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El árbol, el alcalde y la mediateca (1993)

El árbol, el alcalde y la mediateca
110 min.
6,8
879
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
El alcalde de un pequeño pueblo quiere construir un gran complejo deportivo-cultural en unos terrenos cercanos al pueblo. Cuando todo parece seguir su cauce normal, comienzan a surgir infinidad de pequeños problemas, presiones de uno y otro bando y cuestiones políticas que ponen en peligro el proyecto. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Sátira Política Vida rural Arquitectura
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
L'Arbre, le Maire et la Médiathèque
Duración
110 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
"Un cuento político impecable e implacable"
[Fotogramas]
7
Como ver pintura secarse en una pared.
El Árbol, el Alcalde y la Mediateca es una de las reflexiones más lúcidas acerca de la política que existen, cosa que era de esperar viniendo de un maestro de las revelaciones como Rohmer. Si bien comparte la estructura de gran parte de su filmografía (pese a ser de las pocas pelis de la misma que no están comprendidas en los ciclos de Cuentos Morales, Comedias y Proverbios o Cuentos de las 4 Estaciones) es una rara avis dentro de la misma, pues el mismo Rohmer reconoce que fue escribiendo diálogos mientras filmaba (cuando generalmente tiene todo más planificado que una visita guiada del Imserso), casi a salto de mata, y permitió a Clémentine Amouroux que realizase entrevistas reales improvisadas (valga la redundancia) a los lugareños del pueblo. Entrevistas que forman parte importante del film e improvisación que solo había permitido a Marie Rivière en El Rayo Verde.

Lo de la estructura, más que por unas coordenadas comunes en el cine de este señor (que las hay, casi patrones incluso), es por la reacción del espectador: desde esos 10 minutos iniciales de ¨¡me aburro!¨ a ese final en el que frunces el ceño, te enciendes un cigar, asientes en plan ¨mmmm... que fino ha hilado el cabrón¨ y caes en la cuenta de que acabas de ver una maravilla donde este franchute se permite la ironía desde la distancia más objetiva que pueda verse en el cine. Es dicho distanciamiento lo que confiere una validez extrema a prácticamente todo lo filmado por Rohmer, aun quedando la duda en el espectador de si es un misántropo, un humanista, un cínico o que mierdas pasa con él. De lo que no cabe duda es de su valía como cineasta, pese a parecer a no afines un clasista hortera a la par que snob petulante (¿se aceptan pleonasmos?).

Aquí, con una trama volátil y para nada esencial en la película (queda todo sujeto al azar y a como condiciona el mismo los actos), nos desvela en qué consiste el ¨noble arte de la política¨ mientras de soslayo mete unas cuantas puyas muy buenas al mundo del periodismo (ese pesebre tan prescindible a dia de hoy), al ecologismo (cuando es enarbolado como ideología de cara a pillar chupisubvenciones), a la identificación inmemorial dualista de derecha e izquierda e incluso a un elemento tan horrible como puede ser el coche contemporáneo, en un alarde de genialidad humoristica propia del Bill Hicks más rabioso. Todo a escala, como la maqueta de la mediateca que forma parte de la (repito) prescindible trama.
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46 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Apolítiico, y de derechas.
Pensé que jamás lo diría, pero me he aburrido mucho con una película de Eric Rohmer. Estaba malcostumbrado a que sus películas siempre oscilaran entre lo interesante y lo muy interesante, según la enjundia de los diálogos y la belleza de las actrices. Rohmer, además de ser muy inteligente, era otro tunante como Bergman o como Polanski que jamás ponía una mujer fea delante de la cámara.

Es cierto que en alguna de sus películas veías crecer la hierba como dijo una vez el malvado de Gene Hackman. Pero nosotros, los adeptos del maestro, sabíamos que estos interludios vegetales tenían su función: repensar el último diálogo y tomar aire para afrontar el siguiente, con la mente despejada y la postura retomada. Y quizá, también, con un piscolabis en el regazo, para que el cerebro se reaprovisionara de fósforo y no se perdiera ni una sola de las agudezas verbales. En las películas de Rohmer no hay duelos de espada láser ni persecuciones de la policía, pero a veces se desencadenan batallas de raperos que escupen filosofías de apuntar incluso en el cuaderno, de lo listos que son ellos, y de lo agudas que son ellas, siempre gente leída, o cultivada, o con un sexto sentido para desenmascarar los disfraces del amor y del orgullo.

En esta película, sin embargo, Rohmer se va por los cerros de la política para dejar claro que él es apolítico pero de derechas, como decía Jaume Canivell en “La escopeta nacional”. Pues bueno... Algún defecto tenía que tener. Su alter ego en la película es el maestro del pueblo: un tipo feo, medio loco, que defiende los valores de la vida rural -el paisaje y la tranquilidad- y que se enfrenta al alcalde socialista que quiere construir una mediateca en mitad de un prado de vacas. Poca cosa para hacer altas ideologías, la verdad. Y menos ahora, treinta años después, cuando la vida rural y la vida urbana ya son prácticamente la misma. Los todoterrenos, las motos, las furgos, los quads, los bugas... Todos los cacharros atronadores han tomado posesión de los senderos y los bosques. Ya no existe el silencio en ningún lugar gracias al Mitsubishi Montero que llegó a Majaelrayo para visitar al abuelo y joderlo todo.

https://www.cinepasaje.es/
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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