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Cuento de verano (1996)

Cuento de verano
109 min.
7,4
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Sinopsis
Nuevo cuento de las "cuatro estaciones" de Rohmer. El joven Gaspard llega de vacaciones al balneario francés de Dinard. Su idea es encontrarse allí con Lena, la muchacha que lo tiene loco. Pero en esos días soleados y calmos conoce a otra chica, una morena atractiva y sensual que le sugiere nuevos rumbos a su corazón. Sin embargo, tal vez la respuesta no esté en ella, sino en Margot, la dulce camarera con la que Gaspard hace amistad sin darse cuenta. (FILMAFFINITY)
Género
Romance Drama Drama romántico Amistad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Conte d'été
Duración
109 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Cuentos de las cuatro estaciones de Rohmer
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8
Sugestiva fábula de Gerard y tres muchachas en busca de un amor de verano
Escrita y dirigida por Eric Rohmer, es la tercera obra de "Cuentos de las cuatro estaciones", serie iniciada con "Cuento de primavera" (1990), seguida de "Cuento de invierno" (1992) y culminada con "Cuento de otoño (1998). Se filmó en localidades costeras turísticas de Bretaña: Dinard, Saint-Malo, Saint Briac, Saint-Cast le Guildo y Saint-Jacut-de-la Mer.

La acción tiene lugar a lo largo de 20 días en julio/agosto de 1995 en Dinard, sede de un renombrado balneario turístico, y en otras localidades de Côtes-d'Armor y de Ille-et-Vilaine (Francia). La narración invierte la relación de "Cuento de invierno" entre una mujer y 3 hombres por la de un adolescente y 3 muchachas. Gaspard (Melvil Paupaud), estudiante de matemáticas, aficionado a la música, especialmente a la composición, acude a Dinard para encontrarse con la chica que él considera su novia, Lena (Aurelia Nolin). Mientras espera su llegada, conoce a Margot (Amanda Langler), estudiante de etnología, que trabaja como camarera en la crepería de su tía, y a la sensual Solene (Gwenaëlle Simon).

La película glosa las relaciones de amistad y de aproximación al amor de unos adolescentes que juegan a mayores, entre inseguridades, dudas, inquietudes, inexperiencia, curiosidad y temor al fracaso. Los cuatro hacen uso de simulaciones, ocultaciones, pequeñas mentiras, palabras ambiguas y falsas apariencias, para protegerse de compromisos que no desean y de debilidades que no quieren revelar. Como es habitual en el realizador, el azar ocupa un lugar relevante en la historia. La amistad fluye con facilidad y los conflictos de intereses se apuntan con la superficialidad propia de unas relaciones de verano, efímeras y breves. La acción combina escenarios naturales, muy variados, y diálogos sencillos y naturales, que contienen la belleza de la sinceridad y la espontaneidad. No queda del todo claro si Gerard juega con las 3 chicas una historia de leves enredos o si son las chicas las que se sirven de él para dar sentido a unas vacaciones intrascendentes, de sol, música, baile y conversación. Nada serio puede cuajar en tres semanas, pero las 3 muchachas y Gerard salen enriquecidos en experiencia, madurez y apego a la vida.

La música ofrece 2 canciones originales de Philippe Eidel ("Le Forlon" y "Jean Quémeneur") y una de Sebastien Erns ("Fille de corsaire"), que se atribuye a Gerard. La fotogrfía, luminosa y colorista, crea escenarios abiertos y cálidos, muy adecuados a la acción, con paseos por las playas y las campiñas próximas. El guión basa su capacidad de sugerencia y emoción en la sencillez de la historia. La interpretación de los 2 protagonistas (Poupaud y Langlet) desborda naturalidad y espontaneidad. La dirección crea una obra llena de amor a la vida y de exaltación de la juventud.

La película contagia alegría de vivir y trasmite confianza en los jóvenes.
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56 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La delgada línea
En cierto modo la peli de Rohmer, más que de amor, parece de ciencia-ficción. Porque, vamos, si ya de por sí ligarse simultáneamente a tres pibones en un mismo lugar podría catalogarse como un acto poco menos que sobrenatural, imaginaos como podríamos definir ese acto (o lo que de él se deriva) si —tras seducir a ese tierno pack de bollycaos— nuestro atolondrado donjuán se las pirara, acto seguido, con la excusa de comprarse una grabadora. Alucinante, ¿no?

Pues eso mismo, más o menos, es lo que sucede en “Un cuento de verano”. Con la salvedad, claro está, que quien nos lo cuenta es Eric Rohmer. Un cineasta cuya naturalidad, continencia y profusos diálogos nos hacen partícipes de una deliciosa fábula estival que nada tiene de cómica ni de melodramática y sí mucho —aunque parezca increíble— de lúcida, ponderada y reflexiva.

Ocho meritorias estrellitas, pues, para una modesta historia que dice mucho más de lo que parece y que, sin lugar a dudas, ha conseguido recordarme aquella época en la que la delgada línea que separaba amistad, amor y sexo todavía era —bendita inocencia— excesivamente difusa.
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32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
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