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Eden: Lost in Music (2014)

Eden: Lost in Music
131 min.
6,2
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Tráiler (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
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Sinopsis
En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Música Años 80 Años 90 Adolescencia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Eden
Duración
131 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2014: Festival de San Sebastián: Sección oficial de largometrajes
6
El retrato amargo de un inexorable fracaso
Años noventa. El mundo de la música – y sus múltiples soportes y modas – evoluciona a velocidad de vértigo. Y tener talento no basta o no es lo determinante. Y entre los músicos y sus consumidores va construyéndose un nuevo perfil mediático, el pinchadiscos o DJ, que añade su creatividad, su ingenio y su personalidad a ese mundo etéreo e inasible de los sonidos, al mundo de la noche y sus ramificaciones. Quizás ha llegado el momento de mirar atrás sin ira y ofrecer un retablo desapasionado de lo que fueron aquellos años y de algunos de los protagonistas (que no estrellas) de aquellas convulsas sesiones, que basculan entre el paraíso y el infierno, entre la gloria y la condena, entre el éxtasis y la adicción.

Pero la intención y la atención fluctúan sin demasiado equilibrio ni concierto. Podríamos estar ante un relato generacional, pero los años se suceden en cascada, sin nada que señale ni la evolución ni el estancamiento de sus protagonistas. Como si hubieras tenido que haber estado allí para captar los matices y sintonizar con los mensajes que sin lugar a duda se lanzan, pero que se quedan sepultados tras una narración voluble, sin cadencia, sin compás, sin consonancia ni resonancia. Hay demasiado huecos, tiempos muertos, silencios y sobrentendidos que dificultan el visionado y te trasladan a un mundo del cual no te hace partícipe, ni te da sus claves. Es como si todo lo relevante ocurriera fuera de campo y tuvieras que imaginarte lo que no hay, lo que no ves, lo que no entiendes.

El interés estriba en que la mirada clínica, fría, casi quirúrgica de la directora ofrece un sinfín de situaciones que por su mera acumulación acaban configurando un tapiz sonoro sobre el que resalta todo lo que nos hurta a la mirada y oculta a la narración. El rompecabezas laborioso va configurándose escena a escena, que en sí mismas carecen de mordiente o de peso o de interés, pero la suma tenaz de los episodios arrítmicos nos va ofreciendo un mosaico de lo que pudo ser y no fue, de lo que hubo. Vacío y vacuidad. Y queda un regusto áspero a descalabro, a esterilidad, a acorde inconcluso, a pozo sin fondo. La sima del naufragio tiene olor a azufre infernal pero sin la teatralidad ni el histrionismo del melodrama.

Quizás demasiado larga e irregular, demasiado glacial e impasible, propensa a insuflar abulia en vez de energía, deja insatisfecho y con la sensación de que para semejante viaje no hacía falta tanto trasiego infecundo.
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22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Music Sounds Better With You.
Eden a ratos roza la sublime y en ocasiones –las más- se convierte en tangencial a lo mediocre. Es la aguja que recorre los surcos de ese maxi fulero que su protagonista pincharía en cualquiera de las fiestas de su ruinoso club que resulta sonar a algo que no es un doce pulgadas de Roulé Music. El sello de Thomas Bangalter, el listo y válido de los Daft Punk, no aparece a través de sus sonidos en ninguna ocasión durante todo el metraje, y eso es de llevarse las manos a la cabeza. No por fetichismo mío ni por afán de conferir cierta verosimilitud a lo narrado –que en cierta manera es deseable en la medida que Eden recoge las vivencias del hermano de la directora, Mia Hansen-Love, e intenta enmarcarlas en su contexto temporal y geográfico, la Francia noventas que viese nacer, despuntar y exportar el french touch, subgénero house -, sino por ver dónde apuntan las intenciones de su responsable. Esas reflexiones sobre lo cíclico del tiempo –evidenciadas con la repetición de pautas de costumbres en las novias del protagonista-, ese querer invocar una suerte de eterno retorno con leves variaciones en sus patrones tanto para modas musicales como vivencias humanas, se podría haber expuesto de forma bien simple y congruente con lo acontecido en Francia soltando los dos maxis de Roulé que se fundamentan en la repetición ad infinitum de un loop con leves matices de inicio a fin, el So Much Love To Give de Together y el Together de idéntica formación. Thomas Bangalter parece haber dedicado gran parte de su labor en la ingeriería del baile a demostrar que pequeños miniciclos forman un todo condenado a repetirse, que inicio y final están más próximos que separados, algo que luego enunciaría con el One More Time de Daft Punk en modo autoconsciencia –que sí que suena en el film- y que con Get Lucky ya remacharía, pues allí enuncia un ”all ends with beginnings” del todo inequívoco mientras construye música del siglo XXI usando la de 4 décadas atrás. Y que todo esto del tiempo también lo enuncia mejor que Mia Hansen un fragmento del Finally de Kings Of Tomorrow que ella deja sonar sabiamente, ”times marches on never ending”.

En cierta manera similar a la enorme 24 Hour Party People de Michael Winterbottom (en cuanto a usar para narrar a alguien que no fue el gran protagonista en un momento y escena musical relevantes pero que sí que estuvo allí desde el principio, durante y en la caída), los paralelismos no son pocos entre ambas, si bien esto se debe a que cada boom sociológico musical a partir de mil novecientos cincuenta presenta respecto a cualquier otro comprendido entre dicho periodo y hoy día una infinitud de similitudes, o mejor dicho, unos elementos diferenciadores que tienden a cero. Pero mientras Michael reflexionaba sobre la construcción de las leyendas y los mitos usando la cultura pop reciente británica, Mia Hansen aporta cero, a lo sumo un chiste chusco y arquetípico de puro manido (que si es de forma autoconsciente para ir en línea con eso del tiempo entonces chapó), el que se da cuando la vieja se cruza con Paul llegando por la mañana y le reprende por joven sin saber que es viejo –vueltecita de tuerca fulera ahí- y el momento gente hablando del Showgirls de Verhoeven, casi más un desencadenante de guiños y codazos al cuadrado que un ubicar de forma inteligente la trama en un contexto temporal dado, porque si esto lo haces a lo ella, es decir, tras haber puesto el típico intertítulo de rigor ubicando el año de la acción, un poco patán sí que eres. Lo mismo con el pizarrín y los subrayadores, modo mierder de mentar a Marker insinuando que vas a cascarte una reflexión de las suyas y luego el resultado es este.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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