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El hundimiento de Japón (1973)

El hundimiento de Japón
143 min.
5,6
53
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Trailer (JAPONÉS)
Sinopsis
Película catastrofista que presenta una versión destrozada de Japón tras varios terremotos y maremotos. (FILMAFFINITY)
Género
Ciencia ficción Drama Thriller Catástrofes Terremotos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Nippon chinbotsu - Japan Sinks (Tidal Wave)
Duración
143 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Japan Sinks
Links
8
Japón, nueva Atlántida
Como la mítica Atlántida, el archipiélago nipón está presto a desaparecer del mapa para siempre, pero por la terrible fuerza de la naturaleza.
Minoru Komatsu, rey de la ciencia-ficción literaria, nos arrastra y vapulea en un relato sobre el pánico, el desastre, la desolación, la pérdida y el adiós...

Ya desde mediados de los '60 hervía en la cabeza de este genio una distopía feroz sobre algo que iba en contracorriente con el espíritu de resurgimiento social en aquel entonces; pero tras la hazaña apocalíptica "Fukkatsu no Hi" imaginó hundir, literalmente, Japón bajo las aguas del océano, y la historia, dividida en dos volúmenes y publicada apropiadamente en 1.973 (y en pleno 50.º aniversario del Gran Terremoto de Kanto), causó sensación llegando al millón de ventas. "Nippon Chinbotsu" era declarado "best-seller" y el autor fue reconocido con varios galardones...
Una ironía, ya que era el momento de la famosa Japan World Expo y la cúspide del florecimiento económico en la nación. En Toho, sin embargo, lo consideraban todo un caramelo para competir contra el éxito que estaban acumulado los títulos extranjeros sobre catástrofes de la más diversa índole, pero nadie absolutamente se había acercado al desastre imaginado por el nativo de Osaka. Después de un análisis de la deriva continental a través de las eras, vemos el inmenso despliegue de medios que propone la productora, llevándonos al fondo marino hasta el límite de la placa tectónica situada bajo el archipiélago japonés junto al paranoico científico Tadokoro y el joven piloto Onodera (arquetipos de estas historias).

En un desarrollo narrativo lógico del género se nos presenta un esquema que empieza con las primeras anomalías, la teoría sobre los sucesos y las preocupaciones entre los diversos profesionales siguiendo las alarmas a las altas esferas, los primeros cataclismos y el pánico colectivo. Shiro Moritani, experto asistente de dirección que aprendió de Naruse y Kurosawa, se mueve como pez en el agua en los ambientes de histeria general y en la conjunción de muchos personajes en pantalla, ayudándose de la destreza única de Teruyoshi Nakano para las elaboradísimas y espectaculares secuencias de efectos especiales, movimientos de masas y destrucción material.
Lo curioso de la adaptación de Shinobu Hashimoto es que, si bien respeta a los personajes originales, no profundiza en ellos con demasiado detalle ni sus interacciones van más allá del asunto principal: el pesar que les causa ver a todo un país en su apogeo económico y social siendo devastado por la imparable naturaleza; y al contrario que sus norteamericanos homólogos, el film no se enreda en grandilocuentes subtramas melodramáticas, con la excepción del romance entre Onodera y la joven de prestigiosa familia Reiko (de todos modos nada bien desarrollado y siempre fuera de lugar entre tanta catástrofe, caos social, duelos políticos, explicaciones científicas y planes del Gobierno).

Mientras uno se deleita con el efecto de gigantescos terremotos, explosiones por doquier y edificios derrumbándose en un despliegue de maquetas más increíble que el de cualquier "kaiju-eiga", el guión navega siempre en un equilibrio notable: es muy riguroso y técnico y asimismo muy humano. De los procedimientos gubernamentales de alto secreto organizado por figuras misteriosas (el anciano Watari) a una visión cruda y triste de la sociedad japonesa, destacando el siempre injusto trato a los humildes ciudadanos (éstos, llevados por el pánico, intentan penetrar en el castillo del emperador, acordonado por fuerzas policiales que, igual que en tiempos feudales, les reciben a palos).
La 2.ª parte del extenso metraje se centra en los esfuerzos del primer ministro Yamamoto (Tetsuro Tamba, tan flemático y sólido en esta clase de papeles, ofrece una de las mejores actuaciones de su carrera) y otros compañeros políticos para que las naciones del resto del Mundo les ayuden en una tarea monumental y a todas luces imposible: evacuar a todos los que se pueda del archipiélago. En comparación con el terremoto, el incendio del Coloso y el hundimiento del Poseidón de los respectivos films homónimos, lo propuesto aquí es sin duda la madre de todas las catástrofes que el género viera en la década de los '70.

Más acertada y no poco ácida resulta la visión socio-política internacional de la novela y su adaptación en el momento de publicarse y estrenarse ambas, pues era 1.973 y a todos los países había llegado la gran recesión por culpa de la inflación, la caída de las industrias y sobre todo la crisis del petróleo. Así que, en esos instantes de peligro económico y caída en picado de las importaciones/exportaciones, lo que sueña Komatsu es la posibilidad de una acción mundial por nada más que el mero altruismo. Y en todos los sentidos: desde Asia a Europa y cómo no el aliado estadounidense, todos tienden su mano y abren sus fronteras sin importar las inclinaciones políticas de cada uno.
Sin tan siquiera proponer condiciones ni negociaciones espinosas. Ingenuo, incluso estrambótico. Esto en la vida real jamás hubiera resultado y miles de millones de personas se habrían ahogado sin remedio...pero la fantasía apocalíptica también cuenta con su parte de esperanza; lo que en realidad se esfuerza en reflejar el autor, pese a la siempre autoproclamada fuerza y entereza del hombre japonés, es la gran debilidad de una nación cuando elementos exteriores más poderosos las doblegan, elementos que nada tienen que ver con las acciones del hombre.

Y para rematar, un plantel trufado de estrellas de la época y la productora (masculino casi por completo). El resultado fue el esperado por ésta: unas recaudaciones monumentales, Moritani ascendió a cineasta de primera clase y la industria nipona ya tenía asegurada para toda la eternidad su entrada en el género catastrofista.
Tanto que las más dispares adaptaciones y "remakes" siguieron a raíz de este éxito, desde el formato televisivo al del anime.
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