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Los límites del control (2009)

Los límites del control
117 min.
5,9
3.298
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Sinopsis
Un hombre misterioso, desconfiado y solitario (Isaach De Bankolé) que vive al margen de la ley y lleva siempre un violín bajo el brazo, llega a España con la intención de terminar un trabajo. En su camino se cruzarán los más peculiares personajes. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Drama Cine independiente USA
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Limits of Control
Duración
117 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-España-Japón;
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6
The Amazing Jarmuschman
Aunque es evidente que la estructura superficial de esta cinta es más propia de una peli de espías, me gusta más pensar que lo que ha hecho Jarmusch aquí ha sido crear su propio superhéroe. Aunque ni vuela, ni lanza telarañas, ni tiene fuerza sobrehumana.

Debajo de su fachada hermética y silenciosa (no olvidemos que es el ideal de Jarmusch), el único superpoder que posee es el de la imaginación. En la realidad no es gran cosa, en la ficción lo es todo. Para salvaguardar a los músicos, cineastas, científicos, bohemios y drogadictos, es el superpoder idóneo*.

No viene a salvarnos a nosotros, entonces, sino al arte. Y para hacerlo hay que eliminar a la realidad. Sin armas, sin fuerza, sin planes estratégicos. Sólo con una simple cuerda de guitarra. Con arte.

Sin embargo, aunque la misión acaba en la película y nuestro héroe (bueno, el del arte) guarda su traje y se pierde en la realidad, el objetivo no está cumplido. Jarmusch configura su particular lienzo en blanco, su elogio al arte por el arte. El concepto está perfectamente conseguido, su ejecución no. Su universo de variaciones, diálogos marcianos y hermetismo interesa (a ratos), pero no cautiva. Convence, pero nunca emociona.

Y es que para que el arte mate a la realidad no basta con el lienzo. Necesita que lo rellenen.
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81 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El nuevo conquistador
Nuestro hombre se viste de azul, cubriendo su cuerpo enjuto con la pátina de la seriedad que le otorga el traje. Sus movimientos son pausados, seguros; su hablar es confiado, receloso; sus ideas son claras como un día de verano: dos cafés en tazas separadas y nada de sexo con la de las tetazas, que no es lo mismo, pero viene a ser parecido. Todo en esta cinta tiene un propósito, aunque Jim nos lo oculte durante casi todo el metraje. Como es habitual en él, deja que el film respire y tome conciencia de sí mismo, al igual que hace Isaach de Bankolé, cuyos ejercicios de respiración, a pesar de lo que pudiéramos pensar, no son tanto espirituales como puramente físicos. The Limits of Control resulta ser una sucesión de eslabones iguales, pero distintos a nuestros ojos. Al cinéfilo le resaltará especialmente el eslabón de Tilda Swinton, al melómano el de Luis Tosar, al adicto al opio el de Gael García, al físico convencido el de Youki Kudoh... pero, al fin y al cabo, todos ellos resultan ser cimientos de una misma búsqueda. Una búsqueda seria, la más seria que recuerdo, como así nos lo hace ver el héroe de la película. Héroe merecido y sin paliativos, puesto que acaba salvando lo más grande que jamás se haya tenido que salvar en una película. Y eso que salva es aquello que nos hace únicos, aquello que nos define como humanos y que a muchos de nosotros aún nos mantiene respirando en esta vida huérfana de sentido: la cultura. Y más que la cultura, el afán por aprender. El ansia por rebasar nuestros sentidos, por preñar nuestro deleite en favor de una habilidad, de un arte que sublime el conocimiento, que nos haga recordar que el hombre empezó a ser hombre desde el momento en que empezó a trascender su muerte. Mientras tanto, se nos muestra España como nunca antes: un Madrid de graffitis en las esquinas, una Sevilla de azulejos sucios, una Almería de polvo entre matorrales secos. Y por encima de todo, el español como lengua paradigmática de transmisión de la cultura. De hecho, no es descabellado pensar que el personaje de Isaach represente la figura del nuevo conquistador. Como digo, el asunto es serio. Y como nunca antes hubiera esperado, el maniqueismo resulta aquí necesario y hasta esperanzador, aunque no evidente. No sabemos quiénes son los buenos ni quiénes los malos hasta el final, pero sólo porque nuestra mente narrativa, influenciada por las convenciones del género de espías, presupone una búsqueda material y un trabajo de sicario. Y sin embargo, nada más alejado de la verdad.
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39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
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