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Temple (2017)

Temple
78 min.
3,1
365
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Tres turistas americanos utilizan un mapa para adentrarse en las selvas de Japón y buscar un antiguo templo. Cuando los espíritus los atrapan, su aventura se convierte en una terrible pesadilla. (FILMAFFINITY)
Género
Terror
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Temple
Duración
78 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Japón;
5
MALDITO TEMPLO... SIN INDIANA JONES
Como director, Michael Barret sólo tiene “Temple” (2017) como largometraje en su carrera (si es que podemos categorizar como tal a una cinta de apenas 78 minutos de duración, que todo lo que tiene de “largo”, es el efecto eterno que le da un ritmo narrativo más que indolente).

Bajo ningún concepto no se puede achacar al presupuesto (3,4 millones de dólares, casi nada), un producto que deja mucho que desear en varios aspectos. Principalmente un guión que se las ve y se las desea para desarrollar una trama de lo más simple y sencilla que uno puede encontrar en una historia de estas características. El firmante del script, el hermano del realizador, Simon Barret nos propone un hilo argumental repleto de inconnexiones, huecos, elipses, contradicciones y secuencias incompletas.

Asumiendo que el trabajo de dirección y del guionista suelen ir bastante cogiditos de la mano, difícil resulta juzgar la atribución de responsabilidades sobre la desmaña con la que se presenta, se desarrolla y se resuelve este cuento, que parte de una escena en el momento actual, para la que se supone que se hallará respuesta en lo que vendrá después, en forma de mega flashblack,

Parece que los “Barret Brothers” (para algunos críticos algo obvio, que es la principal cagada de la, hasta el momento, única ópera del tándem), convierten una receta de manual, de lo más sencillo, para cocinar el pavo del día de acción de gracias, en un enrevesada retahíla de rizos, acabar de rellenarlo de cualquier manera, improvisada, echando lo primero que encuentran en la despensa, e irse sin hacer ruido para que nadie se acuerde de quién ha puesto aquello en el horno.

Un recurso ya que empieza a desprender algo de hedor, éste de crear interés en el espectador, con una atmósfera siniestra, unos personajes inquietantes, un aparente trasfondo terrorífico como base sobre la que se construye la pared maestra argumental, todo ello casi hueco de contenido sobre lo que sustentarse, que explique o justifique lo que ha ido pasando de la manera más críptica durante casi todo el rodaje, para terminar con algo que, para que tenga sentido, empiezan a salir conejos de chisteras que han aparecido en escena de forma no menos absurda.

Con lo que el inocente espectador, en la cresta de la ola de su expectativa, se pega el trompazo del siglo porque resulta que bajo la tabla sobre la que pensaba estar surfeando no hay más sentido coherente, que el relleno improvisado con el que se fuerza el desenlace del relato.

Éste se concibe y se construye sobre la base del modelo del viaje de unos protagonistas destinados a pasar por una serie de peripecias, bajo la amenaza de unos peligros, para enfrentarse por fin a un reto: una prueba, el mal, una lucha…

En este sentido, “Temple” me lleva a evocar películas también del género del terror, como “Kung Fu contra los 7 vampiros de oro” (1974), de Roy Ward Baker, producida por la Hammer, que ya en fase de agotamiento de la saga de “Drácula”, apuesta por mezclar el terror con los viajes y las aventuras, y, por si fuera poco, con una buena dosis de patadas y de malabares. O, sin ir más lejos, la archi mítica “Indiana Jones y el templo maldito”, por no citar otras en las que el metraje nos adentra en el arquetipo del viaje.

Es curioso como en “Temple” (seguramente que no intencionadamente, quién sabe), hallamos alguna analogía con la citada cinta de Spielberg: nuestros aventureros acaban buscando un templo misterioso en el que han pasado (y pasarán) cosas horribles, les acompaña un chaval que recuerda al que acompaña a Harrison Ford, y también, oh coincidencia, tenemos una mina, que aunque no es de la guisa de parque de atracciones con vagonetas corriendo a toda velocidad, es escenario clave donde (de forma bastante infructuosa), los Barret intentan resolver el macabro triángulo amoroso que han montado entre los tres personajes: Christopjer, Kate y James.

Entre ellos no puede faltar el set de relaciones socioafectivas que se van desvelando a lo largo de todo su periplo, pero de forma críptica y superficial en la mayor parte de la duración de la cinta. Poco sabemos de ellos; no mucho más que se trata de una estudiosa de las religiones orientales que se lleva a su pareja y a un amigo de la infancia en un proyecto de investigación. Si a duras penas identificamos o nos imaginamos lo que nos deparará el rollo con la maltrecha y estrafalaria acción que protagoniza Logan Huffman en la introducción, en la que acaba clavando un lápiz en el cuello del desdichado traductor durante el interrogatorio, menos esclarecedora resulta la puesta en escena de los tres actores durante su excursión, tanto a nivel iconográfico, como a nivel de diálogos, que en lo poco trascendentes que son, se focalizan en la tarea que hace Christopher de hacer de intérprete del Japonés con los lugareños (cosa que, por otra parte, resulta contradictoria y grotesca; si él sabe japonés ¿cómo en el interrogatorio inicial se necesita un traductor?)

Lo más sustancial que vemos en el desarrollo de las relaciones entre los tres jóvenes, antes de llegar a la torpe conclusión de la película, es la escena del “coitus interruptus” de Kate i James, a quienes Christopher, que duerme con ellos en la misma habitación de la vetusta casa en la que se alojan, corta el rollo con sus gritos de espanto, habiendo visto algo como una siniestra sombra a través de la “shoji” del aposento. ¿ Pero a quién se le ocurre echar un polvo a la vista del amigo de su pareja? Ya podían haberse montado un trío, con lo que se nos habría dado un poco más de sustancia a la incipiente conducta promiscua que James muestra en las juergas, clara pista por donde irán los tiros en la sorpresa de fresa, cuando ya de noche en el templo, empiezan a salir los trapos sucios, las infidelidades y las pataletas, como percha desencadenante del horror final.
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Hoy en día cualquiera hace una película
Esta película es una pura presentación de personajes y de historia y cuando empieza a mostrar el desenlace, a cinco minutos de terminar, se acaba la cinta sin desenlace y, por supuesto, sin final.

Así que si te quieres ver una presentación de hora y cuarto y quedarte con cara de póker... pues adelante, si no, mejor ahorratelo.
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9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
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