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Regreso a Reims (2021)

Regreso a Reims
83 min.
7,2
358
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Trailer oficial HD (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
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Sinopsis
A través del texto de Didier Eribon interpretado por Adèle Haenel, 'Regreso a Reims' narra en archivos una historia íntima y política de la clase obrera francesa desde principios de la década de 1950 hasta la actualidad.
Género
Documental Trabajo/empleo
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Retour à Reims (Fragments)
Duración
83 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2022: Premios César: mejor documental
4
La imagen oprimida.
Fui ayer a ver Retour a Reims con interés pero también con cierto escepticismo viendo la temática en la que se introducía. Un escepticismo que, comenzando ligero, como una pequeña bruma a través de la cual uno pasa sin problemas, se fue espesando a lo largo del film conforme mis sospechas se iban solidificando, volviendo en certezas.
Una imagen quizás destaca entre la multitud, puede que por la simple razón de que la reconocía. Dentro de la moda de "films de archivo" que se ha vuelto casi un ejercicio rutinario escolar en los cineastas "intelectuales" contemporáneos alimentados hasta la médula por la pedantería godardiana, el film está construido en base a fragmentos de entrevistas u otras películas las cuales no se citan ni he sabido reconocer en su mayoría. Una de ellas, como decía la reconocí, era de Chronique d'un été, el maravilloso film-ensayo-documental de Jean Rouch y Edgar Morin. En esa escena se nos muestra a un hombre negro comentándole a otra persona, que acaba de conocer y que el film ha decidido poner juntos para registrar el encuentro, que no sería capaz jamás de trabajar en una fábrica; el hombre le responde amablemente y le comenta resignado que no tiene más remedio para ganarse la vida.
En Chronique d'un eté, sino me falla la memoria, esta escena se visualizaba como un doble encuentro, entre esas personas y la cámara y, con ello, el espectador, que era testigo de algo que ocurría en ese mismo instante (toda vez que se vea esa escena hace de ese instante un perpetuo presente), absolutamente singular a pesar de mostrar, con todo, dos personajes situadas en entornos sociales que ellos mismos exponen con violencia. Sin embargo, lo que se muestra en la pantallan o es tanto la constatación de esos elementos sociales, sino la verdad de unos individuos que, a través de ellos, quizás sean capaz de reflejar una vida que los transciende. Jean Rouch respeta la alteridad de lo que filma, la singularidad de esas personas. Los respeta en el sentido de que los admira, de que siente que es capaz de aprender de ellos.
Qué ocurre, sin embargo, en Retour a Reims. Esta escena está completamente sacada del contexto de la primera, no vemos nacer una situación, sino que se la enmarca dentro de un discurso global en el que este encuentro no es sino una "cita" un "ejemplo de una tesis. La imagen pierde la singularidad y se convierte entonces en una pieza del sistema.
La tiranía del film está desplegada de forma absolutamente coherente en el conjunto de la película de manera que sorprende que no haya sido premeditada. La película parece comenzar con la narración de una historia singular: el desencuentro de una hija con sus padres y acaba derivando en una proclama política, en un manifiesto. El film es explícito en eso, cuando la voz en off habla de su padre no habla de él sino como de una especie de sedimentación de prejuicios temporales y locales. En ese sentido la protagonista trata a sus padres como el film a sus imágenes. La paradoja está entonces viva de nuevo. Muchas de las películas se recogen de entrevistas a personas reales de la época, muchas de ellas en planos muy cercanos. La sensación en la escena singular es de una vivicidad enorme, una celebración de lo "real" y de lo pro-fílmico. Pero esta espontaneidad es una ficción (de la que me permito disfrutar, no obstante, a lo largo de la película frente a la insistencia pedagógica de la voz en off). El discurso es una metralleta constante en el que las imágenes están absolutamente imbuidas, convirtiéndose en un valor de cambio discursivo, o en ilustraciones que embellecen estéticamente unas palabras de las que, en último término, nada tenemos que aprender.
Y es que hay una especie de nostalgia de unos conceptos construidos hace más de siglo y medio y que fueron repetidos hasta la saciedad durante el siglo XX y los diferentes grupos revolucionarios. Y la historia que los marxistas construyeron ya nos la sabemos, una historia de amigos y enemigos, las santas víctimas obreras, frente a los patéticos y ridículos burgueses. Recuerdo una escena en la que un niño andando frente a la cámara repite una patética clama marxista y cuando termina parece mirar a cámara como diciendo "lo he hecho bien?" Esa sensación de patetismo persigue a toda la película, en la que todo parece repetir de forma casi automática toda una serie de lugares comunes que el mayo del 68 convirtió en su identidad y del que Jean-Gabriel Périot.
Y es que, si el film ya sería lo suficientemente mediocre como denuncia histórica, más lo es aún cuando pretende extender sus tesis a la contemporaneidad sin ninguna clase de mediación teórica. Como si las problemáticas que se han ido mencionando hasta ahora, esto es, los problemas de los obreros y las mujeres fundamentalmente en el primer acto, y de los inmigrantes en el tercero, fueran aplicables teóricamente como una mera extensión a una suerte de fuerza activista y utópica eterna. El epílogo confirma la ingenuidad de Périot como su mediocridad tanto intelectual como artística.

(Continúo en spoiler)
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Ficción, documental y activismo
Una voz en off explica cómo durante su juventud optó por distanciarse de su familia. Luego recuerda, acompañada por las imágenes de algún barrio humilde francés, su decisión de re-visitar sus orígenes a raíz de la enfermedad de su padre. A partir de ahí, el misterioso personaje reconstruye la historia de su pasado, indagando con insistencia en el contexto de cada suceso, sin perder de vista los condicionantes socio-políticos a los que estaban sujetas las decisiones de sus familiares. Y poco a poco, ambas cosas empiezan a entrelazarse, hasta que la película parece narrar simultáneamente dos historias: la de sus protagonistas y la de los obreros de la Francia de mitad del siglo XX. La propia historia de una sociedad acaba arrastrando a la de sus protagonistas, sin hacer apenas distinción entre ambas. Este es uno de los aspectos más interesantes de la película: la familiaridad que la narradora encuentra entre el pasado de sus ancestros y el pasado de su país.

El otro aspecto pertenece al apartado formal. Regreso a Reims es una adaptación de la novela homónima y autobiográfica de Didier Eribon. La voz en off que la conduce pertenece a la actriz francesa Adèle Hanel, que se encarga de dramatizar los textos de la novela, acompañada por una selección de fragmentos de reportajes, películas y noticiarios que escenifican (a veces literalmente) sus palabras. Estamos, por lo tanto, ante un película que adapta libremente un producto literario (libertad que percibimos, por ejemplo, en el cambio de género del protagonista). Exactamente lo mismo que tantísimos productos comerciales llevan haciendo desde los orígenes del propio cine. Sin embargo, sus peculiares características (el protagonismo de la voz en off, el uso de material de archivo, la reconstrucción de sucesos históricos) han llevado a que el título de Jean-Gabriel Péirot sea catalogado como documental, y ello nos remite a la eterna disputa de terrenos entre la ficción y la no-ficción. ¿Qué determina, exactamente, cada género? ¿Por qué Regreso a Reims no pertenece al cine de ficción cuando es, claramente, la escenificación ficcionada de una novela? Eternas preguntas cuya formulación resulta mucho más interesante que cualquier respuesta categórica que nadie pueda dar.

Sin embargo, todo ello queda diluido en el tercer acto. Todo empieza cuando nuestra narradora reflexiona sobre cómo la extrema derecha logró transvasar la indignación de los trabajadores hacia el racismo y cómo cierto sector de la izquierda francesa mordió el anzuelo (algo, dicho sea de paso, horrorosamente reconocible en la España de nuestros días). A partir de ahí, su búsqueda ancestral se decanta sin rubor hacia la militancia. Todo su discurso se centra en la protesta, en la necesidad de luchar y de exigir. Al mismo tiempo, la mezcla de imágenes de archivo se decanta hacia el uso exclusivo de recortes de noticiarios, prestando especial atención a las famosas protestas de los célebres Chalecos Amarillos. Pero, curiosamente, dicho viraje (por partida doble) no desvirtuá en absoluto la homogeneidad del producto. De algún modo, Jean-Gabriel Périot logra relacionar la búsqueda de los orígenes personales con la responsabilidad individual hacia el progreso y la mejora. Una relación, en cierto modo, sugerida ya en el primer acto a través de la mencionada familiaridad entre el pasado ancestral y el pasado de un país. De ahí que resulte coherente que, llegados al tercero, la narrativa y lo formal se diluyan en un canto inconfundible al activismo.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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