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Pequeñas mentiras sin importancia (2010)

Pequeñas mentiras sin importancia
154 min.
6,8
17.184
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Sinopsis
Max, el propietario de un restaurante de éxito, y Véro, su ecologista mujer, invitan, como todos los años, a un grupo de amigos a su bella casa de la playa para celebrar el comienzo de las vacaciones. Pero este año, justo cuando iban a abandonar París, un amigo común, el carismático Ludo, sufre un gravísimo accidente. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Amistad Comedia dramática
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Les petits mouchoirs
Duración
154 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
2010: Premios Cesar: 2 nominaciones
2011: Premios del Cine Europeo: Nominada a Premio del Público
6
"Convenu" y moralista
Guillaume Canet es grande. Guillaume Canet es el realizador francés más inteligente de su generación. Por eso, como al primero de la clase, a Guillaume Canet se le debe exigir más.
En "Les Petits Mouchoirs" se limita a dar pinceladas de su arte : planos interesantes, conversaciones intimistas, mezcla de un "savoir-faire" muy francés.

La película podía haberse convertido en una referencia generacional, pero Guillaume debió sentir miedo e introdujo suficientes errores para hacer una simple película : divertida por momentos, sobrecogedora, entramos en el grupo de amigos, no desde fuera, si no como parte íntegra del grupo. A todos nos gustaría estar ahí, reir y ser cómplices con Marion Cotillard, fumarse un cigarrillo a escondidas con François Cluzet a quien Guillaume Canet sublima en todas sus películas. Lo que le convierte en una simple película son las convenciones : desde el principio empîeza con una puesta en escena muy convencional.
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122 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Escuchar
¿Cuánto pesan las amistades reales? ¿Cuál es la influencia de estas relaciones en nuestras vidas privadas? ¿Y cuánto de esas vidas privadas se esconde o se enseña a las personas que -supuestamente- más nos conocen? ¿Nos relacionamos sólo para no estar solos? ¿O hay vínculos más allá de la más grande de las tragedias, que sobrepasan cualquier diferencia?

Sinceramente, todo aquel que ataque unilateralmente Pequeñas Mentiras sin Importancia, es que está muy solo, y tal vez no quiera reconocerlo. Porque cualquiera que cuente con esos cómplices y compañeros de vida que son los amigos, los de verdad (no los tropecientos mil de Facebook), verá reflejados muchos de sus grandes momentos y de sus más bajos golpes en esta sincera, emotiva y tremendamente real película. Porque, aparte de aquello a lo que nos dedicamos, o unas ideologías u otras, ¿qué somos las personas? Poco más que un complejo nudo entre lo que sentimos y las gente por la que lo sentimos, sea amor, amistad, recuerdos, atracción o, lo mejor de todo, la calidez y la tranquilidad de tener un grupo que comprende, acepta, y ama como eres.

Guillaume Canet me ha dado una grata sorpresa al mostrar tan bien el universo de la amistad y la repercusión interior en cada universo individual. Desde su planteamiento como director hasta su creación como escritor, su obra rebosa realidad, bondad, inteligencia y un sutil conocimiento humano, como lo fueron en las versiones americana (Reencuentro) e inglesa (Los Amigos de Peter), de la misma historia, en las que se plantea un cosmos de humanidades y los planetas solitarios de cada uno de sus componentes.

Es difícil, por no decir imposible, no sentirse identificado con alguno de los enormes, soberbios –y sin embargo tan cotidianos- personajes de Pequeñas Mentiras sin Importancia. Todos ellos, gracias a un esplendoroso reparto que crea arte de aquello que sucede en el día a día (no hay un solo actor que desentone, su extenso metraje es una batalla campal de talento), conectan de una forma u otra con la sensibilidad de los que han estado solos queriendo estar acompañados, de los que están acompañados queriendo estar solos, de los que anhelan amores imposibles, de los que viven en el límite de su paciencia y la de aquellos que les quieren, de los que buscan sin encontrar y de los que encuentran sin buscar. En definitiva, del caprichoso, complejo y masoquista ejercicio que sin embargo todos hacemos por ser queridos, por escuchar y ser escuchados y por reír con un buen vino y mejores amigos.
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