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Mi último tango (1960)

Mi último tango
122 min.
4,4
284
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Sinopsis
Marta Andreu (Sara Montiel), hija del director de una compañía lírica, sueña con llegar un día a ser la estrella de un gran espectáculo. Por ahora, tan sólo es la asistenta de Luisa Marival, figura máxima del género. Luisa tiene un contrato con Argentina, pero su empresario la hace desistir del viaje y, para evitar un pleito por incumplimiento, Marta ocupa el puesto de la Marival, al menos durante la travesía. Pero al llegar a Buenos Aires, se verá obligada a seguir adelante con la impostura... y el triunfo se produce. La aparición de la auténtica Marival pone a Marta en un difícil trance. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Musical
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Mi último tango
Duración
122 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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5
«¿Crees en los flechazos?»
Eso se preguntan ellos, Marta y Darío, Maurice y Sara, ambos guapísimos y con una química impresionante, explotada ya hasta límites inimaginables en aquella «Carmen, la de Ronda», de la que en algún momento haré la pertinente y reivindicativa crítica. Y eso que Ronet habla en francés y la Montiel en español, con lo cual no creo que se entendieran nada de lo que se decían, cosa que se ve que no importa cuando se miran y se tocan como ellos lo hacen.

«Mi último tango» es todo un melodrama, pero a la española: canciones variadas, algunas pegadizas («Maniquí..., maniquí») y otras clásicas como esa de «A media luz»; tragedias, algo de humor y sobre todo mucho amor, que es lo que realmente importa, para qué vamos a disimularlo. Ella es una muchachita que se dedica al espectáculo de nombre Marta, con trenzas rubias y un carácter de gachona total, vamos, al más puro estilo Sara Montiel. Él es un desconocido, un poco Don Juan, hay que reconocerlo, pero buen tipo además de «misterioso y elegante», con los ojos azul océano y la sonrisa impagable de Maurice Ronet. El flechazo es obligatorio.

La trama tiene elementos tan inverosímiles como eso de confundir a una persona por otra, que alguien que sufre un incendio no tenga ninguna secuela o que los tratamientos médicos sean casi milagrosos. O que la moda sea cambiante y pase de principios de siglo a los años cincuenta según lo que convenga. Nimiedades. Marta y Darío nos encantan y esperamos el final feliz como agua de mayo. Sin prejuicios ni pensamientos intelectualoides, el buen rato está asegurado.

Maurice, si eres tú quien me pregunta si creo en los flechazos, sólo puedo decir que sí (sigh).
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
¿Pero es que nadie conoce a Sara Montiel?
Cero críticas para una película de la que ha sido la mayor estrella a nivel internacional de nuestro cine. Pues vamos a ponerle remedio. Sea como fuere, "Mi último tango", no confundir con la también suya "El último cuplé" (1957), es una comedia musical, que aunque no tiene muchas pretensiones funciona en sus objetivos. Por un lado, un melodrama de corte clásico de la mano de Marta Andreu (Sara Montiel), catalana de pura cepa, para eso hay que ver u oír al que hace de padre, y Darío Ledesma (Maurice Ronet, el cual da perfectamente la talla delante de nuestra diva, por cierto, con un parecido asombroso con Lana Turner). Y por el otro, un repertorio musical muy variado a la par que pegadizo, que va desde la ópera, a regional o el cuplé madrileño pasando por el tango o la canción melódica. Animando todo esto, tía Clarisa, interpretada por la entrañable Isabel Garcés, que pone con gracejo los momentos cómicos, de lo más simpáticos, de la película.

Para ser justos el largometraje tiene algunos fallos, unos típicos de los musicales, pero otros que van desde una suplantación de personalidad que da el cante, nunca mejor dicho, a un fuego que no quema. Con todo, gusta porque, reconozcámoslo, estos enredos tipo telenovela suelen ser atractivos para el espectador y en esta ocasión Luis César Amadori consigue hasta meterte la emoción en el cuerpo. Claro que no sería lo mismo sin una pareja tan encantadora como la protagonista. Por ejemplo, Sarita Montiel, llega a estar irresistible haciendo de tontina, como si fuera una cría, con trenzas, de criada y hasta con botas (atención a las ¿blancas? con puntera negra). Sí, mi fantasía hecha realidad. Al respecto, ambientación extraña que se supone de 1920 pero que combina estilos de varias décadas. En concreto Marta cuando hace de pava, o sea, cuando es ella, va de la Primera Guerra Mundial, moda por otro lado, tremendamente favorecedora.
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4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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