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El vagabundo de Tokio (Tokyo Drifter) (1966)

El vagabundo de Tokio (Tokyo Drifter)
89 min.
6,6
1.102
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Sinopsis
"Phoenix" Tetsu es un asesino a sueldo reformado que ha seguido el ejemplo establecido por su jefe, aparentemente arrepentido de su trabajo. Una vez alejado del mundo delincuente, Tetsu se encuentra vagando por las calles de Tokyo, eludiendo a la par que esperando una muerte segura a manos del villano Viper. Tan sólo le queda la compañía de su novia, cantante de un nightclub. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Drama Thriller Crimen Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Tôkyô nagaremono (Tokyo Drifter - The Man from Tokyo)
Duración
89 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
Pequeña joya del cine de yakuzas
Básicamente “Tokyo Drifter” relata la historia de Tetsu, un ex-yakuza que encarna Tetsuya Watari. Tetsu es ese “vagabundo de Tokio” al que alude el título de la canción que se repite constantemente a lo largo de la película, un tipo duro y desarraigado, que tiene por jefe, Kurata (Ryuji Kita), un gángster que quiere dejar de serlo, pero no puede porque conserva los enemigos de antaño, y es a su fiel Tetsu a quien, por cubrirle las espaldas, le toca recibir todos los golpes. Aunque el relato no se caracterice por su sutileza en los diálogos y el desarrollo de los acontecimientos, el filme va mostrándonos el retrato de un desmoronamiento anunciado, el de los valores que sostenían los actos y pensamientos del protagonista, el de un tiempo pasado que fue mejor.

Nacido en Tokio en 1923, Seijun Suzuki realizó un extraordinario ciclo de cintas de yakuzas durante los sesenta, cuando trabajaba en la unidad B del estudio Nikkatsu. Dicha serie de películas se caracterizó por presentar momentos de puro delirio marcados por estallidos de color, curiosos ángulos de cámara, humor absurdo, y historias que desafiaban las barreras propias del género. En 'Tokyo Drifter' Suzuki consigue visualmente llegar al espectador gracias a una magnífica perspectiva, profundidad de campo y sobretodo, por un uso del color exquisito. Con un estilo muy teatral, pasaremos por distintas etapas de color, desde el amarillo, morado, verde, azul, blanco o negro, tanto en los personajes como en los decorados.

Película compleja pero realmente disfrutable, cuya calidad técnica y experimentación narrativa la posiciona como una verdadera joya del cine de yakuzas.
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"Ore wa hitori de nagaremonoooo...asu no hakaba wa wakaranai...
Aahh, Tokyo Nagaremonoooo!...
Yume wa iranai hana narabaaaa...hana wa chiroshi yume mo chiruuuu...
Dose chiru nara otokobanaaaa...oremo suteta ze kiriyueni...
Aahh, Tokyo Nagaremonoooo!...".

Interpretada desde su alma melancólica, es la balada de un vagabundo solitario que "no conoce el cementerio de la mañana ni necesita sueños, pues éstos se disuelven como se esparcen las flores, y, al fin y al cabo, la de un hombre siempre se esparce cuando renuncia al amor por su honor". La poética de la soledad elevada a la más descorazonadora belleza; impagable. Es este "Tokyo Nagaremono" el tema que cruza de principio a fin y que impregna con su negro sentimiento la película a la que da título, realizada en una especie de fecha clave: 1.966.
Aquí se empieza a determinar el futuro de dos directores, Shohei Imamura y Seijun Suzuki, ambos anclados en los dominios de Nikkatsu y bajo el yugo de las exigencias y los límites de sus mandamases. Aquel año el primero se larga de allí para proseguir su carrera con una productora propia; el segundo se queda por cuestiones alimenticias, y para su desgracia verse censurado al tener que dirigir el insulso y convencional melodrama "Kawachi Carmen" (al que acabó dando su toque único) como respuesta a la mala recepción de "Tattooed Life". Pero los recortes de presupuesto a los que se enfrentaron él y su director artístico Takeo Kimura sólo incrementaron aun más su osadía y visión rebelde.

Porque este dúo infatigable ante los fondos mínimos ya demostró su capacidad para convertir sus encargos en auténticas experiencias visuales desde que coincidieran en "Akutaro". Pero el fan de Suzuki se acordará del prólogo de "La Juventud de la Bestia" a lo largo de un primer tramo revestido de negro tétrico y blanco saturado que exuda los aromas del "noir" más añejo y "melvilliano"; y, como en aquélla, se visita rápidamente el color para iniciar esta historia: la de un joven convertido en objeto de la balada que canta su gesta, de soledad, de traición, de peregrinaje eterno, como en "Sandanju no Otoko".
Pero al contrario de su protagonista, Tetsuya es un vagabundo de ciudad, un yakuza que quiso dejar de ser yakuza y permanecer leal a su jefe Kurata sin tener que volver a matar ni cometer delitos; en su desafortunada búsqueda de una existencia mejor se halla una banda rival que intenta hacerse con el territorio de Kurata tras haber disuelto éste su familia. Estos son los ásperos entresijos donde nos sumerge el argumento ciertamente anodino de Kohan Kawauchi, una vez más indagando en la trágica figura del joven anti-héroe lanzando a un mundo demasiado cínico, nihilista y violento, y siendo forzado a practicar las mismas reglas para sobrevivir.

Antes de convertirse en fugitivo vagabundo, Tetsuya, por su fidelidad inquebrantable hacia su jefe (estableciendo con él una relación padre-hijo que aumenta la carga dramática), se coloca en el centro de esta tormenta de conspiraciones con dinero fantasma, chantaje a punta de pistola y traidores infiltrados de por medio, toda una novela negra de bolsillo que sucumbiría a los más aburridos clichés del cine comercial "B" de estar en manos de otro. Pero está en manos de Suzuki y es algo que se nota desde el primer minuto: estallidos de intenso color, atmósferas estilizadas, grandes decorados de línea "pop", cortes súbitos en las secuencias...
En efecto la historia, que obedece pautas muy convencionales del género, se eleva en una experiencia visual y sonora (y más aún durante su segunda mitad, iniciado el viaje de Tetsuya) por obra y gracia de este director de inagotable imaginación, que infiltra en ella influencias de las corrientes europeas, las coloridas aventuras de James Bond, las novelas detectivescas de Michio Tsuzuki, el "spaghetti western" y las tendencias más "pop" del momento. Un cóctel excitante, socarrón, que roza el onirismo, que desvirtúa e innova el cine negro y el de yakuzas como nadie se había atrevido a hacer a base de quebrantar sus reglas apostando por dejar que la estética domine sobre la lógica.

Puede que el relato de nuestro protagonista sea amargo, trágico y colmado de dolor, pero debido al virtuosismo de la puesta en escena planteada, "Tokyo Nagaremono" pasa a ser una catártica aventura a través de registros sensibles cuya estructura obedece más a las modulaciones de la pintura o la música que a estrictas leyes narrativas. Suzuki no conoce límites, y si se necesita alguna prueba más de lo que podía conseguir con tan poco presupuesto, atención a esos instantes del duelo entre Tetsuya y sus enemigos. Los engranajes del "pulp" negro convergen con las fantasías "pop"; el resultado: descaradamente fascinante.
Sorprende un joven Tetsuya Watari en una de sus primeras películas y acostumbrándose al rol de yakuza deambulante que encarnaría muchas veces en el futuro, interpretando, y de una forma muy sentida, la canción que da nombre al film (ligera variación de la que cantaba Koji Wada en aquella "Kutabare Gurentai"), acercándose todo a la épica del kabuki; la preciosa Chieko Matsubara es la chica clásica de este tipo de relatos (que sufre y llora constantemente por el héroe sabiendo que jamás le tendrá). Después, un correcto elenco de secundarios habituales de Suzuki y de Nikkatsu, como Ryuji Kita, Shinzo Shibata, el siempre carismático Hideaki Nitani y el detestable Tamio Kawaji (nunca hará este hombre un papel que nos agrade...).

Las rupturas que comenzaron a hacer eco a partir de "La Juventud de la Bestia" fueron encontrando cada vez más expresividad, fueron desatándose en un auténtico acto de rebeldía que alcanzó su cenit en la obtusa "Branded to Kill".
Suzuki siempre fue como Tetsuya, un vagabundo que seguía su propio camino desligado de las normas y las artimañas de los poderosos. Puede que sea su gesta la que se cante en esta obra, de sus mayores logros y referencia seminal para infinidad de directores posteriores (Johnnie To, Woo, Chazelle, Miike, pero sobre todo el sr. Tarantino...).
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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