La horrible noche del baile de los muertos (1971)

Margheriti hace un auto-remake de una de sus obras más representativas, "Danza Macabra", una pieza clave del gótico italiano que contaba con Barbara Steele (ya encasillada en los papeles de féminas atrapadas entre este mundo y el otro) de cuasi protagonista.

En esta nueva versión, partiendo practicamente del mismo guión, Margheriti se aprovecha del multicolor para dar una nueva visión fotográfica a esta historia de pesadilla (excepcionales los juegos de luces utilizados en ciertas escenas) , manteniendo muchos de los clichés del subgénero. Contando con un excepcional Anthony Franciosa como protagonista (y la aparición extraordinaria de Kinski como Poe) el film sigue la estela de "Danza Macabra" en convertir las vivencias de un incrédulo en un castillo totalmente claustrofóbico en un viaje al más allá, a esas historias de fantasmas perpetradas por la cultura popular.

Margheriti consigue nuevamente un clima totalmente axfisiante pero sin la magia especial que daba la lograda fotografía en blanco y negro de su antecesora, ayudado al encontrarse en un escenario en el que el realizador italiano se siente muy cómodo (volvería a rodar historias de castillos por encargo de Andy Warhol años más tarde aunque sin acreditación). Aún así, la tragedia vuelve a ser la principal protagonista de la historia, que no sólo hará enloquecer al protagonista sino que unido a lo tétrico del castillo (convirtiéndose en un personaje más) y el aura de misterio tan conseguido que envuelve a la trama hacen de esta nueva "Danza Macabra" en un producto con toneladas de encanto y mucho amor por el cine de género italiano que en esos momentos se encontraba en plena ebullición.

Tras aceptar una apuesta un hombre debe pasar la noche en una mansión sobre la que existen perturbadoras historias.
Oscura y densa historia de terror gótico que ofrece un guiño a la obra de Edgar Allan Poe, con el propio Poe como secundiario de la historia.
Traslada los relatos de Edgar Allan Poe con una narración sobria y pausada, que logra ser eficaz por el empleo de una atmósfera oscura y tétrica con un manejo de la fotografía cuidado.
El relato consigue generar la misma sensación de confusión y pesadilla enfermiza que vive el protagonista, aunque en algunos momentos esa confusión resulta mareante y reiterativa, donde comienza a perder el pulso del ritmo y como consecuencia de esto, el interés se desvanece.
Parte de una premisa interesante y logra trasladar el espíritu y estilo gótico de los relatos de Edgar Allan Poe, pero no consigue mantener el interés, con un desarrollo reiterativo y parsimonioso.