él saca una botella de vino que beben, entonces se produce un fundido a negro y aparece el rostro hinchado de ella en el suelo, entre las cabras parece desperezarse, el hombre ya no está con ella, surgen las dudas de lo que habrá pasado, será todo fruto de la mente desvariada y calenturienta de la mujer? Será un hombre que ha emborrachado a una débil mental para abusar de ella? O será en realidad una aparición mística? Dejando abiertas las respuestas en un ejercicio de ambigüedad inteligente y provocador; Este medio-metraje filmado al estilo neorrealista, con una cinematografía en glorioso b/n de Aldo Tonti (“Las noches de Cabiria” o “Barrabas”), dotando de crudeza realista los patinados grisáceos, con tomas opresivas, con contrapicados y picados, con dramáticas panorámicas, aprovechando al máximo la orografía de los escenarios de la Salerno en la Costa Amalfitana (Italia), con ese uso incisivo de las escaleras como lugar de tránsito a diferentes estados emocionales. Esto potenciado por la melodramática (aunque algo intrusiva) música de Renzo Rossellini (“Roma ciudad abierta” o “Paisá”); Magnani demuestra una fuerza, una energía, una intensidad apabullantes, emitiendo una gran fe dogmática que traspasa la pantalla.