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Voice Without a Shadow (1958)

Sinopsis
Por una llamada errónea, Asako, quien trabaja de telefonista operadora, escucha la voz del asesino del propietario de una casa de empeño. Sin embargo no se ve capaz de identificar al individuo y la policía cierra el caso sin remedio. Unos años después su marido Shigeo empieza a trabajar para un gángster despiadado llamado Hamazaki...cuya voz le es extrañamente familiar. ¿Se tratará del criminal de aquella vez?
Género
Intriga Cine negro Thriller
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Kagenaki koe
Duración
92 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
4
Tras la pista de un hombre muerto
Una voz desagradable al otro lado del teléfono es suficiente para armar una historia que nos lanza a los recovecos sombríos del negro con toda la violencia y nihilismo posibles.
Una voz sin dueño, ¿de quién podrá ser?, ¿y podrá Seijun Suzuki mantenernos en suspense hasta el final?

Todo podría apuntar a una respuesta afirmativa ya que sus habilidades como director de policíacos estaban más que demostradas en títulos como "Underworld Beauty" o "Eight Hours of Terror"; puede que Toshio Masuda se convirtiera de la noche a la mañana en el chico de oro de Nikkatsu, pero en absoluto desmerecía lo hecho por el natural de Tokyo. Tras un éxito considerable con su fábula de adolescentes rebeldes "Aoi Chibusa", es devuelto al mundo del "thriller" por orden de Kyusaku Hori para adaptar un conocido relato de misterio, publicado poco antes.
Se trata de "Koe", perteneciente a una serie de cuentos escritos por Kiyoharu Matsumoto, quien, además de aventurero arqueólogo y periodista político, fácilmente podría ser situado entre los novelistas más prestigiosos de la literatura criminal/detectivesca de la Historia de Japón (junto con Seishi Yokomizo, Akimitsu Takagi o Haruhiko Oyabu). Sin embargo, aunque muchas de sus obras fuesen llevadas al cine con fidelidad, no se puede decir que suceda lo mismo en esta ocasión, ya que el guión del cual se encargan Ryuta Akimoto y Susumu Saji parece trastocar un poco los acontecimientos originales.

Pero Suzuki sí nos asegura un comienzo inmejorable, con esa bellísima Yoko Minamida ejerciendo de telefonista operadora para un periódico; de hecho el guión no se demora en presentarnos al personaje antes de introducirse en la propia trama, por tanto esa "voz sin sombra" del título llega temprano y de manera escalofriante. Su llamada a un número erróneo la convierte en testigo (auditivo, podríamos decir) de un crimen; pero este suceso, que tanto recuerda al clásico de Litvak, "Voces de Muerte", pasa con demasiada rapidez.
Tanta que tres años se despachan en tres minutos. Un fallo bastante grande. El caso queda sin resolver y es el compañero de oficina de la mujer, Hiroshi, quien aún lo recuerda, gracias al recurso de escuchar los pensamientos de los personajes, algo muy propio de la novela negra. La estructura parece irregular pero el director sabe fraguar la intriga con precisión y haciendo uso de una impronta visual bastante arriesgada y experimental teniendo en cuenta que aún nos hallamos en los anales de su carrera. Se dispara la tensión cuando un gángster sin escrúpulos (Jo Shishido repelente y antes de su operación de pómulos) chantajea al fracasado marido de Asako.

Pero pese al atractivo del blanco y negro de Kazue Nagatsuka y las técnicas de Suzuki (ya podemos ver esos encuadres extraños, cortes inesperados, representación de sueños, juego de perspectivas y yuxtaposiciones), que marcarían su estilo posterior, todo se derrumba cuando, nada más en el primer tercio de metraje, la resignada esposa no sólo descubre por casualidad al autor de aquel homicidio de años atrás cuando el espectador ha tenido mucho tiempo para averiguarlo, sino que, en una maniobra que podría ser catalogada de genialidad incomprendida o de imbecilidad superlativa...¡los guionistas deciden así como así cargarse al asesino!
Y Asako ni siquiera se había dignado a acudir a la policía antes de que esto sucediera, no crean. El extender la acción del cuento de Matsumoto provoca dejar una intriga bien armada e iniciar otra mucho más enrevesada pero evidentemente menos interesante, sobre todo cuando el número de personajes secundarios empieza a aumentar hasta el agobio. Las riendas del protagonismo parece tomarlas el ya olvidado Hiroshi, formando parte así "Kage-naki Koe" de esa serie de obras del cineasta donde un curioso reportero se inmiscuye en tramas de suspense, corrupción y asesinatos, en resumen los bajos fondos de Tokyo expuestos a la manera del "noir" estadounidense.

Él deberá indagar la verdad entre matones de poca monta, pubs atestados de humo, callejuelas solitarias y rudos policías; a éstos (que tardan mucho en entrar en el argumento y aún desconozco el motivo) también se les brinda la merecida atención, lo suficiente para que Hatanaka reemplace a Hiroshi como héroe de la función...pero ello sólo sucede durante un pedazo de metraje. Mientras, Asako ronda por ahí, preocupada por el marido, y a veces unida a Hiroshi en la investigación; en realidad, como éste les persigue, el misterioso jefe Muraoka, el secuaz idiota Akira y la zorra de Mari (Shinsuke Ashida, Keisuke Noro y Midori Ishizuka, detestables en exceso) acaban ganando más atención que todos los demás.
Y como son incapaces de crear un sólo villano carismático, los guionistas sólo alcanzan a modelar los clásicos estereotipos de trazo grueso y pocas luces...si bien aquí nadie está bendecido con la inteligencia. Que me expliquen entonces por qué el matrimonio no confiesa los hechos a la policía cuando debe, por qué Asako no habla del acoso que sufre por parte de Hamazaki a su marido, por qué los agentes se quieren adelantar a la verdad en lugar de indagar como es debido...y por qué demonios los villanos se traicionan de repente y sin justificación. Caótica narrativa sin remedio.

Los pensamientos en voz alta tampoco funcionan pues el misterio se evapora, no obstante Suzuki hace un buen trabajo plasmando en pantalla las confesiones de los testigos y demás implicados a modo de "flashbacks" (el mérito de que la película se salve de la quema y el pisotón es suyo sin duda).
Así podemos deleitarnos con una invención muy audaz: una confesión falsa que hace cierto personaje y que se escenifica como una pesadilla surrealista (...para terminar volviéndose una de las secuencias más extrañas y enfermizas de la carrera de aquél y del cine japonés moderno, quizás el único instante que realmente captura la locura, la crueldad y la insensibilidad tan propia de las obras de Matsumoto).
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