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Escalaré la montaña más alta (1951)

Escalaré la montaña más alta
88 min.
6,9
135
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Tráiler (INGLÉS)
Sinopsis
William Thompson, un predicador ambulante, y su esposa Mary Elizabeth se instalan en un pueblecito de Georgia. Todo va bien hasta que se detecta una epidemia que amenaza a toda la población. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Biográfico Religión
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
I'd Climb the Highest Mountain
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
“No comprendía a tu Dios”
A veces puede resultar difícil apreciar en todo su valor el cine de Henry King si se deja de lado su condición de profundo creyente, lo que le llevó a rodar en ocasiones un cine militante y desde la fe pero al mismo tiempo reflexivo y desde la duda que le colocaría como el pionero de un cine que asociamos más con directores europeos como Dreyer, Bergman o Bresson. Esta es una condición previa para poder apreciar esta olvidadísima joya, este melodrama con toques de comedia o esta comedia con toques de melodrama, as you like, sencillo y emocionante canto a la Norteamérica rural guiado desde la melancólica narración de la esposa de un pastor en su ministerio por las montañas de Georgia. Relato de sus duras y ásperas gentes, de sus pequeñas vicisitudes, alegrías o tristezas en las que sobresale su sentido comunitario y colaborador es, igualmente, una discusión sobre el poder de la fe o el sentido de Dios o sobre como compatibilizar la existencia de Dios con el dolor y el horror del mundo, la enfermedad, la muerte o la ausencia. Rodada con ascética sencillez en Technicolor y muy bien interpretada por un conjunto de actores entre los que destaca Susan Hayward – una actriz que nunca me gustó mucho pero que aquí está realmente bien- años después el gran William Wyler tomaría algunos elementos de la misma –incluida la carrera de caballos- pera realizar su maravillosa “Friendly persuasión” (1956). Todo un descubrimiento.
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Tres años pueden bastar para que regrese la paz
Durante mucho tiempo, Corra Harris (1869-1935), fue una de las mujeres más respetadas de Georgia, en los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque nunca se graduó de ninguna de las escuelas en las que hizo diferentes cursos, su éxito literario tras la publicación de 20 libros (novelas, diario de viaje, autobiografías…), despertaron la admiración de mucha gente y le granjearon una buena reputación.

En 1887, Corra Mae White (su nombre de soltera), se casó con el ministro metodista y educador, Lundy Howard Harris. Durante dos décadas la, entonces, señora Harris, se enfrentó a un matrimonio disfuncional; dos de sus cuatro hijos fallecieron antes de nacer; padeció escándalos y humillaciones, dificultades económicas y abandono por parte de su esposo… quien finalmente se suicida en 1910, el mismo año en que ella publicaría, “A Circuit Rider’s Wife”, una semi-autobiografía muy espiritual en la que describió algunos hechos como hubiese querido que realmente fueran.

Varias décadas después, los derechos de, “A Circuit Rider’s Wife”, fueron comprados para su adaptación cinematográfica por, Lamar Trotti, y éste, haciendo las veces de guionista y productor, la convirtió en una ejemplarizante historia moral y espiritual, donde encontraremos a una de esas parejas que, por muchas razones, se granjea el afecto de la comunidad. Pastor de los que ya no abundan en este enrarecido mundo y una esposa como muchos se la quisieran, el reverendo William Asbury Thompson y Mary Elizabeth, resultan encantadores, honestos y carismáticos… como también uno espera que sean todos los hombres de iglesia.

William Lundigan y Susan Hayward, añaden a sus personajes sólidos atractivos personales y un firme carácter digno de imitar y, así, cada escena suma puntos a su favor cuando, con sus actos, van logrando el despertar en aquel pueblo harto parecido a muchos otros en el mundo (con infieles, escépticos, ricos arrogantes, seres intolerantes, busconas, pendencieros, celosos… ¡y un buen número de personas encantadoras y solidarias!). Soñar no cuesta nada, y aquel pueblo quizás se convierta en un bello ejemplo de lo que puede lograrse con integridad, constancia y fe inquebrantable.

Henry King, logra una gratísima recreación de ese pueblo al que ha dado en llamar, Blue Ridge, y con una muy grata fotografía, un eficaz diseño de producción y una cuidada edición, logra un filme que divierte, emociona, sensibiliza… y nos hace encontrar a esa suerte de íntegros hombres de iglesia que, son tan escasos… que ahora solo los vemos en las películas.

Título para Latinoamérica: UN HOMBRE Y SU ALMA
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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