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- Viena, 1937, durante la unión de Austria y la Alemania nazi. Un chico de diecisiete años es aprendiz de un vendedor de tabaco, entre cuyos clientes está el médico neurólogo y padre del psicoanálisis Sigmund Freud.
- Género
- Drama Años 30
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2018 / Austria
- Título original:
- Der Trafikant
- Duración
- 117 min.
- Guion
- Música
Crítica de El vendedor de tabaco por Cinemagavia
5 de junio de 2019
Periodo de crecimiento
El vendedor de tabaco se centra en el viaje de desarrollo y autodescubrimiento de Franz. El chico, desde que abandona su hogar, tiene que ir enfrentándose a las dificultades de la vida y aprender de sus experiencias en una nueva ciudad, indagando en todos los ámbitos inexplorados. En este periodo se ve reflejado, a la vez que acompaña El profesor al muchacho, las ideas y pensamientos del psicoanalista sobre los diversos temas humanos. Valentía, deseo, placer, amor, sueños… Su psicología se funde con las cuestiones y respuestas que el joven se plantea y busca sin descanso.
La sociedad y la guerra
El vendedor de tabaco se sitúa, sobre todo al final de la cinta, en la fase del ascenso alemán en el territorio austríaco. Los sentimientos generados por las consecuencias del régimen afectan a todos los personajes, y el espectador ve cómo las presiones políticas, las desigualdades y las injusticias cobran vida en cada sendero. Se palpa la impotencia, el sufrimiento y la tristeza, además del odio impregnado en los vecinos y seguidores del Reich.
Un retrato simple
Pero la historia podría haber sido mucho más sustancial. Si bien el elenco realiza un buen trabajo, ni siquiera el gran Bruno Gantz consigue brillar como Freud. El guión se vuelve simple y no destaca en ningún momento. La eterna figura del profesor se desaprovecha enormemente. Exceptuando momentos bastante emotivos, sus dos horas de duración se tornan un tanto insípidas porque las relaciones no están muy profundizadas y ciertas escenas no guardan significado dentro de la historia. El ritmo también es lento y el final ambiguo, sin una conclusión que cierre la película.
Escrito por María iglesias
El vendedor de tabaco se centra en el viaje de desarrollo y autodescubrimiento de Franz. El chico, desde que abandona su hogar, tiene que ir enfrentándose a las dificultades de la vida y aprender de sus experiencias en una nueva ciudad, indagando en todos los ámbitos inexplorados. En este periodo se ve reflejado, a la vez que acompaña El profesor al muchacho, las ideas y pensamientos del psicoanalista sobre los diversos temas humanos. Valentía, deseo, placer, amor, sueños… Su psicología se funde con las cuestiones y respuestas que el joven se plantea y busca sin descanso.
La sociedad y la guerra
El vendedor de tabaco se sitúa, sobre todo al final de la cinta, en la fase del ascenso alemán en el territorio austríaco. Los sentimientos generados por las consecuencias del régimen afectan a todos los personajes, y el espectador ve cómo las presiones políticas, las desigualdades y las injusticias cobran vida en cada sendero. Se palpa la impotencia, el sufrimiento y la tristeza, además del odio impregnado en los vecinos y seguidores del Reich.
Un retrato simple
Pero la historia podría haber sido mucho más sustancial. Si bien el elenco realiza un buen trabajo, ni siquiera el gran Bruno Gantz consigue brillar como Freud. El guión se vuelve simple y no destaca en ningún momento. La eterna figura del profesor se desaprovecha enormemente. Exceptuando momentos bastante emotivos, sus dos horas de duración se tornan un tanto insípidas porque las relaciones no están muy profundizadas y ciertas escenas no guardan significado dentro de la historia. El ritmo también es lento y el final ambiguo, sin una conclusión que cierre la película.
Escrito por María iglesias
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16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película trata una historia actual de adolescencia junto con el nazismo y Sigmund Freud
20 de mayo de 2019
Existen ya en el mundo del cine muchas historias ambientadas en el periodo nazi. Sin embargo, Nikolaus Leytner ha adaptado la novela de Robert Seethaler, que se sitúa en la misma época, pero la afronta desde una perspectiva diferente.
De hecho, la coyuntura política es tan solo parte del fondo hasta que afecta directamente al protagonista: Franz, un joven de diecisiete años. El chico llega a Viena a finales de los años 30 para trabajar como estanquero, con la curiosidad y la ingenuidad propias de la edad. Este preámbulo presenta dos de los grandes temas que se tratan en la película: un relato de mayoría de edad y la situación histórica del momento. Además, al poco de arrancar, aparece el siguiente tópico destacado: Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Siendo materias tan importantes, es interesante la consideración que otorga el director a cada una de ellas en el guión para que haya equilibrio.
No se trata de un documental sobre Freud ni una biografía. Al contrario, el profesor es un cliente del estanco, que entabla amistad con el joven vendedor, con quien parece que puede ser natural. Así, es un personaje anciano, aunque aún en plena posesión de sus facultades mentales, que expone algunas reflexiones. Esta versión cinematográfica del psicoanalista está excelentemente interpretada por Bruno Ganz, así como también Simon Morzé realiza un gran trabajo en su papel principal.
La cinta muestra el estanco como un microcosmos donde hay oferta para todo el mundo: desde lápices para niños hasta puros para adultos. Ahí, es donde Franz encuentra en Otto la figura paterna que le ha faltado en su vida. En una línea muy diferente a la de las ideas de Freud, en ese pequeño espacio el chico aprende a desarrollar su profesión y recibe consejos acerca de la discreción, la lectura de periódicos y el manejo correcto de los cigarros. Este marco se va intercalando con los extraños sueños de Franz, una contribución personal del director. Sin embargo, la trama queda interrumpida varias veces por escenas de cabaret que aportan bastante poco a la narrativa.
El vendedor de tabaco no es un mero entretenimiento, sino un largometraje denso para ver en situaciones concretas. Con un buen trabajo técnico, sumerge al espectador en la historia de un joven obligado a crecer de golpe debido al duro contexto social y político.
www.contraste.info
De hecho, la coyuntura política es tan solo parte del fondo hasta que afecta directamente al protagonista: Franz, un joven de diecisiete años. El chico llega a Viena a finales de los años 30 para trabajar como estanquero, con la curiosidad y la ingenuidad propias de la edad. Este preámbulo presenta dos de los grandes temas que se tratan en la película: un relato de mayoría de edad y la situación histórica del momento. Además, al poco de arrancar, aparece el siguiente tópico destacado: Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Siendo materias tan importantes, es interesante la consideración que otorga el director a cada una de ellas en el guión para que haya equilibrio.
No se trata de un documental sobre Freud ni una biografía. Al contrario, el profesor es un cliente del estanco, que entabla amistad con el joven vendedor, con quien parece que puede ser natural. Así, es un personaje anciano, aunque aún en plena posesión de sus facultades mentales, que expone algunas reflexiones. Esta versión cinematográfica del psicoanalista está excelentemente interpretada por Bruno Ganz, así como también Simon Morzé realiza un gran trabajo en su papel principal.
La cinta muestra el estanco como un microcosmos donde hay oferta para todo el mundo: desde lápices para niños hasta puros para adultos. Ahí, es donde Franz encuentra en Otto la figura paterna que le ha faltado en su vida. En una línea muy diferente a la de las ideas de Freud, en ese pequeño espacio el chico aprende a desarrollar su profesión y recibe consejos acerca de la discreción, la lectura de periódicos y el manejo correcto de los cigarros. Este marco se va intercalando con los extraños sueños de Franz, una contribución personal del director. Sin embargo, la trama queda interrumpida varias veces por escenas de cabaret que aportan bastante poco a la narrativa.
El vendedor de tabaco no es un mero entretenimiento, sino un largometraje denso para ver en situaciones concretas. Con un buen trabajo técnico, sumerge al espectador en la historia de un joven obligado a crecer de golpe debido al duro contexto social y político.
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