Tío, ¿de verdad vienen de París? (1975)

Comedia familiar, sencilla, emotiva y distendida en la que M. Ozores hace gala, de nuevo, de una soltura narrativa más que notable y acierta a encadenar las diversas tramas con naturalidad absoluta sabiendo ejercer en cada momento el peso justo sobre cada escena.
Su sentido del humor alcanza momentos de gran altura y por eso la sonrisa (o la risa indisimulada) puede aparecer en cualquier momento durante la proyección.

Fluido, desenvuelto alegre y tierno, la presencia de A. Landa y de A. Ozores confiere al largometraje ese valor adicional que los grandes actores imprimen a las obras en las que participan.

Película para ver en clave de comedia sin complejos de ningún género.

Destaca de esta película el buen papel que hace Landa, esta vez interpretando a un tío que vende estatuas y que recibe el encargo de cuidar por unos días de sus sobrinos. El guión daría para algo más extenso, pues solo se para de lleno en la historia de tres de los sobrinos, la del novio pureta, el adolescente virgen y el músico captado por una secta homosexual.

El mejor papel es el de la niña sabelotodo, que aparece en una de las escenas leyendo el Mein Kampf, en algo que no me hizo gracia, e ignoro qué intención debió tener el que se le ocurrió tremenda obscenidad.

Luego tenemos la escena de la homosexualidad, en donde se trata de delincuentes a los mismos, no por el hecho de explotar a jóvenes, sino por el hecho de serlo. Cobarde el guionista, acción que sin embargo es opuesta a la crítica que se hace a decirle a los niños que los bebés vienen de Paris. Educación sexual y fuera censura. Se nota que España estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, a finales de 1975.