Después del silencio (1956)

Que fuera una obra propagandística no justifica su absoluta mediocridad, el mejor ejemplo de cine de propaganda bien hecho a pesar de promover un régimen atroz es El triunfo de la voluntad. Con esto no estoy haciendo un juicio de valor sobre el mensaje que la película intenta dar, no lo comparo con el nazismo, me refiero a que no consigue trascender el panfleto e incluso en esa rama fracasa.
Grotesca y pueril son las primeras palabras que se me vienen a la hora de describirla, todo es demasiado maniqueo, los villanos no tiene ningún matiz, son oportunistas, sinvergüenzas, haraganes, alborotadores, matones, torturadores, asesinos, perversos.
Obvio los héroes están llenos de virtudes, son valientes, honorables, aguerridos, fuertes.
Los diálogos son risibles, declamatorios y sentenciosos, las interpretaciones acartonadísimas, sobre todo de Arturo García Buhr, un muy buen actor que acá está pésimo, en sí todos lo están, ya que para acentuar (como si hiciera falta) el rol de victimas y victimarios, los primeros tienen que llorar o gritar ante las vejaciones e injusticias, mientras los segundos se ríen de forma sardónica y socarrona, mirando de soslayo mientras planean o ejecutan sus intrigas.
Quizás los únicos elementos que se le puedan rescatar sea el ritmo, y que sirve en parte como documento de época para entender como una parte de la sociedad veía al gobierno de Perón.