Un ángel en mi mesa (1990)

En la rueda de la vida nada tiene un sentido demasiado claro y las cosas más claras son muchas veces un misterio para nosotros mismos. Nuestro entorno y nuestras circunstancias pueden tanto alzarnos como sumergirnos y todas las voces que tratan de dar un sentido y un significado a lo que sucede quizá no sean a la postre más que interesados intérpretes o inconscientes rebaños que no dejan sentir la presencia de ese misterio. Y la vida sigue su sabio o caótico curso al margen de todos ellos. Mientras tanto yo me sentaré en mi mesa, en silencio, sólo, o quizá no, y escribiré sumergiéndome en esa rueda de caos y de sentido al tiempo que giro en ella.

Relato biográfico de la escritora neozelandesa Janet Frame es una muy sólida película estructurada en tres actos (infancia, juventud y madurez) bien ensamblados en un gran guión que permite un sosegado y placentero seguimiento de la, muy a menudo, azarosa vida de la poetisa.
Campion demuestra talento y determinación, además de rigurosidad, a la hora de enfocar la historia y logra una magnífica película que se revela como una notable y expuesta metáfora de la desubicación (existencial, obviamente). Janet Frame logrará, a duras penas y tras el plúmbeo vacío que la machaca salir de su deprimente y (auto)marginado universo gracias al reducto literario de unas palabras, de unos poemas que se subliman como clave y dirección a seguir. Al final es un cuento real perfectamente cercano y sincero, optimista si se quiere y hasta el punto en el que la literatura puede ser un asidero ante las dificultades en el amor, la amistad o la propia familia. Queda la racional creatividad de lo vivido y, además, plasmado en el papel. También la película es una pieza creativa, muy bien estudiada, que respeta la historia de dónde proviene con esmero y se sigue con gusto e interés. Las actrices que representan a la protagonista en sus tres edades están magníficas. Premiada en Valladolid y Venecia.