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El gran hackeo (2019)

El gran hackeo
135 min.
6,2
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Sinopsis
¿Has rellenado alguna vez una encuesta online? ¿Te has planteado alguna vez por qué recibes anuncios relacionados con los productos que has buscado en Internet el día antes? El manejo de la "información" se ha convertido en el activo más importante del mercado pese a que, desgraciadamente, es controlado y empleado como arma para manejar a los usuarios y para librar toda clase de guerras políticas. Este documental trata de exponer información referida al uso de la explotación de la información personal empleando el sucesos de Cambridge Analytica/Facebook, en el que se desvelaron datos de cientos de miles de cuentas personales sin autorización previa, como telón de fondo. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Internet / Informática Redes sociales
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Great Hack
Duración
135 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2019: Premios BAFTA: Nominada a mejor documental
6
Persuadibles
Como electores desde siempre, somos el pasto del que se nutren enteramente granjas tecnológicas dedicada al estudio demoscópico. No es novedad. Desde hace bastante los políticos son conscientes o deberían serlo de que actuar de una u otra forma tiene distinto precio y consecuencia en la intención de voto de sus electores.

La novedad es que a base de invadir la soberanía de los países a través de la minería de los datos de sus ciudadanos captados en la red, se pretenden utilizar armas de guerra de la información (noticias falsas, promover el miedo, promover el odio...) para obtener resultados electorales independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los políticos ("guerra psicológica de grado militar para coser el caos", menciono de manera expresa citándo otra crítica).

Básicamente en caso de conseguir sus objetivos vendrían a ser una especie de superpoder que haría el trabajo de los políticos a costa de la propaganda, de la censura de la verdad y todo con la necesaria colaboración de los poseedores de los datos de los ciudadanos, esto es, las grandes compañías tecnológicas.

Las primera víctimas de ese fraude fueron ciudadanos de países en vías de desarrollo, los más vulnerables, de la órbita política anglosajona, pero ha sobrepasado esa frontera disfrazado de nuevo producto tecnológico más.
Pero por su carácter invasivo de la soberanía de los estados y de las libertades es una manifestación más de autoritarismo y del imperialismo de toda la vida blanqueado convenientemente de novedad tecnológica

También se pone de manifiesto el nulo respeto que tiene un sector amplio de la clase política por los ciudadanos que representan. En Europa, por ejemplo, hace nada no se ha dudado en promover el voto de los discapacitados psíquicos ante el estupor de la ciudadanía que tiene que soportar momentos patéticos frente a las urnas que denigran al resto, a los mismos afectados y al proceso democrático.

El que por obra y gracia del gran hermano que todo lo controla, los ciudadanos nos convirtamos en seres "persuadibles" necesita de la connivencia de grandes compañías invasoras, de la clase política de una nación y de los dueños de las grandes tecnológicas captadoras de datos. No son teorías conspiranoícas. Es la constatación de que en la lucha por el poder no se puede obviar la soberanía, seguridad e integridad de los países.
En EEUU., por ejemplo, no se dudo en echar mano del rusiagate para terminar ganando una presidencia por 70000 votos (estrecha ventaja de apenas 78.000 votos que Trump logró en tres condados de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania.) de 137 millones de electores. No son paranoias sino el resultado de una estrategia más que recalculada

En la película nadie nos explica los motivos reales de uno de los personajes conductores , Brittany Kaiser, para girar del revés su posición y denunciar a la compañía Cambridge Analytica. Se intuyen motivos dispares, dado el distinto origen de los protagonistas... pero no se concretiza este tema y puestos a intentar comprender el tema ello contribuye a que no sea un documental sólido. Se insiste y se centra en el mensaje que se puede resumir fácilmente en dos líneas y al espectador le faltan datos que se sesgan y se dan por obvios cuando para nada lo son.
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Autómata
La Revolución Digital no era revolucionaria en absoluto; solo fue un paso más dentro del programa absolutista que ya emprendieron Bacon y Descartes en su momento. Programa cuyo objetivo confeso es el control en todas sus dimensiones y cuyas herramientas de actuación son la velocidad, la producción en masa, la automatización, la comunicación instantánea y el control a distancia.

Irónicamente, nosotros no solo mordimos el anzuelo sino que en un acto de arrogancia la enmarcamos dentro de lo que estaba destinado a ser La Sociedad de la Información. Pero de la Sociedad de la Información a la de las fake news solo había un paso.

Dijeron que Internet sería una herramienta de transmisión de conocimientos. Que nos haría más libres. Que nos ayudaría a conectarnos. Pero lo cierto es que a pesar de ese supuesta avalancha de información el 50% de los estadounidenses no sabe situar Inglaterra en el mapa, que decisiones como el voto están aún más condicionadas por factores ajenos a nuestra voluntad, y que cada vez hay más personas solas o aisladas dentro de esta burbuja virtual cuya soledad es el sustrato esencial de empresas como Facebook.

Tecnologías democratizadoras las llamaron. Como si alguna vez el sector privado hubiera estado interesado en la implantación a gran escala de una Tecnología con el fin de democratizar la sociedad.

En realidad no hay dimensión humana que permanezca inmune a esta agresiva evaporación de la realidad que algunos confunden con la economía (administración eficaz y RAZONABLE de los bienes) o el desarrollo. Y hubiera sido del todo ingenuo suponer que los procesos de regulación social podrían permanecer ajenos a esta supuesta revolución. De hecho, han sido los primeros en verse afectados.

Pensemos un poco en el caso de Brittany Kaiser. Una joven que vive en los suburbios y hace campaña por Obama pero que, cuando su familia se arruina durante el periodo de rescates gubernamentales al sector financiero, al no encontrar un trabajo mejor, ficha por Cambridge Analytica. A partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el champagne y las fiestas en la Torre Trump.

O pensemos en una joven, guapa y ambiciosa, que a falta de otra cosa, lo único que tiene para ofrecer al mercado es su cuerpo y que a partir de ahí descubre lo mucho que le gusta la ropa cara, el botx y los resorts tailandeses. En las mujeres de muchos futbolistas y empresarios. En Melania Trump. En todos esos inocentes programadores de CA, en sus equipos de psicólogos y expertos en marketing. En la redacción del New York Times. En todas las compañías de relaciones públicas. En cada anuncio y en cada noticia.

La historia siempre es la misma.

Por supuesto, para hacer mucho dinero se necesitan máquinas o esclavos. Y con frecuencia ambos.

En este sentido nuestra ignorancia y dependencia llega a tal extremo que no es que fueran incapaces de apagarla, es que ni siquiera intentaron controlarla. Han sido imbuidas con el poder de lo sagrado, del bien último, y nosotros no debemos más que acomodarnos a su incesante ritmo. Somos sus leales guardianes y sus fieles predicadores. Observad lo contenta que estaba Kaiser allí sentada, vendiendo su magia a Nigel Farage mientras hipotecaba su vida y parte del futuro de la humanidad en nombre de la última e infalible herramienta de análisis de datos. Parecía que iba a reventar de orgullo en cualquier instante.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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