La mujer avispa (1959)

De pequeño te enseñaban que tuvieses cuidado con las avispas en la piscina. ¡Era cierto! Las cabronas estaban esperando a sus victimas en las escaleras y puntos estratégicos, perfectamente organizadas para dar un buen picotazo (no letal salvo si eras alérgico) y recordar a todos sus antepasados mientras gritabas un tan útil como inservible “Hija de puta!”.
Yo he visto muchas avispas, pero ninguna como las que aparece en "La mujer avispa" del inimitable Roger Corman. Juraría que eran abejas, pero el blanco y negro y las lágrimas que tenía en los ojos (de llorar hasta el infinito de la risa) evitaron que puediera hacer un juicio serio.

Tampoco creo que se hagan en la actualidad películas como las de Corman y otros tantos de la época que realizaban sus proyectos con cuatro duros y actores no muy inspirados salvo homenajes del tipo “The Lost Skeleton of Cadavra”.
La duda es si el encanto que me parece que tiene la serie b de los años cuarenta y cincuenta la tendrá nuestro amado Uwe Boll dentro de 10 lustros. Lo mismo esa nueva serie b, que así definen algunos, con las que nos atormenta el peor director surgido de los últimos años sea recompensada con un culto por nuestros descendientes.
Imagínese que un heredero cinematográfico de Tim Burton gratifica al inefable alemán con un biopic que haga historia…y con el que sea posible disfrutar o ver con mejores ojos a esas joyas como “Alone in the Dark” o “House of the Dead”.

“La mujer avispa” parece en su inicio que va a ser la típica cinta de serie b con el característico científico loco, experimentos bizarros y una conejilla de indias obsesionada con quitarse unos añitos; pero la sucesión final de momentos antológicos son un recital a la cutrez sin paliativos: el disfraz candidato a uno de los diez más desafortunados de toda la historia, el ataque gatuno, el atropello lamentable fuera de campo, las peleas inolvidables de la mujer avispa que provocan la vergüenza ajena, el sereno mas terrorífico del séptimo arte, frases memorables del tipo “Nunca iba a ningún lugar sin su pipa (de fumar)” e innumerables situaciones rocambolescas donde sólo puede brotar la risa esperpéntica del espectador.

Con semejante infamia y cúmulo de errores únicamente se puede morir uno de risa e invitar a todos los seres queridos en una sesión friqui para convertir esas experiencias individuales en algo colectivo.

Largometraje nº 23 de Roger Corman ("El cuervo", 1963), que cuenta con la colaboración de Jack Hill en la realización de varias escenas. Escribe el guión el actor de reparto Leo Gordon ("El terror", Corman, 1963) a partir de un argumento de Kinta Zertuche. Se rueda en 5/6 días, con un presupuesto modesto, de unos 50.000 dólares. Producido por Roger Corman para Film Group Features, se estrena oficialmente el 12-II-1960 (EEUU).

La acción tiene lugar en el campo de investigación y experimentación de nuevos productos y en la sede central de una importante empresa neoyorquina de cosméticos, regida por su titular, Jane "Janice" Starlin (Susan Cabot). El científico Eric Zinthrop (Michael Mark) consigue sintetizar un suero de encimas de miel de abeja que, en el laboratorio, rejuvenece a los cobayas que son tratados con él. Janice se interesa por el suero, que ha de permitir el relanzamiento de las ventas de la empresa y el beneficio personal del rejuvenecimiento.

El film es una obra de Sci-Fi, de serie B y de culto, que incorpora elementos de terror, horror, drama, cine fantástico y thriller. Es la primera cinta que Corman realiza para la nueva firma Film Group Features. Acusa influencias de "La mosca" (Kurt Neuman, 1958), con la que guarda similitudes de forma y fondo. El relato se desarrolla pausadamente a lo largo de un proceso gradual y detallado, no exento de algunos fallos de coherencia, como el conejo de Indias que, al rejuvenecer, se transforma en ratón. Respecto de las obras de Sci-Fi del momento, se diferencia en dos puntos principales: no hace referencia a la radiación nuclear y rompe estereotipos comunes (el científico está loco y actúa por egoismo). Incorpora, además, rasgos trágicos. El relato, en ocasiones, se muestra imbuido de surrealismo. La historia que narra es ostentosamente alucinante y delirante y, al mismo tiempo, simpática y atractiva. El subtexto aporta un mensaje positivo: no conviene ir contra la naturaleza de las cosas. Se ha considerado que forma parte de los 10 mejores films de Sci-Fi de serie B.

La música, de Fred Katz ("La tienda de los horrores", 1960), aporta una partitura original variada, rica en sonidos de diferente tono, brillo y color, que se apoya en una estructura de percusión. Aúna aires de modernidad y funcionalidad al servicio de un relato extraño y sorprendente. La fotografía, de Harry Neumann, hace uso de escenas oscuras que disimulan la escasez de medios y ocultan elementos inconvenientes (difraz de avispa). La escena del accidente de tráfico se muestra en un fuera de campo concebido al servicio del ahorro. Las interpretaciones, especialmente la de Susan Cabot, son naturales y correctas. Film entretenido e interesante.