Los verdes años (1963)

El tema de la alienación urbana y el cambio de estatus social era el síndrome de la modernidad en los primeros años sesenta cuando el desarrollo urbanístico se estaba produciendo con todo su auge en Europa y Lisboa no iba a ser menos. Un chico de pueblo, un paleto, según define la voz en off de su tío al que finalmente "cogerá tirria", ciertamente cargante como "el hombre que se hizo a sí mismo"; una criada (sí, no empleada del servicio doméstico y otros eufemismos, sino criada en todo el sentido etimológico y burgués de la palabra- Jean-Pierre Cassel, La ceremonia de Chabrol) ya que la película siempre tiene presente las clases sociales y su conflicto como parte del desarrollo dramático; el extrarradio como elemento estético del film tan importante como los personajes, en realidad produce un cierto placer observar Lisboa o cualquier ciudad europea en esos años con amplias zonas de campo sin que la masificación urbanística hubiera arramplado con todo.

Lo importante en una película es que crees una sensación general de algo vivo, una atmósfera es fundamental, de lo contrario será imposible que funcione como obra cinematográfica aunque puede funcionar a otros niveles (como teatro filmado, por ejemplo). Ésta la tiene, es el tedio, el ver como "el tiempo pasa", "es como ver crecer una planta" (Gene Hackman lo decía maliciosamente en La noche se mueve de Mi noche con Maud). Lo que más me gusta de la película son los paseos domingueros de la parejita por ese paisaje desolado, que ya no es campo ni todavía ciudad. Todo esto es Antonioni y esos paseos me recordaban los de Delon y Vitti en El eclipse. Aquí hay planos poco convencionales, algo "raros", incluso parece que va a perder el raccord.

La sensación de pérdida de tiempo y de cómo la ciudad va fagocitando en su expansión a los más débiles residentes está muy bien conseguida. El cambio de carácter del "paleto" comienza a vislumbrarse en la secuencia de la pelea con su tío y que llevará a un final dramático. Es ese final el que puede que no encaje del todo, aunque es la evolución hasta cierto punto lógica de una persona anulada por completo, alguien al que "solo dan órdenes", incluso su novia lo hará más adelante cuando empiezan a afianzar su relación.

Os verdes anos, fue la primera película rodada por Paulo Rocha (1935-2012), y lo que te sorprende, de entrada, es la capacidad de un joven de 28 años para acotar espacios de vida, en una Lisboa más periférica que cosmopolita, con un blanco y negro realista en el que escasean, para ir acorde con la historia, los toques luminosos. La admiración se acentúa al comprobar que la visión del director (también co-guionista), es la de alguien que ha vivido mucho, que ha aprendido con el paso del tiempo a desentrañar la parte oculta de las personas según edad, clase social y circunstancias; todo junto conduce a la inevitabilidad de enmarañados destinos.

En definitiva, los incipientes amores de un jovecinto recién llegado a la capital para, como se decía entonces, "abrirse camino", no tienen porqué ser una verde pradera plena de florecillas silvestres; a veces, brotan malas hierbas y algunos cardos, que terminan por convertir vidas rutinarias en clásicos universales de la historiología del comportamiento humano.

Quienes no estén tan dispuestos como yo a bucear hasta esas profundidades, podrá disfrutar igualmente de agradables paseos por las calles y parques lisboetas, y por sus aledaños; de los bares y salas de fiesta de hace seis décadas; e incluso del tratamiento denso del tiempo que, aunque aburre, ralentiza la llegada de la muerte.