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Reconstrucción (1970)

Reconstrucción
100 min.
6,6
187
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Sinopsis
En un pueblo del norte de Grecia una mujer mata a su marido con la complicidad de su amante. Un pariente de la víctima sospecha de ellos y lo comunica a la policía. Tras ser arrestados, los asesinos confiesan su crimen. El juez ordena la reconstrucción de los hechos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Acción Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Grecia Grecia
Título original:
Anaparastasi (Reconstruction)
Duración
100 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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8
¡Angelopoulos al Guinness!
Theo Angelopoulos está en posesión de un curioso récord: es, casi con seguridad, el director más insultado de toda la historia del cine; los calificativos de “pretencioso”, “pedante” y “presuntuoso” se han acumulado hasta el aburrimiento en relación con él (alguien le podía haber tildado, para variar, de alatinado, gravedoso, enflautado, retumbante, empampirolado, campanudo, engolletado o vendehúmos —pongamos por caso—, pero parece que la imaginación de sus maldicientes no da para tanto). Y ¿por qué? Sin duda por la dificultad de sus películas. Las razones de esa dificultad son varias; primero, la doble ignorancia del espectador respecto de: a) la enrevesada historia de Grecia en el siglo XX; b) la cultura clásica griega; referencias a ambas cosas pueblan sus películas. La dificultad derivada de la primera forma de ignorancia, más generalizada y menos censurable, se arregla simplemente con una enciclopedia decente (a mí me ha funcionado; no ha eliminado mi ignorancia pero me ha permitido entender incluso sus películas más crípticamente políticas); la solución a la segunda es más difícil de improvisar. Otro escollo: Angelopoulos no se atiene a las reglas narrativas convencionales y se empeña en obligar a un cierto esfuerzo mental al espectador. Se podrían buscar más razones, pero no es necesario; eso es más que suficiente para dictar el veredicto.

Y pasemos ya a “Reconstrucción”. La película narra el intento de reconstruir un crimen por parte de la policía: un emigrante que volvía al hogar tras años de ausencia es asesinado por su mujer y el amante de esta (aquí no hay “spoilers”: el final se nos cuenta desde el principio). Los ecos de la “La Orestiada” de Esquilo son, pues, obvios. En todo caso, en toda la obra de Angelopoulos no se encontrará —y aquí tampoco— nada parecido a “versiones actualizadas” de los antiguos mitos. Angelopoulos llevaba la cultura clásica impregnada en su ser y sus rastros reaparecen de forma natural, pero más o menos difusos, “disueltos”, por decirlo así, y no siempre fácilmente reconocibles, en la trama de sus historias. A fin de cuentas, los mitos son universales e intemporales, tan presentes ahora como en tiempos de Homero. La famosa distinción entre “mythos” y “logos” como fases sucesivas en una supuestamente progresiva conquista humana de la racionalidad no es probablemente más que una invención de los historiadores ilustrados, y Angelopoulos —incluso el Angelopoulos marxista— siempre pareció tener eso muy claro.

Se ha intentado ver en “Reconstrucción” la matriz germinal de toda la obra del cineasta griego. Asunto complicado. Básicamente, se la suele dividir en dos períodos; el primero acaba con su quinta película “Alejandro el Grande” (1980): período plagado de referencias históricas, con entidades colectivas como protagonistas, respondería a su etapa marxista (un marxismo sui generis, no-progresista). El segundo, más “existencial”, más desilusionado, con protagonistas más individualizados, empezaría con “Viaje a Citera” (1983) y terminaría (2012) cuando un policía (?) se lo llevó por delante con su motocicleta mientras preparaba una película sobre la crisis. Si el paso del primer al segundo período es rastreable en una evolución perceptible, “Reconstrucción”, sin embargo, aun sugiriendo preocupaciones posteriormente desarrolladas, me parece tener una relativa independencia, en la medida en que, por una parte, transita por caminos que serán luego abandonados y, por otra, no deja ver todavía lo que serán los rasgos más significativos de su obra de madurez. El hecho de ser su única película en blanco y negro no es suficiente, por supuesto, para determinar ese carácter hasta cierto punto marginal, pero sí es una marca visual inesperadamente significativa.

“Reconstrucción” no es cine político: la historia del crimen se entreteje con la decadencia del tejido rural de la sociedad griega en la segunda mitad del siglo XX, pero lo que se refleja ahí es el desarraigo cultural y la disolución de la historia colectiva; en definitiva, la agonía de la vida rural tradicional, lo que tiene muy poco que ver con circunstancias políticas, pues es algo más bien ligado con el devenir de la propia civilización occidental, con el espejismo del progreso y la creencia en la salvación por el desarrollo económico y la tecnología, creencias (¡lástima de cursiva!) que comparten por igual demócratas y antidemócratas. En mi opinión estaríamos aquí en un momento “pre-político” de Angelopoulos que precede a los momentos “político” y “post-político”.

El film no presenta la complejidad estructural de sus películas posteriores. Se alterna el presente de la reconstrucción policial con el pasado de los días del crimen, pero eso no plantea dificultad al seguimiento del hilo narrativo —no estamos todavía, por ejemplo, ante los desconcertantes saltos cronológicos, de años o de décadas, en el interior de un mismo plano que aparecerán, por ejemplo, en “El viaje de los comediantes”, “La mirada de Ulises”, etc.— ni se le exige tampoco al espectador ningún conocimiento de la historia del país heleno.

No concuerdo en absoluto con la relación que con frecuencia se establece (supongo que siguiendo un poco mecánicamente a Andrew Horton, “El cine de Theo Angelopoulos: imagen y contemplación”, Madrid, 2001, p. 92) entre “Reconstrucción” y el cine negro americano. Las preocupaciones tanto temáticas como formales de Angelopoulos han ido siempre en dirección contraria a las del cine de Hollywood. ¿Alguien se puede imaginar a un cineasta americano que para narrar un crimen coloque la cámara al exterior de la casa en que suceden los hechos y la deje ahí plantada, inmóvil, durante tres minutos y medio, sin registrar más acción que la fugaz entrada y salida por la puerta de un par de personajes? Este plano —el último de la película— me parece que merece una digresión que desarrollo en el spoiler por falta de espacio.
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
En busca del estrato originario
Este primer largometraje de Angelopoulos muestra a la perfección que el cine del griego sería comparable desde el punto de vista metafórico y -¡cuidado!- salvando las distancias a la ciudad de Roma: la apariencia actual de la ciudad muestra trazos visibles de una arquitectura milenaria. En este caso hablamos de la obra artística de un hombre a lo largo de una sola vida, que es lo que les ha sido dado a los seres humanos vivir. Por seguir con la metáfora cabría decir que la obra de Angelopoulos se asemeja a la ciudad de Roma en tanto que a lo largo de toda su filmografía se puede percibir la deuda del griego respecto a su primer largometraje, la importancia del momento fundacional donde se marca el propósito originario que siempre subsiste de uno u otro modo a pesar del paso del tiempo. Sin miedo a equivocarnos podemos decir que "Anaparastasi" demuestra que Angelopoulos ha venido cincelando una misma película desde que empezara allá por finales de los 60 o, por qué no, montando el aparato argumental de una tesis en torno al traumático pasado reciente de Grecia.

Curiosamente este film está basado en un hecho real que llegó a los oídos del por entonces joven Angelopoulos, quien fracasó en su intento por hacer hablar a la gente del pueblo del Epiro donde ocurrió el crimen real. Las reflexiones que suscitó en el griego su fallida incursión en el lugar del asesinato quedaron plasmadas en la pantalla, mostrando a esos periodistas (entre los que se encuentra el propio director) venidos de Atenas (hay que pensar en el poderoso conflicto latente entre campo y ciudad) que sin ningún escrúpulo tratan de rapiñar los restos del cadáver todavía caliente y sin ninguna pasión intentan ahondar en las profundas cicatrices de un pueblo que desde 1939 había sufrido una guerra mundial, una sangrienta guerra civil (en estas regiones fronterizas con Albania fue donde más duramente se notaron las consecuencias) y los efectos de la emigración del campo a la ciudad; todo ello hasta llevar a ese pueblo rodeado por un paraje desolador cerca de su definitivo colapso por consunción psíquica y física (es muy interesante constatar la denuncia del director, ya enunciada al comienzo de la película: allá donde fueron levantadas las murallas ciclopeas casi tres milenios atrás, donde hace miles de años que los hombres viven sus vidas, parece que los desastres del siglo XX amenazan con acabar con toda presencia humana en la región). Era una época en la que desde el mundo del cine se denunciaban con vehemencia los medios utilizados para construir la ficción.

Esta película fue concebida desde el primer momento como un experimento revolucionario, por mucho que los medios y experiencia del director pudieran poner en dificultades tan noble propósito. Desde mi punto de vista el éxito es rotundo. Nos encontramos con un hombre recién llegado de Alemania tras pasar varios años trabajando allí.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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