Flor del desierto (1926)

Hay dos escenas que solas justifican ver esta película del cine mudo. Una, la lucha de la mamá de Barbara para salvarse ella, a su niña y sus enseres de la furia de una tenaz lluvia de arena. La magnificencia de la escena se pone de presente cuando se piensa en los modestos recursos escenográficos de aquellos años del cine silente.

Pero más aún la que muestra la ruptura del dique y los efectos de la furia de la otra fuerza de la naturaleza, ya no la arena sino el agua. De nuevo hay que ubicarse en los años en que era casi imposible realizar efectos visuales y era necesario recurrir a lo que la naturaleza prestaba. La carrera de la gente por salvarse, llevarse a sus animales y sus enseres recuerda por momento las más épicas escenas de Eisenstein.

Un muy joven Gary Cooper y una hermosa Vilma ponen la parte actoral en su buen nivel.

Aunque no sea una famosa obra maestra muda, esta película no deja de ser genial. Trata sobre como la modernidad, el capitalismo y el pseudo progreso de las ciudades llegaron a las zonas rurales para meter mano en la naturaleza, invadir la vida de la gente de pueblo y cambiarla... ¿para mejor o para peor?
Sobre la falsedad del progreso hay varios chistes que recuerdan a Griffith: como cuando llegan familias de colonos y los que vienen en auto se quedan varados a causa de fallas de la máquina, mientras los que vienen en carretas pueden seguir su viaje como de costumbre.
Por si no fuera poco, tiene efectos prácticos muy destacables, una gran fotografía de exteriores reales y un buen elenco de jovenes promesas como Gary Cooper y Ronald Coleman, junto a una bellísima gloria muda Vilma Banky