Conagher (TV) (TV) (1991)

Hay detalles pequeños que son muy significativos. Llega un matrimonio mayor con sus hijos al rancho, desciende del pescante el marido dejando a su mujer arriba para que se las apañe sola para bajar. ¿Cuándo hemos visto esto en un western? Claro que no es lo mismo una señorita guapa y elegante que una esposa entrada en años, Emily, aunque sea la mismísima Katherine Ross, que sigue estupenda.
Siguiente escena, el padre debe marchar a comprar ganado dejando a Emily y a los chicos con provisiones para un mes, 50 dólares y una escopeta. Ya no volverá. No es que se haya ido a por tabaco, no, es que es un poco torpe con el caballo y al caerse se desnuca el solito. La mujer lo siente, si, pero a los tres meses ya está ensayando caídas de ojos ante el bueno de Conagher (Elliot).
¿Quién es este señor? ("Mi nombre es Conagher" es toda su presentación). Pues el protagonista de una miniserie de telefims que ronda los 70 de edad, un vaquero serio de los de antes, de vuelta de la vida de la que tiene hecha su propia filosofía ("Toma el sueldo que te dan y haz el trabajo que te manden", "Si quieres matar hazlo en tu tiempo libre"), un hombre que no recula ante las amenazas de los malos ("Ni eran tan buenos, ni eran tan hombres").
Lo demás son ataques al rancho de indios o de forajidos, diligencias, robos de ganado, tiroteos y escenas tristes de salón. Pero como al "Olmo seco del camino" machadiano que algunas hojas verdes le han salido, la cultivada Emily que pasa el tiempo contemplando las estrellas o leyendo poesía, empieza a lanzar mensajes al mundo, pero no dentro de una botella pues estamos muy lejos del océano, sino prendidas con lazos en la hierba rodadora, esa planta barrilera que estamos acostumbrados a ver en los westerns rodando por las calles en los días ventosos. Y tiene éxito, vaya si lo tiene, el bueno de Conagher empieza a recoger los mensajes y a sentirse destinatario de los mismos. Lo malo es que estos mensajes llegan a muchos otros creando una "fiebre rodadora" (literal) en toda la comarca.
Como en todas estas cintas destinadas sobre todo a la televisión, los paisajes, colorido, fotografía, ambientación, vestuario, música ... todos estos aspectos técnicos están siempre muy cuidados. Buena interpretación también en general, sobre todo Ross, que quien tuvo retuvo.
Ahora es una película lenta y fría, donde se abusa mucho de la voz pasiva, frases cortas y cortantes, achuladas siempre, seguidas de largos silencios. Con un romanticismo un tanto cursi y relamido, "No sabes lo que es la música hasta que oyes el viento sobre los cedros". No estamos muy acostumbrados en el western a estos amores crepusculares en la línea de "El último pistolero" (Don Siegel), claro que ni Ross es Lauren Bacall ni muchísimo menos Elliot es John Wayne. De todas formas ya se sabe: "amores de viejos, amores pellejos".

Sam Elliot (actor) es un especialista en westerns románticos, muy hermosos - The Quick and the Dead, No lucharé nunca más -

Esta cinta tiene todo lo necesario en los westerns de supervivencia.

Cumple muy bien con la construcción de un ambiente adecuado, y personajes muy bien narrados. La acción y los personajes están correctamente reseñados.

Un film a resucitar, a destacar. Acompañado de un romanticismo verdadero de las personas entradas en años. Se vive un oeste verdadero, paisajes, personas, comportamiento, y ganas de vivir y sobrevivir.

Vale la pena verla, y ayudarnos a recordar grandes películas aventureras del lejano oeste, donde se necesita resistir y seguir, sin importar ni edad, ni medios.