Dulces compañías (1995)

Hay libertades sexuales que a la fecha la sociedad mexicana no logra superar, esa doble moral que maneja y el gozo por el señalamiento sobre el otro sigue siendo la tarea favorita de todos los días. Qué hablar mujeres y hombres solos que en búsqueda de apaciguar sus deseos invitan extraños a sus moradas, inaudito es, y más tratándose en ambos casos de un gígolo, un acto criticable —aun cuando no se afecta a terceros—.

Dulces compañías del director Óscar Blancarte toca este tema, no obstante las habladurías no serán el antagónico, sino los trastornos psíquicos de quien está brindando el servicio a una maestra de geografía y un actor que también hace títeres para teatro guiñol.

Con esta cinta Blancarte se mete en las ternas del Ariel en su momento y justamente se queda ahí cediéndole el premio a la formidable "Sin remitente", una cinta mucho más redonda que la hoy comentada. Aquí siento divagación en la construcción del personaje de Ramiro Huerta, hay ausencia de solidez que le inciten a llevar a cabo sus actos; Ana Martin, tampoco se nota cómoda; el que lo asume perfecto es Roberto Cobo, actor de vasta experiencia.

Lo interesante es como hilan bien ambos casos.