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Misterios del Titanic (2003)

Misterios del Titanic
90 min.
6,1
1.236
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Sinopsis
Documental (realizado en 3D para las pantallas IMAX) sobre el legendario trasatlántico hundido en 1912 que muestra las inmersiones submarinas gracias a las cuales se descubrió su estado actual. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Catástrofes Titanic 3-D
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Ghosts of the Abyss
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2003: Critics' Choice Awards: Nominada a mejor documental
10
4000 metros de profundidad!
Es difícil pensar que sucedió aquella noche del 15 de abril de 1912. Este documental deja muchos matices de sentimientos. Si bien es cierto que es demasiado extenso y que el material recolectado en si no llega a los 35 o 40 minutos, es importante a veces entender que los que hacen un documental merecen su espacio. Bill Paxton le agrega una pizca de observador externo como un pasajero en medio de la tripulación de un barco.

Cameron decidió contar su expedición y jugar un poco con la realidad y un poco con la imaginación. Ayudarnos a entender que fue lo que sucedió, no desde el punto de vista hollywoodense como se ve en su película, sino desde el humano.

El material que encontró es mucho para los que amamos la historia de este mítico trasatlántico, porque nos deja ver que le ha sucedido desde que se sumergió. Para los que aman la arqueología y la historia le resultara sorprendente encontrar cosas que se mantienen “intactas” después de 90 años sumergida a 4000 metros.

En fin, es un documental en la que mirando los restos del presente nos dejan una visión pequeña del pasado... con un poco de la imaginación de Cameron.
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Regreso al Titanic
Antes y después de haber inundado las taquillas de todo el orbe con el fenómeno “Titanic“, Cameron podía ponerse el mundo por montera y dedicarse sin contenciones a una de sus grandes pasiones: explorar los misterios hundidos con el pecio del barco más legendario de todos los tiempos.
Una apabullante tecnología de vanguardia se sumergió hasta los tres mil ochocientos metros de profundidad, en las coordenadas exactas del Atlántico Norte en las que descansan los fantasmales restos del que fue el transatlántico más flamante que se haya construido.
Cameron no reparó en medios y reclutó al equipo más preparado para tamaña misión. A lo largo de bastantes años el cineasta ha explorado con frecuencia las corroídas ruinas, y nos ha hecho partícipes de su obsesión. Él podía permitírselo. Es uno de los directores de cine que más dinero amasan, así que una afición tan carísima como la de investigar sobre el Titanic era para él totalmente asequible. Un reto formidable, cierto. Tan formidable que rebasa todo límite científico y emocional.
Y yo me alegro de que Cameron esté enamorado de los fantasmas que se fueron a pique aquel 15 de abril de 1912, porque gracias a ese encandilamiento, yo también puedo alimentar mi hambre de sumergirme figuradamente en el océano para intentar rozar algo de ese monumental enigma que yace esparcido por muchos metros cuadrados de lodo.
Imágenes sin precedentes sobre los secretos condenados a desintegrarse en la oscuridad abisal, lugares y estancias que nadie había mirado en casi un siglo, objetos que conservan un esplendor desvaído pero desafiante, los pasos todavía susurrantes de los que pisaron esos suelos, el rumor de las manos tocando las superficies y las cosas, la alegría ambiente de los pasajeros de todas las clases y condiciones que llevaban cuatro días pasándoselo bomba antes del fatídico accidente, la música lejana de la mini-orquesta de primera clase que tocó hasta el fin, la conmoción de los vigías, la estupefacción de la tripulación y de los pasajeros, los gritos congelados entre las destruidas paredes y sobre la maltrecha cubierta principal, los alardes de valor o las muestras de cobardía resonando… Lo que ocurrió aquella noche sigue hablando a través del lenguaje de lo que queda, lo único que se puede rescatar gracias a los avances que han hecho posible que unos ojos robotizados nos envíen unas vistas increíbles, impensables poco tiempo atrás. El lujoso crucero naufragado de principios del siglo veinte se codea de cuando en cuando con intrépidos visitantes casi un centenar de años más tarde, vestigios de otra época junto a tecnología puntera del tercer milenio, demostrando a las generaciones que quizás nunca se agotará la capacidad de fascinación del Titanic, nunca se terminarán de descubrir hallazgos mientras el aplastante y voraz mar no engulla definitivamente al buque de los sueños.
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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