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Nunca pasa nada (1963)

Nunca pasa nada
97 min.
7,3
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Disponible en:
Suscripción
Escena (ESPAÑOL)
Sinopsis
Durante un viaje en autobús, la vedette de una compañía francesa de revista sufre un ataque de apendicitis y debe quedarse en un pueblo español para ser operada. Su llegada revoluciona la conservadora y aburrida vida de la localidad, y especialmente la del médico que la trata. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Vida rural Drama romántico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Nunca pasa nada
Duración
97 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción España-Francia;
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Premios
1963: Festival de Venecia: Sección Oficial
9
El mundo sigue
En su momento fue un fracaso y se le reprochó el gran parecido temático con "Calle Mayor" (algunos críticos la denominaron despectivamente "Calle menor"). Ya suele suceder que las "variaciones", que no remakes, que algunos directores hacen de películas propias muy reputadas (pensemos, por ejemplo, en "Fedora" con respecto a "El crepúsculo de los dioses") tengan un recibimiento más bien receloso. Pero con la perspectiva del tiempo, y siempre bajo la consideración que cada obra debe ser valorada en sí misma, me atrevo a sugerir que estamos ante una de las más grandes películas de Bardem, lo que en su caso redunda en considerarla también una cima del cine español de todos los tiempos.

Si en "Calle Mayor" el protagonismo y, con él, la empatía del público, lo monopoliza el personaje genialmente encarnado por Betsy Blair, aquí se bifurca en más direcciones. De esta manera, lo que se pierde en concentración emocional se gana en amplitud de mirada. De nuevo en una ciudad de provincias, tenemos esta vez a un matrimonio de mediana edad, un joven profesor y una vedette francesa (el personaje con menos entidad, que actúa más bien como detonante de la acción), cada uno muy elaborado en toda su complejidad.

A nivel formal, Bardem maneja de manera más brillante que nunca sus recursos expresivos. El más característico es el plano-secuencia, que dedica a los diálogos, generalmente a dúo. En este sentido, es obligado citar una impresionante y larga escena de discusión matrimonial excelentemente ejecutada e interpretada. En otros momentos, como con el coro de vecinas siempre reunidas para cotillear, recurre a un montaje mucho más corto. Y, como siempre en su cine, las transiciones y elipsis resultan originales y elocuentes. Es de justicia destacar a una soberbia e inolvidable Julia Guitiérrez Caba, bien secundada por Jean Pierre-Cassel y Antonio Casas, y resaltar también la hermosa partitura de Delerue, que, en sus momentos más líricos, puede recordar a la de "La piel suave".

Como cabe esperar en un autor siempre tan comprometido ideológicamente, resulta evidente la metáfora de una España encerrada o prácticamente asfixiada en sí misma (idea que se refuerza con el apabullante contraste del personaje tan "liberado" de la chica extranjera, y que se complementa con el leitmotiv visual del incesante paso de camiones que siempre cortan el paso). Pero, de la misma manera que "Solo ante el peligro" es mucho más que una parábola anti-maccarthista, también este film trasciende la lectura política y coyuntural. De ahí que, aunque la tipología de personajes, sus conflictos y la manera de resolverlos nos remitan a otra mentalidad social y otras costumbres, finalmente subyacen las temáticas humanas universales, como el amor, la soledad, los anhelos, la insatisfacción, las contradicciones..., y, con ello, la perenne modernidad de la obra de arte.
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61 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Digna de tener en cuenta
Que Juan Antonio Bardem es uno de los grandes del cine español no es ningún descubrimiento ni ninguna primicia. Pero a diferencia de otros grandes como Buñuel o Berlanga, he de admitir que de Juan Antonio sólo había visto -antes de ésta- dos pelis: “Muerte de un ciclista” y “Calle Mayor”. Dos pelis, por cierto, absolutamente prodigiosas.

Quizás por ello, un buen día, me animé a indagar en su filmografía. Consideraba que un tío que había firmado dos pelis como las anteriormente mencionadas debía disponer de algún que otro trabajo digno de revisar. Para mi sorpresa, no encontré en su filmografía demasiados títulos que atrajeran poderosamente mi curiosidad. Me quedé, finalmente, con dos: “Cómicos” y “Nunca pasa nada”. Una peli, ésta última, que no sé por qué extraña razón atribuía a Fernán-Gómez. Tal vez por eso mismo, por haber padecido ese extraño lapsus, decidí abordarla inmediatamente.

Antes de hacerlo, sin embargo, le eché un vistazo a las críticas publicadas en la página y me encontré con la de mi colega Quim. Un tipo de cuyo criterio cinéfilo me fío más que del mío propio. Tras leérmela de cabo a rabo supe que esta peli iba a gustarme. Y mucho.

Y, como no, me gustó. Me gustó porque, en muchos de sus tramos, volví a experimentar esa lánguida tristeza, esa tremenda amargura y desaliento que me suscitó en su día “Calle Mayor”. Volví a sentir la impotencia y la frustración de verme ahogado, asfixiado, en una capital de provincias. Volví a sentir como la mirada escrutadora de los lugareños se clavaba en mi nuca y como los murmullos crecían a mi paso. Volví a sentir como ese amor imposible me consumía por dentro y como una despiadada y progresiva indolencia aletargaba mi razón… y mis ilusiones. Volví a sentir como ese autobús que partía ante mi constituía, efectivamente, una nueva oportunidad perdida. Otra más. Quizás la última.

En fin, que si os gustó “Calle Mayor” no os perdáis “Nunca pasa nada”. Quizás no es tan buena, de acuerdo, pero vale la pena verla. Palabra.
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31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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