Testigo hostil (1968)

Una introducción en el mundo de la abogacía que supone el escenario de un prestigioso bufete dirigido por el eminente Señor Crawford (Ray Milland). Pero antes sabremos que dicho personaje ha sufrido la pérdida de su hija a causa de un fatídico accidente. Fue atropellada y el conductor se dio a la fuga. La depresión que le produce este hecho, un hombre viudo para mayor escarnio, es consecuencia de su internamiento en una clínica para desequilibrados mentales. Ray Milland se dirige a sí mismo y diremos que a continuación, el Señor Crawford se repone y vuelve a ser el mismo, entonces el escenario pasará a ser una sala de los tribunales típica inglesa porque el Señor Crawford ha sido acusado por Scotland Yard del homicidio de su vecino, eso sí, se le ha acusado con toda la cortesía que caracteriza a esa noble institución. Presidiendo el tribunal está el juez, y luego el fiscal, ambos llevarán esa peluca blanca con los rulos puestos tan pintoresca que se colocan encima de su pelo para que nadie les falte al respeto. A un lado estarán los miembros del jurado; a otro el público, y luego estará la palestra donde se harán las declaraciones bajo juramento.
Una distribución perfecta y sin problemas para las cámaras.
Por tanto, correcta exposición de los turnos en un ambiente de telefilme en la que Ray Milland ya se encarga él de dar una continua intriga para que sepamos si es culpable o inocente. Un apoyo muy bueno de la siempre eficaz Sylvia Syms, y en fin, demás testigos que al menos se curran unos personajes diferentes y creíbles. En concreto, una de juicios de esos que da la impresión de estar juzgando a alguien en el siglo XIX, con unos diálogos exactos y amabilísimos, llenos de intención, agudeza y adecuados en su terminología, pero no, son hechos y procedimientos de la modernidad con tradiciones en uso.

Película de un Ray Milland ya otoñal y con más tendencia a hacer televisión que cine en esta época, pero siempre está correcto. Ambiente muy british para esta intriga judicial que, sin ser la repanocha, se deja ver con agrado. La cosa es un poquillo rocambolesca pero está hecha con bastante gusto y oficio, con una puesta en escena más teatral que cinematográfica (de hecho hubo una versión en Broadway que también protagonizó Ray Milland). Yo creo que de las películas de Ray Milland como director-actor que he visto es probablemente la que más me ha gustado (recuerdo "Lisboa" esa especie de imitación de "Casablanca" y era bastante pestiño). Lo dicho, no pasará a ninguna historia del séptimo arte pero sirve para pasar un rato entretenido.