Niebla y sol (1951)

La 'ópera prima' de Forqué fue este añejo melodrama que parece anticipar lo que luego seria una de las constantes de su cine: el amor, la infidelidad y los celos.

Cuesta un poco meterse en ella, la verdad, quizá por los problemas de montaje de la copia que uno ha visto, aunque a partir de la mitad del metraje la película remonta bastante, hasta llegar a la espectacular pelea del molino, magistralmente rodada y de una dureza y realismo vistos en pocas películas de aquella época no ya españolas, sino de Hollywood.

Y tanto por esa secuencia como por el valor documental y artístico de las danzas de Rosario y Antonio al principio (en un registro más flamenco) y al final (en clave de ballet clásico, y rompiendo a la postre el espacio escénico, al modo de los musicales norteamericanos) el filme tiene interés.

Lo que ocurre es que más allá de esos detalles la peli resulta bastante añeja y, por otro lado, los dos números musicales están demasiado integrados en la trama. Da la impresión de que aunque el protagonista sea compositor podía haber sido también funcionario de transportes sin que la cosa cambiara mucho.

Poco más que añadir, aparte de ciertos apuntes de folclore gallego, al estar la mayor parte del metraje ambientado allí, como la secuencia de la Santa Compaña, así como el recurso a los paisanos, y a su característico acento, para ciertos toques de humor.

A destacar también la naturalidad en la interpretación de José María Mompín.

"Niebla y sol" es un hermoso título para este melodrama con partes de musical con danza, y curiosísimos apuntes de cine fantástico (se menciona a la legendaria Santa Compaña, que el protagonista cree ver en un momento dado) que protagoniza el reivindicable actor Carlos Muñoz, y que supuso el debut en el campo del largometraje para José María Forqué, ayudado por otro cineasta que se hallaba en los comienzos de su carrera, Pedro Lazaga. Muñoz interpreta a un compositor inmovilizado profesionalmente por el delicado estado de salud de su esposa (Asunción Sancho), a la que ama, sin saber que ésta le ha engañado con su mejor amigo.

Hay un buen uso del recurso narrativo del "flashback", una estupenda fotografía en blanco y negro, buenas interpretaciones, una pelea sensacional en un molino, unas escenas de danza no menos sensacionales, a cargo de Antonio y Rosario, y además asoma la influencia de un film previo como "Las zapatillas rojas" (The Red Shoes, 1948), de Michael Powell y Emeric Pressburger, no tanto en la relación entre la diégesis y los números musicales a lo largo del metraje como en cuanto a temas como la obsesión, el amor y la muerte.