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La horda maldita (La Estampida de búfalos) (1933)

La horda maldita (La Estampida de búfalos)
62 min.
4,6
105
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Escena (ESPAÑOL)
Sinopsis
Estados Unidos, 1874. En esta época, para cazar búfalos, los cazadores más osados debían internarse en parajes inhóspitos y llenos de peligros. Al adentrarse en territorio indio, un grupo de cazadores tendrá que enfrentarse no sólo a los pieles rojas, sino también a los bandidos y a las inclemencias del tiempo. (FILMAFFINITY)
Género
Western
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Thundering Herd (Buffalo Stampede)
Duración
62 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Zane Grey
Links
5
Muy menor western, última de una serie
Peliculilla del oeste, pequeñito western, tanto en ambición como en metraje (apenas una hora de duración), que compone uno de los ochos films que Hathaway rodó para la Paramount, basados en novelas de Zane Grey (muy leído por mí siendo chaval), y casi siempre con protagonismo del quizás más característico intérprete del far west cinematográfico: Randolph Scott.
Como no he visto las otra siete películas (al menos eso creo) no puedo decir si esta es de las mejores, pero supongo que sí dado que fue una de las últimas y, digo yo, la técnica de Hathaway ya había mejorado para entonces.
Es simpática, no molesta, se pasa el rato, pero apenas hay dos o tres momentos buenos, siendo el resto pura filfa argumental, pareciendo al final que ha durado más de la hora indicada, por lo que se hace larga.
Lo mejor son sus intérpretes, con Scott a la cabeza, con bigotillo y todo, muy joven, claro está, pero acompañado por el gran Harry Carey e intérpretes estimables como Monte Blue, Barton Mclane, Noah Beery, y el ex-Tarzán, Buster Crabbe (no, este no era un buen actor).
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Escabechina de búfalos.
Lo mismo que sucede con otras cintas menores de esta época inicial del cine sonoro, el planteamiento de esta recuerda bastante al de las películas mudas. Falta todavía experiencia para ensamblar bien diálogos, silencios y ambientación musical.
Por otra parte la trama y el guión son muy flojos, donde nos vamos a encontrar con cazadores de búfalos, comerciantes y ladrones de pieles, "Donde hay búfalos hay pieles, y donde hay pieles hay ladrones". Adobado todo con los amores de Tom, un jovencísimo y convincente Scott, con la guapa Millie (Allen), también pretendida por su malvado padrastro, Randolph Jett, ante la mirada envidiosa de su propia madre que la ve como una competidora. Recuerda esta bastante al personaje de "Rebeca" por la intensidad de su mirada y por sus dotes de mando, para que luego hablen de mujeres florero en el Oeste. Menos mal que cuenta Tom con el apoyo de sus veteranos socios en el negocio de las pieles, Sprager y Judd. Este último, con cinco matrimonios a sus espaldas "sin contar las mujeres indias", lo consuela a su manera: "Si alguien no puede olvidar a una chica en una semana, necesita que le den conversación".
Los personajes son completamente planos, sin matices ni claroscuros: los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. La interpretación convencional salvo en el caso de Scott y algunos secundarios que juegan la baza simpática. Extraordinarios los especialistas por sus malabarismos con el caballo, con una amplia gama de saltos, caídas, descensos verticales, cabalgadas, vuelcos de carretas, etc. Se jugaban la vida sin duda.
Sin embargo hay una circunstancia que hace que nos encontremos con una película del mayor interés: la denuncia que se hace, tal vez sin pretenderlo del todo, del exterminio de los búfalos. Ya se dice en la introducción: en 1874 está de moda vestir abrigos hechos con piel de búfalo y constituye todo un negocio su caza. Dos dólares por cada piel pagan en origen los comisionistas, tal vez suban a tres si las venden en San Luis. Un conductor de carros cobra 50 dólares al mes y no tiene que hacer el penoso trabajo de despellejar búfalos, lavar las pieles, salarlas y secarlas luego al sol bien tensadas con tirantes clavados en el suelo. Sin contar con los ladrones que obligan a cazar en grupo. Baratas pagaban entonces las pieles.
Aunque no se filma ninguna escena en la que se abaten estos animales, se habla de cientos y cientos de pieles y hay un montón de grupos cazando. No damos crédito a la cifra de uno de ellos, 15.000 búfalos presumen haber abatido, porque parece un guiño a la tradicional exageración de este gremio. En cualquier caso hay una escena escalofriante con la pradera llena de huesos blanqueándose al sol. Mientras tanto los indios cheyennes se quejan del exterminio de una de sus principales fuentes de alimentos, pues ellos matan solamente los búfalos que necesitan para comer. Este justo enfado motivará el ataque final de los indios a las caravanas de cazadores, pero como en las mismas van los protagonistas podemos imaginar el desenlace final de la batalla.
Esta temprana sensibilidad medioambiental que destila "La estampida de búfalos" la veremos luego también en obras míticas como "Un hombre llamado Caballo", "Las aventuras de Jeremiah Johnson" o "Bailando con lobos". Todas estas películas y otras más que denuncian las cacerías incontroladas son deudoras, en mayor o menor medida, de la obra de Hathaway. Solo por este detalle creemos que merece un revisionado esta película que habla de cosas tan importantes en poco más de 55 minutos.
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