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Almas inocentes (1959)

Almas inocentes
84 min.
5,0
133
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Sinopsis
Rosalie es una chica que huye de su familia, porque su padre quiere venderla al primero que pase. Cuando conoce al ingenuo trampero Yanci Hawks, lo sigue hasta la ciudad. Allí se meten en un sinfín de líos hasta que Yanci se ve obligado a rescatarla del salón de baile. (FILMAFFINITY)
Género
Western
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Wild and the Innocent
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
5
El que se cayó de un guindo.
En este caso el título dice mucho: Almas inocentes, la inocencia frente al mundo. Un trampero que parece que baja a la ciudad por primera vez, se une a una pobre muchacha que no sabe de la vida más que miserias. Puede que estemos ante un Western moral, de tipo aleccionador, muy de la época de su producción.

Tanta inocencia despierta en el espectador sentimientos encontrados porque la película se convierte en una especie de parábola sobre la dualidad en el medio de vida de los colonos: fiereza e inocencia en la naturaleza y violencia, odio y engaño en la ciudad. En algún usuario incluso despierta el insulto hacia todos los sitios, es increíble el odio que padecen algunos porque alguien no le cae bien y es que Audie Murphy debe su popularidad a su papel en la Segunda Guerra Mundial y no hay que castigarlo por ello. La guerra es lo que tiene, que se mata y se muere contra voluntad y no deja buena fama, aunque no se tenga culpa. Fue un francotirador, como si la URSS y los nazis no los tuvieran, pero claro, hay que odiar ante todo y odiar sin parar.

Almas inocentes es del montón. Lo mejor: Las apariciones de Gilbert Roland, un actor por el que se siente predilección. Se parecía a un amigo de mi padre; tenía cara de simpático y lo era, y no odiaba a nadie.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Atajo de botarates
Audie Murphy tenía cára de pánfilo, así de claro, o sea, de pardillo, de botarate, de escasa inteligencia. Se pasa la peli citando la biblia, y así le va. De repente lo emparejan con ¡Sandra Dee!, y la cosa se hunde en abismos de abyección que deparan alguna que otra carcajada. Los patanes van a la ciudad (lo que los norteamericanos creen que es una ciudad, vamos), y allí se encuentran con Joanne Dru y Gilbert Roland, que les dan marcheta. La película naufraga por todas partes y rezas, ahora sí, para que acabe de una vez. Esto de la adicción al western sale caro a veces.
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12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
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