Man of the World (1931)

Veintitrés añitos tenía la pobre Carole Lombard (y digo lo de pobre porque el destino no le regalaría muchos más) cuando rodó esta película en el año 1931. El gran William Powell le sacaba dieciséis. Casi, casi podría hablarse de pedofilia. Y, no obstante, hete aquí que se casó con ella. ¿Se enamorarían durante el rodaje?. Carezco de información al respecto, pero sí puedo decir que su matrimonio, breve, solo duraría dos años, entre 1931 y 1933. Luego en 1939 se casaría con Clark Gable antes de morir en un accidente de aviación en 1942.
Carole Lombard era pequeñita, no llegaba al metro sesenta, pero en esta película se descubre que lo que le faltaba en estatura lo suplía con la longitud de su nariz. Cuando la cámara la retrata de perfil, destaca la desproporción de su apéndice nasal. Hay que reconocer, no obstante, que esta peculiaridad no le restaba atractivo y, sobre todo, que, con el paso de los años, y quizá algunos kilos que fue poniendo a lo largo de ellos, acabaría por acomodar su perfil a un canon más ortodoxo. Nunca se me ocurriría atribuirle una gran nariz haciendo de María Tura en To be or not to be.
Mientras veía la película se me ocurrió que, de haberla podido seguir, a Henry James le hubiera gustado. El escenario en el que se desarrolla es un París recreado en estudio, pero un París repleto de norteamericanos, y de ese tipo de norteamericanos que Henry James tan magistralmente capta en algunas de sus obras: personajes provincianos, apegados a sus hábitos, incapaces de comprender el espíritu europeo, etc.
Vaya por delante que yo la he encontrado estupenda. Tanto la idea como el guión – y creo que se nota – son obra de Herman Mankiewicz. Es una película breve, setenta y cuatro minutos tan solo, pero son suficientes para que el guión se despliegue en todo su poderío y abarque todos los temas que se pretende tratar.
Michael Trevor es un periodista norteamericano. Por un turbio asunto tuvo que salir de su país por piernas y se estableció en París donde con ayuda de dos socios, uno de ellos una ex compañera sentimental (quien no parece estar muy de acuerdo con que el presente haya borrado los sentimientos del pasado) saca partido de su natural prestancia, embaucando y chantajeando a ricos compatriotas de los que Henry James hubiera renegado. Mary Kendall viaja por Europa en compañía de su acaudalado tío y de un pretendiente con el que parece conformarse como futuro marido. Se abre una puerta, y Trevor y Kendall intercambian miradas inequívocas de que allí ha pasado algo, y no precisamente insubstancial.
La apertura de esta puerta ¿dará paso al nacimiento de un amor redentor?. La respuesta, toda la película gira en torno a esta cuestión, es espléndida.