Cocaína (1980)

Cocaína es considerada uno de los santos griales del cine del WTF nacional junto a Plauto, Hot Milk, Síndrome (aquella cosa que dirigió Liberto Rabal) y Streptease a la Inglesa, esa inenarrable proto Los Flodder española con un Jaime de Mora y Aragón ya desbocado del todo, con doble monóculo en vez de gafas. Tuvo varios pases en las madrugadas de las primeras emisiones de Tele 5, puede que incluso siendo presentada por Jesús Gil desde su piscina, y ahora es más difícil de visionar de lo que fuera Arrebato al margen del circuito de Filmotecas antes de que saliese en DVD en aquella infame colección de Cine Español de El País. Y es que en realidad es el doppelganger de la película de Zulueta, incluso fue realizada en el mismo año que aquella. Ambas se sirven de metacine para reflexionar sobre otras movidas, ese es el gran punto cohesionador de parecidos, pero mientras que la de Iván tiraba de una droga que tiende a inactivar a quienes a ella son adictos –la heroína-, aquí Jimmy Giménez Arnau hace uso de una sustancia que provoca precisamente todo lo contrario, y además, a lo largo del metraje hay un gramaje de cocaína que va más allá del peso pluma. De hecho este se abre con un plano detalle parsimonioso de una mano pintando un lonchazo y procediendo a consumirlo.

Cocaína versa sobre Josema Yuste, un vivales –al que doblan de tal manera que parece el hijo que nunca tuvieron Antonio Ozores y Luis Escobar- que quiere hacer una película sobre la farla. Pese a hablar de aquella manera, a lo Marínez Bordiu, nunca se ha endiñado un lonchazo, y resultando que tiene un concepto de las cosas muy Hunter S. Thompson, muy gonzo, muy saber de qué va la mierda antes de atreverte a hablar de ella, empieza a tantear el yeyo y a toda suerte de extrañas figuras que rodean al circuito de la droga. Y se implica en fiestas rarísimas a las que va gente tipo Alfonso Ussía y es blanco fácil de posibles timos, algo muy Kaurismaki de no ser porque Mamón, el personaje que interpreta Josema Yuste, es un plutócrata y se puede permitir que le chuleen una, diez y mil veces al mes. Pero el film en realidad gira sobre eso, sobre la vida social y las rémoras que intentan vampirizar la cartera de alguien o su fama para nutrirse de ello. Arrebato de nuevo.

Cocaína mola mucho porque a los cinco minutos de trama Jimmy te inserta un documental medio mondo -en bien, a lo Jacopetti y Prosperi- medio Chris Marker en su etapa de Viva La Ballena donde simula hablar grosso modo de la cocaína –historia, procedencia, posología, lo que hace, quiénes la consumen en Occidente, etc etc- mientras, de forma muy sibilina, lo que hace en realidad es culpabilizar a grandes poderes económicos y a estamentos de represión policial del Estado de que exista el narcotráfico mientras aboga por una legalización de una forma un tanto ambigua. Eso es de tener los cojones muy gordos –no se esperaba menos del co-fundador del semanario satírico Hermano Lobo, la verdad- pero también fatal error, porque el fiscal que quiso entrullarle por tráfico de cocaína hace 20 años coge de madrugada en Tele 5 la peli y llama al juez corriendo para que ponga la tele y se pinta unas cuantas. Sí, amics, Jimmy también dice aquí que es la droga de los políticos y de los jueces. Si sois pobres os jodéis y le compráis pichu al Suso.