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Marina Abramovic: la artista está presente (2012)

Marina Abramovic: la artista está presente
99 min.
7,3
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Tráiler HD (INGLÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Documental sobre la famosa artista serbia Marina Abramovic mientras se prepara para el gran momento de su vida: una gran retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). Para Marina, figura fundamental del arte de la performance de las últimas cuatro décadas, es la oportunidad de responder por fin a la pregunta que le han planteado innumerables veces: "¿Pero por qué esto es arte?" (FILMAFFINITY)
Género
Documental Biográfico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Marina Abramovic: The Artist is Present
Duración
99 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2012: Festival de Berlín: Sección Panorama - Premio del Público (Documental)
2012: Festival de Sundance: Sección oficial competitiva documentales
2012: Premios Gotham: Nominada a Mejor documental
2012: Premios Independent Spirit: Nominada a Mejor documental
2012: Satellite Awards: Nominado a Mejor largometraje documental
8
Una mirada vale más que mil palabras
En Cannes, como en todo festival que se precie, se sabe desde hace tiempo que hay determinados autores que merecen un trato especial. Son los mimados de la organización, aquellos que aunque se les pueda llegar a colgar la deshonrosa etiqueta de “persona non grata”, seguirán siendo beneficiarios de un cariño y, sobre todo, de un asiento de lujo en el que nunca desaparezca la señal de “Reservado”, que no pocos artistas quisieran para ellos. Seguramente el más claro ejemplo de ello lo encarna un danés neurótico llamado Lars Von Trier, y la verdad es que no sorprende, menos si se echa un vistazo tanto a su currículum como a sus más célebres apariciones en público. La qualité artística y la polémica (vendida ésta última en cantidades industriales) están garantizadas en un cóctel explosivo que, cuanto más violentamente reacciona -y sucede muy a menudo-, más ensancha la leyenda de su creador, que de esto vive también el auteur.

El caso es que el bueno de Lars se hartó de oír, a lo largo de sus primeros años en el potencialmente poco agradecido oficio de la dirección cinematográfica, que sus productos (para muchos, tontos e irritantes experimentos meramente formales) ni merecían representar al noble (?) séptimo arte. Resultaba que aquello no era arte, vaya. Pero no importó. El amigo Lars siguió a lo suyo, ganándose, con la contundencia que él tanto domina, el respeto de una comunidad que en un principio se había mostrado excesivamente hostil. Todo bien... hasta que el genio fue presa de una depresión de proporciones épicas. ¿Receta clínica? Rodar una película, claro. ¿Resultado? El flirteo con el suicidio por parte de su psicólogo y el clamor casi unánime por parte de la crítica -de Cannes, por supuesto- para que el cineasta ingresara ipso facto en un manicomio. Lo que hay que aguantar...

Lo sabe muy bien una “tal” -para los que somos así de cretinos- Marina Abramovic, artista (ella prefiere el término “performer”) que a lo largo de sus cuarenta años -que se dice pronto- de profesión, si le hubieran dado un céntimo de cualquier divisa (incluso de la más devaluada) cada vez que alguien, al ver alguno de sus trabajos, afirmara con indignación que aquello no era arte o, en el peor de los casos, que su autora precisaba tratamiento mental urgente, seguramente su nombre aparecería ahora mismo, y en letras doradas, en los más prestigiosos rankings de la revista Forbes. Pero Marina no se hizo famosa gracias a esto último, sino gracias a lo primero; más importante, gracias a su total e inquebrantable compromiso con una concepción tan radical como estimulante del -sí- arte.

Porqué sin riesgo no hay gloria, y si éste es extremo, incisivo y sincero, los frutos que se recogen después están más que merecidos. En estas que aparece, por ejemplo, ni más ni menos que el Museo de Arte Moderno de Nueva York y decide organizar, sin escatimar en esfuerzo en alguno -qué menos-, una retrospectiva a la susodicha “performer”. En el cartel de tan señor homenaje se puede leer ‘The Artist is Present’ (en cristiano, “La artista está presente”). Dicho reclamo va dictar el título, al mismo tiempo, a un documental firmado por la HBO (en pie, por favor), y la jugada ya se ha redondeado del todo. La guinda la pusieron los miembros de un Jurado, de cuyos nombres no me quiero acordar, que tuvieron la sensatez de reconocer a la cinta en cuestión como la mejor en su categoría dentro de la 62ª edición del Festival de Cine de Berlín. De hecho, de no ser por la maldita separación entre ficción y no-ficción, ya podrían haberle dado el Oso de Oro.

Un galardón que no hubiera estado nada fuera de lugar para esta sensacional película, de indudable interés tanto para los más eruditos como para los profanos de ese antipático marciano al que muy fácilmente se llama “arte contemporáneo”. No importa el contacto o las simpatías / antipatías que se tengan con el mundillo, pues ahí está ‘Marina Abramovic: La artista está presente’ para encandilar a todo aquel que esté dispuesto a ser maravillado por lo inesperado; por lo que en principio escapa al control de las palabras. Lo mínimo que podía esperarse de alguien que sabe que, normalmente a la larga, se sabe corresponder al insensato que sabe demostrar que el mejor arte es aquel que deja en evidencia, primero, que el espectador puede convertirse en el ser más permeable sobre la faz de la Tierra, y después, que si existen barreras, éstas deben romperse. Aquellas que separan lo simplemente provocativo de lo realmente impactante; aquellas que separan lo irreverente de lo permanente; aquellas que separan al autor tanto del público como de su propia obra.

El documental dirigido por Matthew Akers pretende alcanzar las mismas metas, asociándose con la mejor partner a la que podía aspirar y traza con acierto un largo camino biográfico para poner en contexto la que es no solamente la obra cumbre de la performer de Belgrado, sino -y que quede claro- la que con toda seguridad sea una de las expresiones artísticas más impresionantes de todos los tiempos, y que, como no podía de ser de otra manera, desató la locura en la mismísima capital del mundo. Una mesa -de la que se puede prescindir- y una silla en cada punta. En una se sienta Marina... en la otra, quien lo desee (desde la anónima anciana que ha esperado silenciosamente su turno durante varios días hasta el divino-de-la-muerte James Franco, que no sabe que está a punto de quedar retratado).
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¿ARTE?
Reconozco que siempre he sido cruel y radicalmente crítico con todo aquello ligado al mundo de las performances pero después de visionar este documental prometo ser más receptivo con cualquier modo de expresión artística que me encuentre en el futuro. Quizás sólo sea una promesa absolutamente banal y simplemente me vea dominado por la correcta realización, el impecable ritmo narrativo, la admiración que siempre siento hacia las personas que hacen de sus inquietudes una necesidad tan radical como vital o el poder emocional que habita en algún lugar del metraje y que te impregna de una extraña sensibilidad cuyo poso hace que olvides la falta de originalidad en la forma documental, la ausencia de toda crítica a la escoria que rodea a tan cotizados artistas o el carácter asquerosamente promocional y divinizador de este tipo de trabajos. Al comienzo del film Marina Abramovic comentaba que sólo tenía el objetivo de demostrar que lo que hacía es arte y un servidor, aún ahora, no puede asegurar que el trabajo de esta mujer sea arte pero tengo el convencimiento absoluto de que nadie le puede negar a Marina Abramovic que ELLA es arte puro, aunque sólo sea por la dedicación que supone entregar tu tiempo, tu dolor, tu vergüenza, tu salud, tus miedos, tus sentidos, tu vida a expresar hasta la más insignificante de tus emociones.
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