Profanación (Los casos del Departamento Q) (2014)

‘Nunca segundas partes fueron buenas’, sentenció el bachiller Sansón Carrasco en el capítulo IV de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, frase llena de verdad, pero no exenta de ironía, ya que la escribió Cervantes como meta referencia a su propia continuación del Quijote – que superó en logros y talento al ya de por sí al prodigio inaugural del díptico novelesco. Aseveración que con similar falta de tino, se podría aplicar a esta segunda entrega del Departamento Q danés, que si bien es exactamente igual a la primera en estética, personajes, ambientación, truculencia, fealdad y tono, supera a su predecesora en ritmo, entretenimiento e interés.

Ahonda esta turbia y tóxica entrega policiaca en las virtudes malsanas de su predecesora: el retrato de un mundo en apariencia bucólico, ordenado, previsible y plácido, pero que esconde las putrefactas aristas de unos sociópatas borrachos de dinero y cegados por su pertenencia a las altas esferas sociales de su país. La impunidad tiene un precio y su coste lleva el color del dinero, el sabor del soborno, el tinte de la añagaza y la turbiedad de la falta de escrúpulos. De poco sirve ser persona cuando caes en las garras de un depredador humano que no conoce ni la empatía ni la caridad y que tan sólo persigue la gratificación personal inmediata, sin tasa ni medida, sin remordimientos ni cortapisas.

Hacer creíble y verosímil un mundo enfermo y ponzoñoso no es tarea fácil ni virtud desdeñable, sobre todo cuando se contrapone al paisaje campestre y – en apariencia – inocente del acné juvenil de un internado de las clases dirigentes del país. Los contrates tienen tanta más fuerza cuanto mejor están reflejados con autenticidad y amor al detalle, sin caer en tópicos ni tabúes, sino recogiendo como un antropólogo los pormenores de la conducta humana, sin juicios ni interpretaciones, como un paciente amanuense que dejara constancia notarial de la diversidad humana en su imprevisible arbitrariedad. Aunque se trate de lo más amorfo, perturbado, infecto y depravado del ser humano.

Si están buscando un thriller policiaco intrigante, perturbador e inquietante, ésta es una película altamente recomendable, aunque resulte poco edificante y nada esperanzadora. Y la conclusión implícita que subyace es que el dinero lo entierra y perdona todo, ya sean crímenes, corruptelas o malversaciones. Y que los ricos y poderosos suelen salirse casi siempre con la suya. Pero sin apologías partidistas ni denuncias simplificadoras, sino como mera constatación desapasionada. Triste conclusión no exenta de cierta justicia poética final.

Antes de ver esta película te recomiendo que veas la anterior de este director llamada "Kvinden i buret" que quiere decir "La mujer en la jaula" pero que en inglés la titularon "The keeper of Lost Causes". Es donde comienzan los personajes protagónicos con la División Q creada para archivar casos, cosas que el detective "enojado con la vida" no está dispuesto a hacer. Ni bien le saltan dudas,Carl y su asistente Assad se meten de lleno a investigar para regalarnos un policial muy interesante, entretenido y correctamente filmado. Estas películas son hermanas gemelas, misterio y golpe de efecto.
Lo distinto: mientras avanza la investigación, se actualizan las imágenes del pasado que confiman cada nuevo descubrimiento.