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El patrullero (1991)

El patrullero
100 min.
6,7
183
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Disponible en:
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Sinopsis
El joven Pedro Rojas se gradúa con su amigo Aníbal en la Academia Nacional de Patrulleros de Carretera, y la primera orden que recibe cuando sale a patrullar es que antes que nada, multe, y luego busque la infracción. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Policíaco
Dirección
Reparto
Año / País:
/ México México
Título original:
El patrullero (Highway Patrolman)
Duración
100 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción México-Estados Unidos-Japón;
Links
Premios
1992: Festival de San Sebastián: Mejor actor (Roberto Sosa)
1991: Premios Ariel: 2 nominaciones
8
Apatrullando la ciudad.
"THIS (extrayendo Repo Man de un estante del almacén de Criterion). Alex Cox. We all miss you. Please make more movies. Make more movies. We miss you."

Nicholas Winding Refn.

Muy lejos de la redención de la posterior Teniente Corrupto de Abel "Capillitas" Ferrara así como otras semejantes películas con un modelo de expiación de culpas que bebe de la fenomenal Pickpocket de Robert Bresson (esto es, personajes de vida disoluta con un día a día execrable moralmente que en un tercer acto expurgan su pasado con un último acto redentor, personajes tipo el Travis de Taxi Driver o el Ernest de God´s Lonely Man) Alex Cox logra con El Patrullero una obra mucho más interesante en el fondo y en la forma que la famosísima mierdaza de Ferrara. En el fondo porque aquí no se moraliza ni mucho menos la religión comporta una vía de salvación, una senda recta que permite redenciones in extremis: en esta película lo que mandan son las circunstancias, y la amoralidad más que una elección es una fuerza física con mayor empuje que la gravedad a la hora de acercar a los protagonistas a las acciones a las que se aproximan por aquello de ser más pobres que las ratas y carecer de otra opción. Y en la forma por la sencilla razón que se filma todo en un entorno fronterizo y yermo a plena solana cueceaxilas, nada que ver con el marco habitual de este tipo de historias: las zonas más putrefactas y sórdidas de las grandes ciudades, por lo general de noche.

Pedro Rojas es un pobre diablo igual de insignificante a la hora de saber imponer su voluntad que tenaz en su vocación de convertirse en policía. Lo logra, sí, pero su estampa al verle patrullar y ser toreado una vez tras otra recuerda casi más a Cantinflas a esa máquina de poner sanciones administrativas que le dicen desde instancias superiores ha de ser. Un hombre enjuto, nimio, apocado. Un tío que la primera mordida que se lleva es más por dejadez y no saber interrumpir a su interlocutor que por predisposición a los ingresos en B para redondear su nómina. Un pobre diablo que termina cojo, suspendido de empleo y sueldo un mes y con dos familias que alimentar. En cuanto a lo apocado de su persona es flipante la escena en la que primero se mama en un puticlub (que juraría es el mismo que el que sale en la excepcional Río Abajo de Jose Luis Borau, otro peliculón con aspectos similares en cuanto a lo de las corruptelas e inmigraciones ilegales), ha de ser la puta quien le arrastre escaleras arriba de cara a yacer y, ya en el desenlace de la secuencia (sin aclararse si follaron siquiera, que no sería extraño descartar la señorita le dejó durmiendo y le cobró la faena sin haberse dado tal), llegar borracho a casa con su suegro roncando que tiembla la casa, verle su mujer y correrle a leches y pescozones en un espectacular plano secuencia por toda la casa hasta que el otro le enseña el dinero de la mordida, que ahí ya su señora se calma. Una secuencia que no sabes si es drama o comedia porque tiene lo mismico de Cassavettes que de Benny Hill.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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