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Camino del Rocío (1966)

Camino del Rocío
91 min.
4,1
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Sinopsis
Tras la muerte de su padre, Esperanza y María Jesús se quedan desamparadas. Su padre había compartido sus negocios con su amante Martina Echave, que lo odiaba profundamente por no haberse casado con ella al enviudar. Por culpa de los manejos de Martina, las hermanas, casi al borde de la ruina, tienen que refugiarse en casa de una tía. El hijo de Martina (Arturo Fernández) intenta seducir a Esperanza (Carmen Sevilla) sin conseguirlo. Quien está realmente enamorado de ella es José Antonio (Paco Rabal), el capataz de una de sus antiguas fincas, aunque mantiene su amor en secreto. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Musical
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Camino del Rocío
Duración
91 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Alejandro Pérez Lugín
4
Un norteamericano en El Rocío.
"Drama" musical para el lucimiento de Carmen Sevilla, que quizá como actriz nunca llegó a ser nada del otro jueves, pero como cantante dejó constancia de su gracia y buen hacer. La película es un mero vehículo para enseñarnos a la Sevilla en todo su esplendor.

A pesar de ser un musical y que habitualmente en este tipo de películas el guión es lo de menos, en este caso está muy bien hilvanado y mantiene el interés hasta el final. Aunque prácticamente desde el principio se adivina el mismo.

Quizá y con mucho, lo mejor de la película sean sus secundarios, es decir: Francisco Rabal con su buen hacer siempre y su seriedad haciendo creíble cualquier papel que se proponga. En este caso el de un hombre enamorado de una mujer de un nivel social superior. O Arturo Fernández, en el papel que quizá lo haya encasillado pero que borda a la perfección: el de guapo vividor y conquistador, osea sinvergüenza a más no poder. Mención aparte merecen dos grandes de nuestro cine: Julia Caba y María Luisa Ponte. Sencillamente geniales, en particular la primera.

Si a todo eso unimos la fotografía perfecta de la Sevilla de los sesenta y el Rocío nos encontramos con un producto flojo pero entretenido.

Por último comentar una escena anecdótica que quizá ahora en 2013 nos llamaría poderosamente la atención: Francisco Rabal visita a una amiga en el hospital y sentado ante la enferma se pone a fumar tan tranquilo... curioso, curioso. Lo que cambian los tiempos.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Crítica de Camino del Rocío por Cinemagavia
*Cariño trianero

Los años 60 para el cine español fue una época plagada de grandes artistas, que a día de hoy son ya todo un icono como Marisol, Lola Flores o Carmen Sevilla. En 1966 Rafael Gil adaptó la novela de Alejandro Pérez Lugín, junto con Luis de Diego y José López Rubio con Camino del Rocío. La premisa principal del film se aleja de cualquier trama compleja o con una búsqueda de introspectiva y se tercia más hacia un entretenimiento ligero. No obstante, hay ciertas secuencias que realmente reflejan el pensamiento de la España de entonces, con algún que otro matiz sobre el empoderamiento femenino. Aun así, cabe recordar que era una época complicada para reivindicaciones, por lo que se hace de una forma sutil y más en pos de dar fuerza al personaje protagonista. Además, siguen prevaleciendo los valores de la época.

El principal problema que se encuentra es que la película se convierte en un melodrama que no tiene mayor motivación que encumbrar la figura de la Virgen del Rocío, pero que a lo largo de toda la película apenas se ve una correlación hasta pasada más de la mitad de la cinta. Por lo tanto, se percibe una falta de fundamento, una línea narrativa sólida, que vaya más allá de las desgracias, amoríos y el costumbrismo español. Dicho de otra forma, la estructura cae en unas facilidades que no trascienden más allá del lucimiento interpretativo y técnico. Por suerte, los personajes se construyen desde una cotidianidad que no desentona y, pese a no poder apoyarse en la acción, consiguen conectar con el público. En consecuencia, el resultado se queda en un plano muy superficial, donde las motivaciones son tan sencillas que es un mero entretenimiento banal, blanco y alegre.

*Carmen de España

Lo mejor de Camino del Rocío es, indudablemente, Carmen Sevilla. La folclórica es uno de los sellos de identidad de la industria española de antaño, gracias a su personalidad. En este film consigue brillar con una luz inmensa, eclipsando a absolutamente la mayor parte de sus compañeros. Sin embargo, aunque no tenga un reto interpretativo muy complicado, sabe efectuarlo con esa gracia hipnótica y una belleza muy estética, que hace que su expresión hable más que el propio diálogo. Junto a ello, hay que aplaudir el gran talento musical que demuestra durante las canciones que interpreta, con un manejo del baile y de la voz que engrandecen su actuación. Además, tiene una química muy especial con el resto del reparto, lo que hace que alrededor de ella se produzca esa picardía angelical que tanto la caracteriza.

Después, Francisco Rabal está impresionante, con una potencia escénica arrolladora, que mezcla con ese factor sentimental, que hubiera sido un acierto explotarlo mucho más. Lo mismo ocurre con Arturo Fernández, el cual maneja a la perfección esa socarronería, que lo coloca ante un papel antagonista que borda de una forma extraordinaria. Los dos juntos se convierten en el desafío interpretativo por excelencia, lo que hace que sean generosos el uno con el otro y ofrezcan una simbiosis artística muy bonita de ver. Por otra parte, Concha Goyanes tiene duende y esa ingenuidad intrínseca, que hace que haya un mayor equilibrio en el juego de seducción interpretativo.

Luego, Guillermo Marín es certero y controla perfectamente la escena. Por último, María Luisa Ponte y Robert Royal son, tal vez, los que se encuentran en un perfil más bajo, dando unas interpretaciones bastante mejorables, dado que lo realizan desde un prisma demasiado encorsetado.

*Sevillanas en la feria

La España de las palmas, las ferias y los cortijos encuentran su reflejo en Camino del Rocío. Rafael Gil ha sabido plasmar la Sevilla de los años 60, con esos edificios blancos, esos parajes salvajes y muchas veces áridos, que contrastan con una realidad colorida llena de música y baile. En primer lugar, la dirección de fotografía ha sabido encontrar esos puntos costumbristas, que sirven de contexto histórico y permiten conocer cómo era la sociedad de entonces a través de ellas. No hay una gran innovación, pero hay planos que tiene una disposición con un toque llamativo. Luego, la dirección artística ha seleccionado unos espacios muy diversos, lo que le da mayor juego al film y un dinamismo que hace que la acción transcurra con facilidad. A ello se le suma un cuidado exquisito por los pequeños detalles, marcando la importancia de su significado visual.

Sin embargo, la composición sonora no goza de un acabado a la altura de la imagen. Se puede notar que hay saltos de sonido, que se interrumpen entre silencios y un montaje que no termina de construirse como debiese. Aunque cumple, no se puede concluir que el resultado sea satisfactorio. Por lo cual, se esperaba mayor atención en este factor, imprescindible para el género de cine al que pertenece. En cambio, las canciones que intervienen son estupendas, pegadizas y accesibles, llegando incluso a sonar al público actual, como es el caso de “Cariño trianero”. Únicamente, al ser una película musical, se echa en falta una mayor cantidad de canciones. Pese a ello, el montaje ha sabido unir los números musicales y la propia acción narrativa en una simbiosis orgánica y muy fluida.

*Conclusión

Camino del Rocío es una película costumbrista que sirve como entretenimiento y archivo histórico del cine español más cañí. Sin embargo, para triunfar más allá del lucimiento musical y visual, hubiera sido importante buscar una historia con un trasfondo más complejo, con una profundidad que elevase el resultado del film. Aun así, cuenta con unas interpretaciones magníficas de Carmen Sevilla, Francisco Rabal y Arturo Fernández. Unido a ello, una disposición técnica que retrata muy bien la Sevilla de los 60, con unas canciones pegadizas y un montaje dinámico. No obstante, no va más allá. El camino musical del folclore andaluz, que llega a una exhibición de luces y bailes de feria sin mayor complicación.

Diego Da Costa
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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