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Isn't Life Wonderful (1924)

Isn't Life Wonderful
115 min.
7,6
87
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Sinopsis
Cuenta la historia de una familia de refugiados polacos en Alemania, en los duros tiempos posteriores a la I Guerra Mundial. Tendrán que lidiar contra el hambre, la inflación y la falta de trabajo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Isn't Life Wonderful
Duración
115 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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9
“La aurora de la dicha”
Hay muchos pioneros de la época del cine mudo que contribuyeron en gran medida a la historia del cine con su dominio del arte cinematográfico, uno de los más grandes es sin duda Griffith, un genio que sentó las bases del relato cinematográfico. Griffith prodigó obras maestras en la mayor parte de su carrera, pero sigue habiendo reticencia a ponderar cuanto el director rodó después del armisticio, es algo común hablar de declive a propósito de la última etapa de Griffith, para refutarlo está esta bella y conmovedora película, “Isn’t Life Wonderful”, que en España recibió un título afortunado: “La aurora de la dicha”, ambos títulos, el inglés y el español, encaminan al espectador hacia una conclusión esperanzadora, luego de compartir el avatar de una familia de emigrados polacos que subsisten a duras penas en el afligido Berlín de los años de la Weimar.

Después de la Gran Guerra, era inimaginable que un cineasta se atreviera a producir una historia por la que transitan hambre, pobreza, desempleo, disturbios, hiperinflación y desarraigos masivos, en los primeros años 20 muchos directores, con independencia de su prestigio, fueron empujados a rodar divertimentos, películas ligeras destinadas a un mercado global y dirigidas a un público cuyos gustos habían cambiado, lo mismo que las sociedades a las que pertenecían, Grifftih pudo haber desafiado esa inercia, apoyado en la autoridad que emanaba de su figura, pero la realidad era otra: el director arrastraba una deuda millonaria, su influencia había decrecido y las películas que le habían dado fama quedaban prematuramente atrás (solo seguía dando dinero “El nacimiento de una nación”), por añadidura, su posición dentro de la industria empezaba a tambalearse como consecuencia de varios fracasos, el último de los cuales era la superproducción “America”, en este contexto, rescatar fondos y partir hacia Alemania para rodar una historia de supervivencia protagonizada por europeos al borde de la inanición solo puede calificarse de suicida, una especie de huida hacia adelante que afortunadamente le salió bien creando una pequeña joya del séptimo arte.

Situada en la Alemania devastada tras el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, la película se centra en la lucha por la supervivencia de una familia de refugiados polacos que son trasladados a Berlín, una ciudad asolada por el hambre, la miseria y la falta de trabajo, y es justamente ese tono alejado del gran melodrama y centrado en los pequeños detalles que describen la dura cotidianidad de la familia protagonista, lo que confiere su mayor atractivo a la película. Griffith no está interesado en plasmar las causas de la situación de pobreza del momento histórico, sino que concentra su mirada en las consecuencias de ésta sobre la familia protagonista, únicamente dos breves referencias a los responsables de la debacle: la primera, sobre un plano general del campo de batalla en el que, tras mostrar a los soldados en el frente, se menciona a “los autócratas que gobiernan” y a “los especuladores que se enriquecen” como a los grandes beneficiarios de la guerra, la segunda, poco después, con la iconoclasta imagen de la abuela de la familia (Helen Lowell) rasgando un retrato del emperador Guillermo II.

Griffith desplazó a Alemania una unidad de rodaje de la que formaban parte tres de sus actores: Puglia, Dempster y Hamilton, por este último sabemos que el director llegó a Berlín guiado por un afán de autenticidad que se transmite a las imágenes del filme, una poderosa aleación de ficción y documental, ambos dispositivos convergen en las escenas del distrito de Köpenick, donde se larva una violencia personificada en obreros de rostros demacrados y ojos hundidos, al acecho de potenciales víctimas, casi desde el inicio, Griffith crea un suspense en los intertítulos, donde se anuncia que los lobos hambrientos van a cruzarse con el destino de nuestros protagonistas. Pero con buen criterio (y esta es otra de las muchas virtudes que atesora la película) los proletarios no son presentados como delincuentes en potencia, Griffith describe a los berlineses como desdichados que sufren en sus carnes y en las de sus esposas e hijos, las mismas privaciones que atormentan a la familia exiliada, todos son víctimas, la guerra los ha igualado, y si algunos terminan delinquiendo es por desesperación y hambre.

Una excelente película que nos habla del mundo de ayer, de emociones pasadas, de un humanismo olvidado, pero a la vez, con sutil poesía, nos devuelve al seno de tragedias recurrentes, que tarde o temprano por desgracia volveremos a enfrentar. Una pequeña gran película
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