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El artista anónimo (2018)

El artista anónimo
91 min.
6,6
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Sinopsis
Olavi Launio (Heikki Nousiainen) es un veterano galerista obsesionado por un misterioso retrato, El anciano negociante de arte, en otros tiempos muy respetado, ha sido ahora olvidado por la corporativización de la industria. Separado además de su familia, Olavi espera que el cuadro, un icono infravalorado por el resto, haga volver su fortuna.
Género
Drama Pintura Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Finlandia Finlandia
Título original:
Tuntematon mestari
Duración
91 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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10
NO HAY MiRAR MATERIALISTA QUE PUEDA CON LA CONTEMPLACIÓN DE «KRISTUS»
Esta película especial es muy apropiada para traer a colación a Paloma Hernández García (nacida en Madrid 1977, licenciada en Bellas Artes por la especialidad de pintura en Universidad de Salamanca 1995-2000 y además conocida por su canal de YouTube «Fortunata y Jacinta» (un programa de análisis filosófico que aborda algunas de las problemáticas históricas que caracterizan el mundo presente).

¿Por qué? Primero, porque la película trata sobre una pintura que va a subastarse, el retrato de un hombre, de autor anónimo, que al contemplarla un anciano galerista observa con ojos que ven más allá que el común: la mano del célebre pintor ruso Ilya Repin (1844-1930), ¿quizás un «Kristus»? Y asimismo, Paloma Hernández es autora también de una pintura en la cual se puede admirar a Cristo pintado con la fuerza de lo teológico en vez de la muy inferior palabrería ateológica de los materialismos ateos (el Cristo de San Damián, de Paloma Hernández, puede verse en la iglesia conventual de los Capuchinos, calle Ramón y Cajal, Salamanca).

Y en segundo lugar, porque tanto el protagonista principal del filme como Paloma Hernández poseen el don, la gracia, el arte, de reconocer lo valioso, lo extraordinario, lo plus y trascendente en medio de la corrupción moral, cultural y artística que lo impregna casi todo hoy por hoy bajo el marchamo y amparo del sello «progre».

Conmovedora y y sobresaliente la dirección del director finlandés Klaus Härö, así como la actuación del veterano actor finlandés Heiki Nousiainen. Ambos nos enseñan con sus talentosas praxis, que las transacciones en el campo del llamado arte y la llamada cultura artística se han vuelto tan omnipresentemente corruptas que constituyen la norma habitual, aunque también en medio de todo eso siempre surge algún par de viejos ojos, con la visión profunda a lo Ramón Tamames, que han visto y saben muchísimo más que las legiones de pupilas embotadas en la cómoda necedad o cobardía de aplaudir y complacer a lo políticamente maligno y repugnante.

En definitiva, donde los mamonazos solo ven el irrelevante retrato de un hombre, otros pocos descubren y ven a «Kristus».

Fej Delvahe
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19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Una película de pequeños detalles llena de sentimiento, emoción y aprendizaje
Olavi, un viejo solitario y marchante de arte, tiene una pequeña y modesta galería en una transcurrida calle de Finlandia. Todo a su alrededor ha cambiado, y tanto él como su tienda han pasado desapercibidas, así como lo hace una piedra en medio de una tormenta. Pero los aires de la modernización llegan a quebrar, poco a poco, monolitos ya muy añejos. Su hija Lea, una mujer que, como una hormiga, ha cargado a sus hombros mucho más peso del que podría, contacta con Olavi para que su nieto Otto, un completo desconocido para él, haga las prácticas curriculares en su negocio.

El papel que juega Otto en la vida de Olavi es crucial por varias razones. Por un lado, el viejo se resguarda del frío del cambio dentro del pequeño oasis que es su tienda, donde todo está pausado. En aquella insostenible armonía, el joven irrumpe hondeando la bandera de la generación millennial; ejemplificada en que un gran número de sus apariciones comportan una coca-cola, los cascos y el móvil. Por otro lado, reabre una herida que llevaba años intentando olvidar en vano: la dañada relación con su familia tras el divorcio y posterior muerte de su mujer.

El artista anónimo forma una espiral argumental, rizando y rizando el rizo, hasta llegar a un mundo etéreo en que recuperamos la más pura esencia de la novela mística en la que, como hacía Santa Teresa de Jesús, el protagonista desempaña su mirada y ve con perspectiva todo el tablero que supone la vida, sus prioridades y errores. Todo este proceso espiritual parte, como no podía ser de otra forma, de un cuadro anónimo en el que Olavi se fija. Lo que no sabe el señor Launio es que sí, esa obra salvará su vida, aunque no de la forma que piensa.

Como se ha dicho al principio, cada detalle hace que esta propuesta típica se revalorice como lo hace un garabato firmado por Monet. El momento en que Olavi espera ansioso a que bajen el Repin, es un ejemplo: un haz de luz entra por un pequeño orificio; un orificio ubicado en contra de la lógica y puesto a conciencia para que los rayos golpeen la grumosa tela y la cara del Cristo, ahora bañada en oro, y acabe mostrándose como una aparición divina.

También nos sirve la figura del tranvía, la cual está presente en toda la trama y constituye una analogía de la vida: pasa deprisa y al margen de él (por delante suyo y de su tienda y, sin embargo, al margen de él) y cuando retoma su relación familiar y empieza a quitar el polvo bajo el que estaba sepultada su vida, aparecen planos de él dentro de la cabina. Lo mismo hará su hija más tarde; y la cámara enfoca los paisajes que se ven desde las vías como si nosotros también estuviéramos subidos. Otro ejemplo, bastante visible, el cambio melódico después de que reciba la llamada del museo contándole a qué se debe la ausencia de firma. En ese mismo instante, es cuando el protagonista comienza su ascensión, y así lo demuestra la música sacra.

Técnicamente, el filme es un conjunto de cuadros más que de fotogramas, en los que la fotografía y la disposición de personajes y decorado es minuciosa. A parte, tiene un tempo muy marcado e irregular que, sin necesidad de grandes efectos ni estímulos, puede llegar a atraparte y ponerte en tensión. Por ejemplo, las primeras secuencias son lentas, con una luz amarillenta, y primeros planos de índole costumbrista; no obstante, la secuencia de la búsqueda del retrato se compone de planos cortos y rápidos, poco iluminados, y con el sonido del paso de las páginas creando tensión.

Para terminar, evidenciar que es una película que habla sobre arte, usando el mismo arte: Hacia el atardecer de Hugo Simberg es el resumen visual perfecto del relato. Hay mil cuadros y se escoge ese: pura narrativa visual. En general, no será ni mucho menos el mejor título del año, pero sí una buena excusa para despertar emociones y reflexionar. Para nosotros mismos.

www.contraste.info
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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