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Veinte mil años en Sing Sing (1932)

Veinte mil años en Sing Sing
78 min.
6,6
680
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Sinopsis
Tom Connors (Spencer Tracy) es condenado a una pena de entre cinco y treinta años de presidio en la cárcel Sing Sing por atraco a mano armada. Una vez allí, consigue un permiso para visitar a su novia herida, pero ésta se ve involucrada en una pelea con un mafioso que tendrá insospechadas consecuencias para Connors. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine negro Drama carcelario Crimen Basado en hechos reales
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
20,000 Years in Sing Sing
Duración
78 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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7
Sing Sing
Drama carcelario realizado por Michael Curtiz (1886-1962) (“Casablanca”, 1942). Escriben el guión Wilson Mizner y Brown Holmes a partir de la adaptación elaborada por Courtney Terrett y Robert Lord del libro de memorias de Lewis E. Lawes, que fue alcaide de Sing Sing durante algo más de 20 años (1920-1941). Se rueda en Sing Sing (Ossining, NY) y en los Warner Studios (Burbank, L.A., CA), con algunas tomas en escenarios exteriores reales. Producido por Darryl F. Zanuck para la Warner, se estrena el 24-XII-1932 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en la prisión de máxima seguridad de Sing Sing, del estado de NY, y en NYC, a lo largo de un período de varios años. Los personajes principales son el recluso Tom Connors (Tracy) y el alcaide Paul Long (Byron). El primero es un joven pendenciero y presumido que acumula una larga lista de delitos de robo y asalto con armas de fuego, que se remontan a la época de su adolescencia con varias estancias en reformatorios y fugas de los mismos. El film explora y explica la evolución interior del recluso y su interacción con la figura mesurada, razonable, justa y comprensiva del alcaide. El libro en el que se basa defiende las innovaciones que en el régimen carcelario introdujo en su primer mandato el presidente Franklin Delano Roosevelt, consistentes en la supresión del castigo físico, la construcción de nuevas y modernas prisiones, la implantación de un nuevo sistema de relaciones entre funcionarios de prisiones y reclusos, etc.

La narración se basa en un discurso que premia lo visual. Describe y explica la vida de los internos en el penal mediante la aportación de imágenes reales del interior, que se muestra con parsimonia, reiteraciones y planos de profundidad, para darle un aire realista y documental. En los encuadres del establecimiento siempre están presentes los barrotes, las puertas de seguridad, las rejas, las cerraduras y las proyecciones de sombras en las paredes, las celdas, el rostro de las personas. La opresión del encierro se presenta subrayada con algunos detalles adicionales como el jilguero cerrado en una jaula situada en una celda de la prisión.

La cámara se interesa por los aspectos humanos de las relaciones que se dan entre los reclusos y entre estos y los funcionarios. De manera especial trata de reflejar el comportamiento humanista y los principios ponderados del alcaide. Varias conversaciones entre el alcaide y Tommy resultan emblemáticas, como aquella en la que este defiende que solo trabajan los tontos, mientras aquel sostiene que trabajar es un privilegio.

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27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
UN GANGSTER CON PALABRA DE HONOR
Michael Curtiz, otro de los grandísimos cineastas que Europa regaló al cine USA realizó en 1932 esta película para la Warner Bros, donde retrata con maestría el mundo carcelario y entra en el terreno, pantanoso sin duda, de la condición de los alcaldes de esas instituciones y sus relaciones con los presos.

Un alcalde de Sing Sing tan implicado en el proceso de redención de los delincuentes, comprometiendo incluso su propio cargo a cambio de la palabra de honor dada por un recluso, se hace algo difícil de creer y la película acusa un exceso de moralina y un defecto de realismo. Pero, en este marco de fábula moral, el film se desenvuelve con bastante solvencia, en especial por la interpretación de Spencer Tracy, en un papel de gángster entre rejas que parecía pintiparado para James Cagney, en quien inicialmente se pensó.

Tracy, gran actor donde las haya, compone un personaje que, a mi juicio, es lo más real de la película. Mezcla de prepotencia, violencia, honor, sentido del deber y hombría (en el sentido de humanidad) llevada hasta las últimas y más extremas consecuencias. Generalmente, los personajes interpretados por Spencer Tracy siempre tuvieron esa condición y debo decir que la sorpresa inicial de verle encarnando a un mafioso se quedó en simple anécdota al comprobar que en el fondo se trataba mera y simplemente de pura fachada y que de matón poco y de tío legal, como se dice ahora, mucho.

Frente a él, Bette Davis, con su juvenil belleza muñeca de porcelana, demostrando excelentes maneras, aunque muy alejada de la Margo Channing de Todo sobre Eva, de Baby Jane o la entrañable Annie Manzanas (versión dos de Capra), claro que, esto no es reprochable. La juventud es el divino tesoro con el que se puede comprar todo, menos la experiencia y la veteranía. No obstante y para ser absolutamente veraces, tan solo tres años después, en el 1935, obtendría su primer Oscar por Peligrosa de Alfred E. Green, y otros tres más, el segundo por Jezabel, de William Wyler.

Finalmente, reparar en el gran director que fue Curtiz, a quien asociamos inevitablemente con Casablanca, pero que dirigió también Mildred Pierce (Alma en suplicio), El trompetista (con Kirk Douglas) o la mítica El capitán Blood. Es cierto que los 50 supusieron un descenso cualitativo en sus películas, pero aun así el director nacido en Budapest fue uno de los grandes.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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