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Petit indi (2009)

Petit indi
92 min.
5,1
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Disponible en:
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
Arnau, un adolescente que vive en su imaginario de papel e inmerso en una frágil realidad, viaja inconscientemente a la deriva. Sus compañeros de aventura son un zorro y unos cuantos pájaros cantores: pinzones, verderones, pardillos y un jilguero que es la esperanza de su vida. Ningún otro canta como él, gracias a muchas horas de trabajo paciente y minucioso adiestramiento. Sin embargo, Arnau vive apenas sin respirar porque algo mucho más intenso le devora por dentro. Su madre está en la cárcel de Vad-Ras a la espera de juicio, y las cosas no mejoran. Así que este chaval que vive con su hermana Sole en un barrio periférico de Barcelona en plena transformación, que sueña despierto pasando las tardes con su hermano Sergi y que apuesta con su tío Ramon en el canódromo de la Meridiana elabora un plan para sacar a su madre de la cárcel. Esta decisión lo catapultará hacia una dura realidad. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Adolescencia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Petit indi
Duración
92 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción España-Francia;
Premios
2009: Festival de Valladolid - Seminci: Sección oficial largometrajes a concurso
2009: Premios Forqué: Nominada a Mejor actor (Marc Soto)
2009: Premios Gaudí: 5 nominaciones incluyendo Mejor dirección
4
Perdidos en la periferia
En los exteriores de Barcelona vive Arnau, un adolescente cuya vida no es precisamente fácil. Deambulando junto a sus mejores amigos, un zorro y una tropa de pájaros cantores, ve como pasa el tiempo, y como la tensa convivencia con su hermana se hace cada día más asfixiante. No es fácil para un chaval crecer con su madre en la cárcel, es por ello que Arnau empieza a trazar un plan para cambiar esta dramática situación. Pero toda buena perspectiva de futuro va a verse rápidamente ahogada por la abrumadora realidad.

Lo intento de todas las maneras pero no lo consigo. No hay manera. Me esfuerzo por entrar en la historia pero fracaso una y otra vez. Termina una escena, aumenta mi decepción, pero ello no merma mis ganas de coger en la próxima estación a este lento tren. De modo que probemos suerte de nuevo, a ver si la precedente situación da más motivos para atraer mi atención. Tampoco. Pasa el tiempo y cada vez se hace menos probable que Marc Recha me sorprenda... o que por lo menos consiga hacerme salir del perpetuo estado de aburrimiento.

Hablaba antes de la alarmante falta de incentivos, pero la verdad es que haberlos, -aunque de forma poco perceptible- los hay. Me impacta el poder visual de la cinta, capaz de empequeñecer a sus protagonistas frente a un paisaje a camino entre lo desolador y lo hipnóticamente bello. En este aspecto, es de rescatar la visión que ofrece el director de las zonas periféricas de las grandes ciudades. Estamos en un entorno donde parece que el mundo urbano y el rural van cogidos de la mano (lo cual deja intuir al mismo tiempo la dualidad entre la parte más humana y animal de nuestro espíritu); pero sobretodo, donde los habitantes que lo pueblan parecen estar condenados por una especie de mal fario que jamás podrán sacarse de encima.

Esta fatalidad; este destino de dudoso gusto es lo que marca el devenir de los acontecimientos. La lástima para las mentes simplonas como la de un servidor es que este trágico sino tarde tanto en hacerse latente... o que por lo menos dé síntomas tan poco evidentes de su control sobre los personajes. Es por ello que, durante buena parte del metraje, la sensación de ir a la deriva no sólo está presente en la taciturna mirada de Marc Soto, sino en todo el conjunto. De modo que sólo queda la clásica solución de fijarse en los pequeños detalles. Ahí está el fiel retrato del ambiente sórdido del ya desaparecido canódromo de la Meridiana, o el aire a fábula terrible que Recha imprime sobretodo al final de la historia... o incluso el ver a Eduardo Noriega atreverse con el catalán. Todo lo demás cae fácilmente en el olvido.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sampleado bressoniano
Existe una leyenda que reza acerca de un Joven Marc pesaroso y apesadumbrado y que tenía problemas para enunciar frases de mas de cinco sílabas que peregreinó a la Ciudad de la Luz para encontrarse con el Viejo Robert, al que el Joven Marc consideraba un maestro en algún oscuro arte. Llegado al portón de la casa del Viejo Robert, donde lo recibió una monja vestida de mujer, tras las subsiguientes pesquisas, el Viejo Robert se negó mondo y lirondo a encontrarse con el ignoto discípulo. La negativa conversacional del adusto viejo duró varias semanas. El impenitente joven, que pernoctó entretanto en la parada de metro de Inválidos y vivaqueó sobre un banco de piedra situado debajo de una estatua de Pascal, insistió de forma solemne y ritual. Entre negativa y negativa se trenzó entrambos una especial afinidad. El Joven Marc repasaba, mientras esperaba horas enteras sentado en el descansillo, la obra oscura del Viejo Robert. Éste dormía, supino y horizontal, más de veinte horas diarias, y apenas pensaba en nada. Hasta que un día, el Viejo Robert, que insistía en no dejar pasar a su compinche de negativas, aceptó cenicientamente que lo acompañara en una excursión a la iglesia del barrio. El Joven Marc, de un pasado recalcitrantemente comunista, siguió a su adorado maestro, y se arrodillo detrás de él. Mientras escuchaba la música, el Viejo Robert, desde luego, no se dignó dirigirle la palabra, el Joven Marc ideó la forma de agradecerle el momento epifánico que ahora mismo lo encumbraba. Tiempo después, Robert murió, y Marc empezó a hacer ficciones.
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11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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