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Babylon (2022)

Babylon
182 min.
7,0
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Sinopsis
Ambientada en Los Ángeles durante los años 20, cuenta una historia de ambición y excesos desmesurados que recorre la ascensión y caída de múltiples personajes durante una época de desenfrenada decadencia y depravación en los albores de Hollywood.
Género
Drama Comedia Años 20 Años 30 Cine dentro del cine
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Babylon
Duración
182 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2022: Premios Oscar: Nominada a mejor banda sonora, vestuario y diseño de prod.
2022: Globos de Oro: Mejor banda sonora. 5 nominaciones
2022: Premios BAFTA: Mejor diseño de producción. 3 nominaciones
2022: Critics Choice Awards: Mejor dirección artística. 9 nominaciones
2022: Críticos de Chicago: Mejor banda sonora original. 5 nominaciones
5
El vuelo de Ícaro.
Si hace un año me hubieran preguntado cuál era la película que más esperaba de 2022 o qué trabajo pensaba que iba a arrasar en los Oscars de este año, es muy probable que mi respuesta en ambos casos hubiera sido Babylon. Y a ver, nadie puede culparme. Babylon llegaba con un pedigrí prácticamente intachable. Con ese director, con ese elenco y con ese argumento, las expectativas eran enormes. Y por fin, llega el estreno y me planto en el cine. Solo doce personas en la sala, aunque no me sorprende, ya que la película ha sido un fracaso absoluto en la taquilla americana. Lo que no me esperaba era que, al acabar la proyección, solo quedáramos tres. El resto de espectadores, a lo largo del metraje, van abandonando la sala, algunos de ellos gritando improperios a la pantalla. Lo entiendo. Porque sí, Babylon, por mucho que me joda decirlo, es un desastre. Un desastre con méritos evidentes y varios momentos brillantes, pero un desastre al fin y al cabo.

Babylon es un delirio absoluto, el sueño febril de un adicto al crack que piensa, en su desvarío, que está creando la película definitiva sobre el Hollywood clásico pero cuyas pretensiones acaban colapsando de manera inevitable. Y es que la película corre el riesgo de descarrilarse desde la primera escena, desde que las imágenes sugieren la visión de un cineasta con aspiraciones elevadas pero el humor del guion parece salido de Dos tontos muy tontos. Babylon es nitroglicerina, y tal vez un gran realizador fuera capaz de mantener las riendas de una fórmula tan inestable durante, qué sé yo, una hora y media. El problema es que ni Chazelle va tan sobrado como cree ni Babylon dura una hora y media. Las películas deben ser tan largas como lo necesiten, y esta, lo siento mucho, no necesita extenderse durante tres horas, especialmente cuando tienes escenas tan reiterativas y que aportan tan poco y subtramas tan superfluas y que se comen tantos minutos de metraje.

¿Hay secuencias bien escritas? Claro que las hay, pero no son suficientes para compensar los excesos narrativos y la abultadísima duración. Chazelle, además, es incapaz de unir las piezas temáticas de la historia para crear una tesis consistente. Intenta ser al mismo tiempo una sátira sobre la industria, un viaje dionisíaco de sexo, drogas, baile y decibelios que a veces me recuerda a la Clímax de Gaspar Noé y, por si fuera poco, una carta de amor al cine (o de odio, a veces parece no tenerlo claro) y una reflexión sobre el poder perpetuador del celuloide, y eso, lo siento mucho, es pedirle demasiado a una sola película y tener una confianza excesiva en tus posibilidades como narrador. Al desarrollo de los personajes le falta fluidez, y muchos de ellos van entrando y saliendo de la historia de manera brusca y descuidada. El chocante contraste en tempo y tono entre una secuencia y la siguiente recuerda al motor de un coche en constante peligro de gripar. Cuando, en una decisión incomprensible, Chazelle da otro volantazo y entra Tobey Maguire en escena con un personaje tan pasado de rosca que parece un cruce entre el Joker y el muñeco Slappy, la cosa ya no da más de sí y la cinta se va a tomar por culo, esta vez de manera irreparable. Finalmente, el pretendidamente emotivo desenlace (donde Chazelle, de manera desconcertante y después de tres horas de enajenación, vuelve a cambiar de marcha) llega tan tarde y se ve venir tanto desde la mitad de la película que, cuando trata de aterrizar, ha perdido todo su impacto.

Y me diréis: "Pero vamos a ver, Dabi, si tan desastrosa te parece, ¿por qué coño le das el aprobado?". Pues bueno, porque aunque el guion sea un caos de tres pares de cojones, todo lo demás (que en un producto audiovisual hay que tener muy en cuenta) es de primerísima división, desde la suntuosa y explosiva banda sonora de Justin Hurwitz (colaborador habitual de Chazelle) hasta, como era de esperar, la exuberante fotografía (los travellings laterales, los impecables planos secuencia, el vigor en el movimiento de la cámara) y la cuidadísima puesta en escena. El montaje, detallista y de incandescente expresividad, es marca de la casa y remite a Whiplash en múltiples ocasiones. Y los tres actores principales (Margot Robbie, Brad Pitt y Diego Calva) están estupendos en sus respectivos roles. Eso sí, hay que hacer el esfuerzo de valorarlos por separado, porque cada uno va a su bola y parece estar en una película distinta, pero eso es no es culpa de ellos. De los tres, sobresale la intrépida labor de Robbie, que lo da absolutamente todo, saltando sin red desde el minuto uno e inundando la pantalla de pasión y energía cada vez que aparece en escena. En una película mejor, su interpretación podría haber sido icónica, pero por desgracia la confianza que deposita en el proyecto no se ve correspondida.

En resumen: a Damien Chazelle se le ha ido la olla. Le respeto mucho y creo que ha demostrado a lo largo de su filmografía que tiene un talentazo que flipas, pero aquí se le ha ido la puta cabeza. Ha apuntado demasiado alto y no ha salido bien parado. Le han salvado las virguerías que es capaz de hacer con la cámara, lo tremendamente bien que suena la música y la notable labor del reparto (mérito exclusivo de ellos, porque él ha sido incapaz de darles indicaciones apropiadas y de mantenerlos a todos remando en la misma dirección). Aun así, yo no me arrepiento de haber visto Babylon porque a pesar de sus defectos, es cine atrevido y la visión genuina de un autor ambicioso, y por muy imperfecta que sea, siempre me interesa más encontrarme algo así que sentarme dos horas delante de un producto prefabricado, inocuo y mediocremente regular. Pero no me parece un éxito. Igual si durara 40 minutos menos sería más indulgente y podría valorar más sus méritos, que los tiene, pero esas innecesarias tres horas se hacen difíciles de defender. Aprecio el intento, pero si lo que Chazelle pretendía era hacer la nueva Boogie nights, se ha quedado, en mi opinión, muy, pero que muy lejos.

Calificación: Pasable
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416 de 532 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Damien Chazelle sigue siendo un enorme cineasta
A Damien Chazelle le conocimos -pese a que ya tenía un largometraje previo llamado “Guy and Madeline on a Park Bench”, que era una especie de proto “La la land”- por la formidable “Whiplash”. Cinta de 2014 con J.K. Simmons y Miles Teller que le valió para ganarse el reconocimiento de crítica y público y lanzar su carrera con apenas treinta años al situarle en el mapa mundial de los directores jóvenes a seguir de cerca. Posteriormente, llegó el bombazo de “La la land”, su Oscar a mejor director y la particular polémica del Oscar no ganado cuando todo el mundo esperaba su victoria -Perdió ante “Moonlight”- con el lio histórico de las papeletas. Después de su coronación en la gala, Chazelle decidió separarse de la música como temática vertebradora de su carrera -leitmotiv que compartían sus tres primeras películas- y nos entregó la más que correcta “El primer hombre”, que versaba sobre la vida de Neil Armstrong y que, a diferencia de sus dos últimos trabajos, dividió algo más al público.

El 20 de enero llega a nuestra cartelera su nuevo trabajo, Babylon, y con el también llega la vuelta del gran Chazelle al mundo de la música, el espectáculo y las historias de Hollywood. En este caso, nos narra la historia de un par de estrellas rutilantes del cine mudo -a las que dan vida Margot Robbie y Brad Pitt, ambos haciendo un trabajo sumamente espectacular que les valdrá nominaciones y, quizá, algún premio- que se ven enfrentados a los problemas que les provoca el cambio al cine sonoro con todo lo que esto va a suponer para sus carreras y su forma de realizar su trabajo.

La película tiene dos partes bastante bien diferenciadas. En su primera hora y media, más o menos, asistimos al jolgorio y la desmesura. Ahí vemos una fiesta de unos treinta y cinco minutos donde Chazelle se luce como nadie con la cámara -planos secuencia, movimientos imposibles, juego con los desenfoques, etc.- y se nos muestra el mundo de excesos, drogas, libertinaje y sexo desenfrenado en que vivían muchas de las estrellas que copaban las portadas durante el periodo silente del cine. Y que continua, de alguna forma, en un rodaje de una película muda, que se produce justo después, donde vemos a muchos de los actores ir sin haber dormido, drogados y completamente pasados de frenada. Toda esta primera mitad de la cinta tiene un ritmo absolutamente frenético y endiablado y nos enseña algunas de las miserias de Hollywood, aunque siempre desde un tratamiento más de humor negro que dramático, haciendo que el espectador este dentro completamente de lo que propone la cinta sin ningún tipo de esfuerzo.
Pero, obviamente, Chazelle no solo quería contarnos una historia de fiestas y de rodajes caóticos, surrealistas y desenfrenados. Chazelle quiere contarnos prácticamente la caída de un imperio. Un cambio de paradigma. Y es ahí donde entra la segunda hora y media de película.

En esta segunda mitad de la cinta a lo que vamos a asistir -valga la redundancia- es a la caída del “imperio silente” contra el nuevo rey, el cine sonoro. Y para asistir a esa caída la película se va a agarrar, trazando una parábola, a la caída de las propias estrellas de un Hollywood que vivía en la abundancia y que ahora tiene que adaptarse, o morir en el intento. Esta segunda parte es, obviamente, mucho más dramática que la primera. También más seria, madura y, en ocasiones, cruel con sus personajes. Es por esto que tengo la sensación que puede que esta segunda parte no conecte con todos los espectadores que estaban subidos a la nube de diversión y desenfreno de la primera mitad y que, al igual que a los personajes, han bajado de ella de un derechazo en la mandíbula.

Para entrar en Babylon y abrazarla al completo debemos asumir que estamos realmente ante una historia de las sombras de Hollywood. De juguetes rotos. Y de los muertos que la industria ha ido metiendo bajo la alfombra siempre para seguir con su “Show must go on” particular. Por lo tanto, no esperéis aquí algo como “La la land” -película a la que vemos alguna referencia, con un Chazelle auto citándose que me encanta-, que tocaba las sombras de forma mucho más superficial. Aquí estamos ante un descenso a los infiernos claro y evidente que recuerda casi más al tono de decadencia que mete Darren Aronofsky a sus personajes, que al tono que solía manejar Chazelle antes de esta cinta.

Sinceramente, creo que “Babylon” es una enorme película. Y, al mismo tiempo, soy consciente de que es una película que va a provocar división y debate. Y, como ha dicho el propio Chazelle estos días, creo que es sano que lo haga. Cuando estamos ante una película que se mueve tan claramente en los extremos. Que tiene los cambios de tono y forma que ésta y que golpea tan duro a sus personajes, es lógico que todos podamos sentirnos confusos y/o a disgusto con lo que tenemos en la pantalla.
En mi caso, yo debo decir que compro completamente la propuesta y os invito a ir a una sala de cine a disfrutar del enorme espectáculo planteado por el realizador norteamericano y formar vuestra propia opinión al respecto. De corazón lo digo, creo que merece mucho la pena verlo en pantalla grande. Recomendadísima.

Twitter: @QuiqueMartin27, colaborador de Mundoplustv
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