Un padre no tan padre (2016)

Los exhibidores nacionales han dado cabida a un género como el de la comedia romántica producida aquí en México al ver el potencial probado con otros títulos que al poco tiempo han conseguido una respuesta del público general, al animarse a comprar entradas con el fin de esparcimiento puro y sin complicaciones. Dichos resultados encuentran en el género ese respiro a esa incredulidad por la oferta mexicana, por lo que ahora con un intento sino logrado, se aventura a explorar más allá de las problemáticas amorosas de los personajes centrales y ahora se va hacia la ruptura familiar y su tradicionalismo vs. nuevas formas de concebirse en tiempos de diversidad y elección.

Así es como Don Servando Villegas de 85 años después de muchos años de asilo topa con la nueva realidad del único hijo —más indispuesto que dispuesto a recibirlo— al ser expulsado del recinto dada su personalidad que resulta imperativa y hostil con el personal de atención y compañeros. Los 80 quedaron hasta cierto punto rezagados en aspectos de formación al interior de la familia y deberá hacer que el patriarca entre en la nueva dinámica de convivencia y las exigencias vayan bajando de tono.

Raúl Martínez hace una entrega aleccionadora y moralina, previsible y diluida, de parlamentos cortos, con un reparto en general sin mucho brío a la hora de entrar en personaje y que termina por develar una dirección ajustada a los estándares más complacientes, aun cuando haya aquello que intente rupturar las buenas costumbres.

Una película que no a todos nos funciona, con un Héctor Bonilla a la deriva y donde el todo le queda chico.

El debut cinematográfico del realizador Raúl Martínez se da con una comedia familiar que toca diferentes temas y que tiene en el experimentado actor Héctor Bonilla a su principal bastión, del que se sostiene un relato que funciona gracias a un guión bien trabajado y un reparto efectivo.

El padre del que se habla es Don Servando Villegas (Héctor Bonilla), un viejo cascarrabias de 85 años que vive en un asilo donde ha tomado el control de los que ahí trabajan y viven de manera autoritaria, hasta que un día comete un acto de violencia, por lo que es expulsado del lugar.

Quien llega a su rescate es su hijo menor llamado Francisco (Benny Ibarra), quien en sus visitas le ha relatado tener una vida idealizada solo para complacerlo, pero ahora que lo lleva a vivir con él, Don Servando deberá enfrentarse y adaptarse a un hijo que vive con su mujer (Jacqueline Bracamontes) e hijo (Sergio Mayer Mori), quienes además viven en comunidad con otros ocho peculiares compañeros de casa.

La comedia se basa en los continuos enfrentamientos causados por la gran brecha generacional existente entre el hijo y el personaje de Bonilla, actor de sobrada capacidad que hace del viejo Servando un personaje lo mismo detestable que simpático, sin la necesidad de recurrir a situaciones “golpebajeras” o poco nobles para un personaje de sus características.

La historia presenta diversos temas de actualidad, como las drogas, la homosexualidad, la vida digna en la tercera edad entre otros, y se acerca a ellos con respeto y de manera seria pero sin solemnidad y permitiendo que sean parte de la comedia, lo que funciona de manera acertada, en una película que tiene su talón de Aquiles en la gran dependencia que se genera con su protagonista, lo que se hace muy visible cuando en el último acto desaparece por algunos minutos, el relato parece venirse abajo.

Al final, Raúl Martínez consigue un acertado y promisorio debut, logrando ensamblar acertadamente a su numeroso reparto y los diversos temas que trata, en una lograda comedia familiar, que ya hacía falta en el cine nacional tan dedicado a explotar solo los intentos de comedias románticas.


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