Adventures of Gallant Bess (1948)

Los caballos rojos eran los más codiciados de las manadas salvajes por su inteligencia y su capacidad de mando. Y una yegua de este color tuvo la fortuna de capturar Ted Daniels (Mitchell), un hombre de los rodeos que supo domarla y explotar sus cualidades rodeada siempre de cariño.
Por eso rechazó la propuesta de su jefe, Bud Millerick (Millican), organizador de rodeos, para exhibirla y explotarla en los mismos. Despedido de la empresa Ted se gana ahora la vida compitiendo en este tipo de espectáculos, pero sufre un accidente y pierde a Bess que acaba siendo la estrella de los circos de Millerick.
Naturalmente, la trama se basa en la recuperación de la yegua por parte de su verdadero dueño.
Cinta de caballos donde se plantea ya la cuestión de los derechos de los animales, de su exhibición a veces humillante en los circos. En esta temprana denuncia radica su principal mérito.
Tal vez el único, pues muy poco podemos destacar del resto. Una película plana, pésimamente doblada al español en la copia que hemos visto, con una voz en off que repite como un loro incluso los carteles que aparecen en la pantalla. Por momentos parece una película muda.
Decorados paupérrimos formados a menudo por lienzos de grandes dimensiones como fondo del paisaje, Ted ni se cambia de ropa en todo el tiempo, uso de un "cinecolor" deficiente incluso para la época.
Por lo demás, personajes muy superficiales e interpretaciones corrientes.
Hay también algunas curiosidades, como la ambientación bastante contemporánea al rodaje, que nos permite conocer los coches que entonces circulaban en EEUU o que la televisión era ya un importante reclamo en los bares de entonces.
La parte amorosa viene dada por el romance entre Ted y Penny (Long), enfermera e hija del Dr. Edward Gray (Cheshyre), que lo atiende en su clínica de las múltiples fracturas que ha sufrido en un accidente de rodeo al ser arrollado por un toro al que, traidoramente, habían untado los cuernos con el aceite que se aplica a los cascos de los caballos tras el herrado. Pérdida del conocimiento que finalmente recupera inhalando unas sales, Ted precisará de una intervención quirúrgica con anestesia general producida por inhalación de cloroformo a través de una mascarilla. Luego la consiguiente inmovilización con escayola, reposo, silla de ruedas y rehabilitación final.
En fin, una obra ingenua dirigida a espectadores también muy ingenuos, desde luego muy poco exigentes desde el punto de vista cinematográfico, pero en la que destaca la temprana defensa de los derechos de los animales. Recomendable también para lectores de revistas ecuestres.