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¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987)

¿Dónde está la casa de mi amigo?
83 min.
7,6
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Trailer (SIN DIÁLOGOS)
Sinopsis
En la escuela del pueblo de Koker, al norte de Irán, Mohamed no ha hecho los ejercicios en el cuaderno, y el profesor le amenaza con expulsarle de la escuela si vuelve a repetir la misma falta. Esa misma tarde, su compañero Ahmed toma por equivocación el cuaderno de Mohamed; cuando se da cuenta, decide ir a buscar la casa de su amigo para devolvérselo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Infancia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Irán Irán
Título original:
Khane-ye Doust Kodjast
Duración
83 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
Poshteh.
La disciplina y la incomprensión de la autoridad (maestro, madre... adultos en general) no siempre encaja bien con los criterios básicos de solidaridad y responsabilidad. Kiarostami se enfrasca en esa denuncia, y nos ofrece un protagonista irremediablemente solitario en su misión (aventura, odisea...) y en su lucha encarnizada contra la incomunicación y la cerrazón ajena (que ahí está, pese a que el niño no las entienda o no las identifique como tales).

Las diferencias intergeneracionales cobran vida a través de una incomprensión que se respira, a la vez que un (casi) desprecio a todo lo que implica la infancia se materializa en diálogos de besugo y miradas inexpresivas. El niño pelea contra el orden impuesto oponiendo un gesto liviano, anecdótico para nosotros, pero que esconde la carga de profundidad del trayecto iniciático y del proceso vital. Un itinerario de estructura reiterativa (casi circular) obstaculizado por fuerzas opresoras (ya sean familiares, ya sean escolares... no cuesta mucho observar cierta insinuación en cuanto al orden social y político tradicional e inmovilista). En fin, quizás sea esa la visión de la vida que quiere ofrecernos el director iraní.

Un trayecto de polvo y reiteraciones, de súplicas en forma de pregunta. Los repetitivos diálogos son absurdos porque la postura de estos adultos lo es; el objetivo del niño es estúpido porque lo que le rodea le impone injustamente esa misión.

Una parábola sencilla, de fácil digestión, un viaje casi insignificante en sus distancias, pero de enorme calado en unas intenciones idealistas que se parapetan bajo una temática aparentemente nada radical y una realización sencilla (tosca incluso, pese al magnífico uso de la música) de impagable transparencia y de un más que cuestionable tono realista.
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76 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La soledad del corredor de fondo
Una clase en planos cortos, cerrados. Una sensación de encierro, de disciplina cuadriculada, un silencio de gran densidad sólo roto por el monótono discurso de un profesor que, lejos de educar, parece más interesado en vincular a los estudiantes a la obediencia, al respeto por las normas y a una dedicación exclusiva. Frente a esto, el espacio libre, los sonidos de la naturaleza y la supeditación de los estudios a una realidad donde la pobreza es palpable, precaria. Una guerra oculta entre dos mundos, dos burbujas cerradas que colisionan entre sí y, en medio, una anécdota, casi una nota a pie de página de la vida cotidiana que marcará la toma de conciencia de ambas realidades.

Esto es lo que Kiarostami nos ofrece partiendo de una sencilla premisa argumental, una película moderna tanto en su sentido naturalista y en su estética de lo precario como en lo ideológico, una película que quiere ser manifiesto o que al menos se posiciona ideológicamente, que pretende ser denuncia, que pretende, en definitiva, cambiar el estado de las cosas.

Éste es un viaje iniciático, con muchos paralelismos con el de Antoine Doinel en Los Cuatrocientos Golpes. No tanto por las realidades culturales que retrata, sino porque trata de la búsqueda de un objetivo, metafórico en el caso francés, más palpable en el caso iraní. Se trata de la pérdida de la inocencia de un niño que, más allá de las normas adultas, quiere lograr algo tan simple como devolver el cuaderno de deberes a su amigo y evitar así un castigo tan arbitrario como injusto.

Es en este viaje donde asistimos al choque entre el objetivo y un muro de incomprensión adulta, un muro donde el protagonista conocerá su soledad frente al egoísmo, donde Kiarostami le situará siempre en primer plano bajo el ombligo de los mayores, y donde los sonidos de la naturaleza y la cháchara adulta provocan un tapón en el cual su angustia y sus preguntas quedan ahogadas, no escuchadas o directamente ignoradas.

Esto crea una corriente inmediata de simpatía hacia el protagonista, pero también una continua sensación de suspense, de angustia, de no alcanzar a comprender porqué algo tan sencillo resulta a la vez tan arduo, un in crescendo de desesperación que se alarga hasta el último plano del film, sin más epílogo que la resolución final, sin más recurso explicativo que los propios símbolos, que la propia historia en sí misma. (sigue en spoiler)
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45 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
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