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¿Qué hacemos con los hijos? (1967)

¿Qué hacemos con los hijos?
95 min.
5,2
1.473
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Sinopsis
El taxista Antonio presume de sus hijos: Juan, que le ayuda con el taxi; Luisa, peluquera de señoras, Antoñito, que estudia para ser abogado, y Paloma, que será ama de casa. Lo que Antonio ignora es que sus hijos no son en absoluto como él cree. Cuando lo descubre sufre una gran decepción y se enfrenta a toda la familia. Como desde entonces nadie le dirige la palabra en casa, Antonio decide dejarlos para que descubran sus errores por sí mismos. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Familia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
¿Qué hacemos con los hijos?
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Carlos Llopis
7
Una película de otro tiempo.
E injustamente puntuada por lo que veo porque la gente está bastante llena de prejuicios. Ya por ser la peli de Paco Martínez Soria no se toma en serio. La película está plagada de un elenco impresionante de actorazos que lo hacen todo perfecto. Ha cambiado mucho el cine español desde luego.

Evidentemente la moda ahora es que todo lo que sea de la época franquista es poco menos que mediocre e incluso paradojicamente censurable. Pero la verdad es la verdad. Y el cine español de ahora es una mierda vomitada por un cerdo y el cine español de antes...mucho más ingenuo vale, pero muchísimo mejor. Muchísimo.

La peli es familiar. Con lo cual menos de moda todavia. Y aunque sea de esa época es más actual y realista que muchas otras. Los problemas que se presentan son los de hoy en día y los de siempre. Muy bien planteados y simplificados. Pero entrañable y graciosa. Porque pese a quién le pese Paco Martínez Soria es un pedazo de actor y esta no es como otras comedias que son algo más serias. Es una gran peli. Con una fotografía simplemente espectacular.

Lo único malo que se hace un pelín larga ya que el desenlace se produce a veinte minutos del final.
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26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
«Te quiero como el primer día que te dije que no»
Eso es amor y eso es saber decirlo. Aunque, claro, hay que ver «¿Qué hacemos con los hijos?» para entender toda su dimensión sentimental. El modelo de familia patriarcal se examina con lupa y vemos amplificado y ampliados sus defectos, sus debilidades y, también hay que decirlo, sus aciertos.

Lo primero es lo primero, así que vaya por delante la condensación de talento que contiene el metraje. Entre otros, ahí están Paco Martínez Soria, José Sazatornil, Alfredo Landa, Mª José Goyanes, Lina Morgan, Manolo Gómez Bur, Sancho Gracia (y además guapísimo, ¿no?), Mercedes Vecino o Emilio Gutiérrez Caba, actor por el que siempre he sentido un especial cariño y admiración, arraigada tiempo ha, posiblemente en algún momento de mi infancia en alguna tarde de sesión de cine por el televisor. Creo que ningún otro como él ha sabido, o ha podido, simbolizar la juventud y la rebeldía patria, con ese aire, ese porte, ese rostro medio infantil y ese estilo que siempre me parece melancólico y abstraído al más puro estilo hollywoodiense.

El guión nos cuenta las relaciones y el choque entre unos padres y sus hijos, algo que estará siempre a la orden del día. Pese a lo desfasado que nos puede parecer el planteamiento o incluso algunos conflictos, no podemos cerrar los ojos a la realidad que late bajo la piel de esta familia nuclear, tradicional y, sobre todo, universal: falta de comunicación, diferencias generacionales, castigo o diálogo, ceder o restringir, son algunas de las reflexiones que se lanzan. Llama mucho la atención, como siempre en este Cine que se rodó cuando se rodó, la visión sociológica de España. En una escena maravillosa en el plano técnico e interpretativo sobre todo, y de una gran violencia in crescendo, el marido Antonio hace el amago, según él para demostrar quién manda, de darle una bofetada a su esposa María.

¿Qué creemos que hace la mujer ante una situación tan tensa y traumática? Pues que ni se retracta, ni se retrae, ni se achanta, ni se acobarda, ni se humilla ni se calla. Doña María saca pecho, mira furiosa, da una patada en el suelo y se mantiene firme en su posición. Admirable gesto, y admirable actitud. Porque, como ella dice poco después, «tengo que obedecer a mi marido, pero...»; y en ese «pero» hará todo lo que esté en su mano, autónoma y dominante a su estilo, para doblegar al hombre hasta que él, por fin, tenga que terminar diciendo lo «cariñosas que os ponéis las mujeres cuando pasamos por el aro». Faltaría más. Del mismo modo, los hijos tendrán que superar sus necedades, darse cuenta de sus errores y aprender a respetar a su padre, quien se da cuenta de que por muy cabeza de familia que sea, a fuerza de malos modos e incomprensión no se consigue nada. El equilibrio final es esperanzador y los valores como la autoestima, la dignidad, la virtud (en el sentido más amplio que pueda imaginarse) y el amor son valores eternos.

Coincido con quien alaba el paseo de Martínez Soria por las calles madrileñas, secuencia de un vanguardismo que en pleno 20013 sigue asombrando, para que veáis algunos. Prejuicios fuera, por favor.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
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