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Kékszakállú (2016)

Kékszakállú
72 min.
5,3
134
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Tráiler HD (ESPAÑOL)
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Sinopsis
Un incisivo retrato de un grupo de adolescentes en el umbral de la adultez, que atraviesan distintas crisis que derivan del confort de clase. Oblicuamente inspirada en la única ópera de Béla Bartok, «El castillo de Barba Azul» es transpuesta de manera radical entre los ámbitos laborales y de recreo en Buenos Aires y Punta del Este. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Argentina Argentina
Título original:
Kékszakállú
Duración
72 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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6
Transiciones
En Készakállú, el agua jerarquiza un prólogo a través del cual descubrir un proceso. Gastón Solnicki nos sitúa en una piscina municipal donde los niños, vez tras otra, suben al trampolín y se sumergen en el agua. Retozan así con un elemento de júbilo; celebran, en pocas palabras, una etapa vacía de responsabilidad y repleta de una libertad patente, sólo coartada por un irónico —en el marco del film, se entiende— cartel que reza «Los niños son responsabilidad de sus padres» y por el “deber” del estudio —confrontado este con los tiempos muertos que dan forma a sus tardes—. Tablas de surf, mar y una piscina privada: el periplo inicial establecido no hace sino concurrir en ese componente tan significativo que nos lleva al fin de una etapa y, con él, del periodo estival, ese donde veranear y eximir toda responsabilidad parece más fácil.

Adaptando la ópera El castillo de Barbazul —A kékszakállú herceg vára es su título original, del cual el argentino toma una partícula para el título de su debut en la ficción— de Béla Bartók que, al mismo tiempo, se inspiraba en el cuento Barba Azul de Charles Perrault, Solnicki se apoya en un importante trabajo fotográfico comprendiendo que, si en la ópera la música debe ser el elemento que determine su curso, en el cine lo mismo debe acontecer con la imagen. Así, y contando con dos piezas clave del cine argentino reciente como Fernando Lockett —habitual director de fotografía de Matías Piñeiro— y Diego Poleri —que ha hecho lo propio en cintas como La tercera orilla, Antes o Las acacias—, el autor de Papirosen encuentra en el plano estático y mayoritariamente abierto una ventana a través de la que explorar ese cauce instaurado en su prólogo.

Esa etapa, la de celebración de la infancia, da paso a un viaje iniciado por uno de sus personajes: en su habitación, tras abrir las ventanas, hace sus maletas. Un viaje metafórico o representativo al abordar un nuevo periplo, donde los instantes con la familia se transforman en soledad y llega el momento de avanzar, de tomar nuevas determinaciones. La independencia —esa que parece querer su protagonista, interpretada por Laila Maltz, ante una figura, suponemos, paterna— deviene en compromiso, y con ello llegan frentes a abordar como el trabajo y el estudio, donde el personaje de Maltz se encuentra atrapado; la indecisión —esa que le hace dar vueltas por la facultad en busca de copias de apuntes indeterminados— se persona como fuente máxima de una agonía vital que queda terminando reflejada en un acto tan sencillo como el abandono de la escena de un pequeño accidente —provocado por ella— y la huida ante cualquier responsabilidad —por el hecho, o por una posible reprimenda ante la negativa por llamar a su padre—. La mirada al pasado —revolviendo entre antiguas cajas o viéndose reflejada en una foto en la que dice verse «linda», como si cualquier época pretérita fuera mejor— se persona, entonces, como una válvula de escape al presente, a esa carga que supone tomar y afrontar decisiones, sean cuales sean —incluso ante sus amigos, donde en un escenario tan trivial como una barbacoa, se vuelve a personar una extraña incomodidad de la que no puede escapar ni siquiera físicamente—.

Kékszakállú representa todo ese trayecto en estampas que, en ocasiones, se sienten ahogadas, captando la angustia que asola a la protagonista, pero también poseen la capacidad de huir de ese carácter con la simple transformación de un escenario que en el film lo es todo. La incertidumbre por un futuro inconcreto, termina desbloqueándose así desde la liberación que supone esa vuelta al elemento natural, al agua, al mar —reflejado, claro está, en el plano—. Todo ello en un marco —el de la diferencia de clases— insinuado a lo largo del metraje por Solnicki, que no hace sino tiranizar todavía más ese panorama ante el que cualquier expresión de poco sirve. Es por ello que los espacios dotan de tal importancia al conjunto, entendiéndose esenciales para las necesidades de un film cuya confusa narrativa —Kékszakállú se comprende más como estado que como relato en sí— y cuyas indeterminadas intenciones —por más que uno pueda concluir, estamos ante una película que se regenera a través de la perspectiva propia— devienen en una escapatoria que no deja de ser necesaria, axiomática.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Incertidumbre
Un grupo de chicos disfrutan del verano en una piscina, unos cuantos jóvenes también están en sus vacaciones, el hotel donde se hospedan es el primer escenario donde diversos personajes aparecen en escena, idas y venidas, encuentros y desencuentros. Es el retrato de estos desconocidos, parte de su cotidianeidad y de su incertidumbre, la incertidumbre de Laila (Laila Maltz) la protagonista.

Kékszakállú es un filme construido sobre la marcha, sin guion específico por lo cual se encamina libremente. Sirve para que Solnicki realiza la transición a la ficción -ya que sus primeras obras son documentales- de forma bastante particular. Se inspira en la ópera A kékszakállú herceg vára (El castillo del duque Barbazul, 1918) del húngaro Béla Bartók. No es una inspiración de índole argumental, es algo más espiritual dentro de la experimentación que el director produjo.

Con fotografía de Fernando Lockett y Diego Poleri la película está construida visualmente con tomas muy cuidadas, encuadres perfectos donde la simetría es vital, un orden que se contrapone al tedioso conflicto interno de Laila, desubicada completamente en una vida donde no sabe cómo acomodarse. Largometraje experimental, desenfadado, difícil de seguir.
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