Casta indomable (1957)

Allan Dwan no siempre fue un artesano de Hollywood, sino que en la época muda disfrutó del máximo privilegio reservado sólo a los elegidos; dirigir a las estrellas más destacadas del momento, en sus proyectos más importantes. Robin de los bosques, con Douglas Fairbanks, fue el culmen de esta etapa.
Como tantos directores del mudo, su paso al sonoro significó producciones más variadas y modestas, hasta llegar a la autentica serie B.
Casta indomable es, desde luego, una serie B de presupuesto, pero no de imaginación ni de talento. Se trata, desde mi punto de vista (y no soy el único), de uno de los mejores westerns jamás rodados. El film exuda entusiasmo y amor por la profesión; cada escena parece rodada con la máxima intensidad, como si el cine se estuviese inventando, al menos, esa es la sensación que da. Por qué Dwan, en una fecha tan tardía como 1957, recuperó el entusiasmo por la creación de la época muda, sólo las musas lo saben. Lo que está claro, es que todos contribuyen, porque Scott Brady nunca ha estado mejor, su hieratismo es perfecto para el personaje, sin duda uno de los más duros protágonicos del oeste. Ann Bancroft, ya daba señales de que no sólo era mera comparsa, se muestra segura y sexual. Pero sobre todo es Rhys Williams, como voyeur piadoso, quien consigue su mejor y más importante actuación. Los decorados económicos poseen una belleza kitsch henchida de plasticidad pictórica. La música, maravillosa, pegadiza, llena de minuciosidad clásica, algo sorprendente para una serie b, refuerrza el lado amoroso de la historia. Pero es sobre todo la realización, que apoyada en un sólido guión, eleva el film a una altura inesperada. Escenas tratadas con un punto de vista inusual, teñidas de erotismo encubierto (los pies de Bancroft en primer plano mientras sensualmente friega el suelo), el cruce de miradas, la tensión sexual voyeuristica de Rhys Williams, la virilidad casi pedófila del personaje de Brady, son inquietantes
Y la guinda; unos finales de crédito originales e inolvidables, que refrendan las ganas con las que se realizó el film, que obtuvo cierto éxito.

Cuando la ví por primera vez en un pase matutino por tv, enseguida supe que era un diamante escondido bajo la arena, cuando tiempo después, Jose Luis Garcí, la seleccionó para su programa "Que grande es el cine", supe que no andaba equivocado...

Modestísimo western "b" (ya de los estertores de este sistema de producción) y antepenúltima cinta rodada por ese pionero y obrero incansable que fue Alla Dwan. Una típica historia de venganza, pistolero misterioso y romance tempestuoso (con una jovencita Ann Bancroft de mestiza) animada por el saber hacer del director, que saca petróleo de los paupérrimos decorados (potenciándolos a través de la irrealidad del color y explicitando su aspecto pintado) y apura detalles interesantes, como ese matón rastrero y mirón que vigila constantemente al protagonista o la preocupación racial. Muy bien rodada y narrada con fluido dinamismo, bien interpretada por el estólido Scott Brady y con la agradecida presencia de ese característico de cientos de filmes que es Jay C. Flippen. Cine extremadamente barato pero nada despreciable, buena muestra de la otra cara del sistema de estudios y un entretenimiento garantizado.