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No se lo digas a nadie (1998)

No se lo digas a nadie
111 min.
5,8
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Sinopsis
Un joven acomodado de la alta sociedad peruana decide huir del entorno social y familiar en el que vive para intentar encontrar su identidad sexual, marcada desde su juventud por el abuso de las drogas y el alcohol. Basada en la novela del peruano Jaime Baily. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Homosexualidad Drogas
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Perú Perú
Título original:
No se lo digas a nadie
Duración
111 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Perú-España;
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Premios
1998: Festival de San Sebastián: Nominada a la Concha de Oro
"Se pretende un filme duro y comprometido sobre el despertar de la homosexualidad, pero el resultado es blando, convencional y muy previsible (...) Estupenda Lucía Jiménez"
[Cinemanía]
8
"Por favor, Señor, ayúdame a no ser así"
El drama de Joaquín es el drama de tantos muchachos que viven la tortura de salirse de los cánones establecidos.
Cuántos muchachos han crecido en un ambiente social cerrado, anquilosado y hasta cruel en el que impera esa doble moral repugnante, que consiste en que todos los hombres tienen que ser machos cabríos y las mujeres "decentes" tienen que ser fieles, mojigatas, devotas de sus hombres. Y, por supuesto, como está muy mal visto que las mujeres "decentes" muestren a los hombres sus pasiones lujuriosas y tengan con ellos una vida sexual plena y libre, para ello están las "mujeres de la vida", las destinadas simplemente a dar placer a los machos.
Por añadidura, los machos tienen que ser viriles hasta la médula, está terminantemente prohibido que un hombre se sienta atraído por alguien de su mismo sexo, tienen que ser duros, no manifestar sus sentimientos, demostrar su hombría a golpes, fumar, beber, ir con mujeres de la mala vida antes de sentar la cabeza y casarse con una mujer decente, ir de cacería y matar animales inocentes por puro placer. Y, por supuesto, irse de correrías mientras la mujercita se queda en casa rezando el rosario.
En ese ambiente se ha criado Joaquín, el cual sabe que no pertenece a ese mundo. Detesta todo lo que su padre trata de inculcarle y observa con pena cómo su madre se desperdicia en su vida vacía de muñeca de porcelana. Ella es la única que comprende las debilidades de su hijo, aunque su sometimiento a las reglas establecidas le impiden hacer más que tratar de salvaguardar la sensibilidad de Joaquín contra la rudeza de su padre.
El chico, que desde pequeño descubre su homosexualidad latente, comienza a sufrir su personal calvario.
Es el viaje por la vida de un muchacho perdido, que padece el terrible dolor de no poder engañarse a sí mismo, de no poder atenerse a las reglas.
Que ve cómo todos a su alrededor se engañan a sí mismos con tanta facilidad, cómo llevan casi impunemente sus dobles vidas, en vivir al día pensando que en un mañana no muy lejano sentarán la cabeza, se casarán, obtendrán un buen trabajo...
¿Y Joaquín? ¿Puede él contemplarse a sí mismo sin desprecio? ¿Puede él sentirse libre, puede vivir sin engaños, sin hacerse daño a sí mismo y sin hacérselo a las personas que lo aman? ¿Puede encontrar un amor auténtico, aquél que le llegue hasta lo más hondo y que además le corresponda? ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué la única manera de buscar el olvido es tratando de olvidarse a sí mismo, tratar de borrar el dolor poniéndose ciego de coca, de alcohol, de marihuana?
Sigo en el spoiler.
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24 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¿Un hijo maricón? Hubiera preferido tener un hijo mongolito! ¡Carajo!
Y así con está frase inicio la crítica, extraída del parlamento de Hernán Romero quién encarna al padre de Joaquín en “No se lo digas a nadie”, un chico homosexual en proceso de aceptar su condición dentro de un entorno social limitado y regido por ideas obsoletas y llenas de puritanismo, impuestas por grupos eclesiásticos y el machismo arraigado en la comunidad hispana, propiciando la discriminación hacia el que infringe sus reglas con su gusto dispar.

No se lo digas a nadie, basada en la novela homónima de Jaime Baily encuadra a la que podría ser la familia perfecta, pero que arrastra en su interior el autoritarismo ejercido por el padre, la sumisión de la madre y el desconcierto de Joaquín, el hijo, ante su latente atracción por los de su mismo sexo y a su vez el rechazo de su sentir. Pero Francisco Lombardi no se limita al entorno familiar, hace un recorrido por la escuela, la iglesia, el antro o la calle, en donde Joaquín encontrara salidas posibles a su problema, involucrando hombres y mujeres que reiteran su preferencia sexual, así como a otros que asumen el rol de solución siendo efímera su presencia al no comprender el proceder del protagonista.

La presión social y sexual lo colocan frente a la adicción y ésta a su vez ante la soledad; el robo, la huida, la prostitución, todo para evadirse y no encontrar lo anhelado, sin salir del circulo y la complacencia.

Formidable trabajo de Lombardi al reunir elementos formidables; un elenco de actores comprometido, una dirección de cámaras correcta, la música adhoc para tiempo y lugar, caracterización y dirección de arte, complementan uno de los largometrajes peruanos de mayor relevancia y que a pesar del tiempo resulta mucho más eficaz, que las multinominadas al Oscar.

La sorpresa:
La credibilidad de Christian Meier como actor, supera el perfil de la estrella de televisión al interpretar al cínico y comodino Gonzalo.

Lo mejor:
Su dinamismo y realismo, el amor suele ser más complicado de lo que se piensa; la presencia de un final abierto.
El tema “El amor después del amor” de Fito Paez.

Lo peor:
Las lecciones y frases (como la que da título a está crítica) del padre de Joaquín para formar un verdadero varón, aberrantes y estúpidas, pero necesarias para el argumento.

Franca y sin inhibición.
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22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
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